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En el matrimonio no basta coexistir, hay que convivir

En tiempos en que el divorcio crece de manera acelerada, la frase: «el matrimonio es con una y para siempre», resulta incómodo, medievalesco, por consiguiente, descartable. La idea de indisolubilidad matrimonial, a muchos, simplemente les repugna.

Por P. Jorge Loring, PARA SALVARTE.

El Dr. Enrique Rojas, catedrático de Psiquiatría, en su libro «El amor inteligente», cuenta el caso de un matrimonio, con tres hijos a punto de separarse, porque él, excelente profesional, sólo vivía para su trabajo, y su mujer se sentía abandonada.

Él dice que le gusta ser responsable en su trabajo, aunque reconoce que habla poco; pero considera que para hablar hay que tener algo que decir, que hablar por hablar es ridículo, entonces, es mejor estar callado. Pero ella no aguanta esa falta de comunicación. Y él se queja de que ella está siempre protestando por todo. Luego, la falta de comunicación iba acabar con ese matrimonio.

No basta que los cuerpos estén juntos, si las almas están separadas.

En el matrimonio no basta coexistir, hay que convivir. Y esto no es posible si no hay nada en común. Hay que compartir gustos, ideas, valores. No basta que los cuerpos estén juntos, si las almas están separadas. Para la armonía matrimonial es fundamental la comunicación. El hablar, aclara las cosas. El silencio enreda cosas que no debían haber sido problemas.

Ejemplo: Un día, una esposa ve pasar a su marido en su auto con una joven a su lado. Era una compañera de trabajo, y la llevaba al médico. Pero su esposa se imagina lo peor. Cuando llega a casa, con toda naturalidad, y como siempre, besa a su esposa. Ella, con la idea que tiene, lo recibe displicentemente. Él se extraña, pero calla. Ella, también calla.

Al día siguiente, él se acerca a darle el beso de costumbre, y nota que ella tiene la misma reacción. Al tercer día, se va directamente a su habitación sin besarla. Ella saca su conclusión: «No hay duda que se ha metido con otra». Ya tenemos una tragedia que se hubiera evitado sin el silencio de los dos.

Escuchar es intentar comprender al otro. Quien se siente escuchado se siente querido. Escuchar a una persona es valorarla. Todos necesitamos ser valorados por los demás. También es importante amar, lo que el otro ama: su familia, su profesión, sus aficiones. Despreciar estas cosas enfría el afecto y distancia a las personas.

Cuando hay amor y virtud las dificultades son más llevaderas.

También es importante amar lo que el otro ama: su familia, su profesión, sus aficiones. Despreciar estas cosas enfría el afecto y distancia las personas. La comunicación es indispensable, pero debe hacerse en el momento oportuno. Empeñarse en tenerla inoportunamente es contraproducente.

Y, desde luego, no confundir la comunicación con el reproche. Hay personas que siempre están poniendo defectos al otro. Resultan insoportables. Para que el reproche sea eficaz debe ser oportuno. Y, por supuesto, nunca delante de terceras personas.

El matrimonio, como todas las cosas, tiene su lado difícil; y es necesario soportarlo. El sufrimiento es en esta vida inevitable, y hay que aceptarlo. Nunca deberemos olvidar que incluso en un matrimonio en el que reine un verdadero amor, siempre habrá lugar para el sacrificio. A veces puede ser necesaria una autodisciplina, tan recomendada por la ascética cristiana, para el control sexual de los esposos. Incluso en la formación integral prematrimonial, siempre deberá promocionarse el sacrificio como elemento indispensable del matrimonio cristiano.

La felicidad de un matrimonio no se hunde porque en alguna ocasión pueda haber un disgusto. Son consecuencia de la fragilidad humana. Pero siempre sale el sol después que pasan los nubarrones. Cuando hay amor y virtud las dificultades son más llevaderas. Es muy difícil que en un matrimonio no surjan problemas. Lo importante es que se mantenga el amor, y se sobrelleven con virtud los defectos de la otra persona.

Los esposos deben saber apreciarse mutuamente

Que la mujer aprecie el trabajo de su marido, su prestigio social, su responsabilidad, sus éxitos, etc. Que el marido sepa apreciar lo que supone la consagración total de la mujer a los hijos y al hogar. Jamás decir nada que pueda suponer menosprecio del otro, aunque sea una pequeñez.
Dar siempre a entender, en el hablar, que se siente admiración por el cónyuge. «Uno de los puntos esenciales para mantenerse enamorado es seguir admirando al otro y alimentando las bases positivas que hicieron nacer ese amor. (…)

«El amor es como el fuego. Hay que avivarlo. Si no, se apaga. Hay que nutrirlo de detalles pequeños».

¿Cómo hacer fracasar un matrimonio?

Abandonar las muestras de amor al otro cónyuge.
Dejarse llevar del amor a tercera persona.
Supervalorar los defectos del otro cónyuge.
Contestarle mal y alzarle la voz.
Prolongar los pequeños enfados, mantener la mala cara y ser difíciles para perdonar y pedir perdón, cuando sea necesario.
Desinteresarse de las cosas del otro – Armonía matrimonial
Despreocuparse de hacerle feliz.
Molestarle continuamente.

Para salir del conflicto matrimonial:

Tomar conciencia del problema. Nada se resuelve si no se conoce su existencia.
Que los dos quieran resolverlo.
Buscar las causas que lo han originado.
No echarse la culpa mutuamente.
Perdonar: pedir perdón; ofrecer perdón.
Partir de lo que los une, y apoyarse en ello.
Buscar posible solución.
Diálogo: Ponerse a hablar. Preguntarse, ¿qué nos pasa?
Escuchar. Aguantar. Tolerar.
10º Buscar ayuda en tercera persona (amigo, consejero, sacerdote); pero no para que nos dé la razón a nosotros.

La felicidad del hogar no puede buscarla cada uno independientemente del otro. Ha de ser felicidad de los dos al mismo tiempo. El amor es un encuentro interpersonal de un «yo» con un «tú» para formar un «nosotros».

El auténtico amor no busca que la otra persona le haga feliz a uno, sino que uno busca hacer feliz a la otra persona, y en hacerla feliz encuentra su propia felicidad.

La felicidad conyugal es una conquista diaria. Amar es, ante todo, buscar el bien del otro.

El amor exige respeto, ternura, delicadeza, generosidad, fidelidad. Muchos matrimonios fracasan, no por falta de conocimientos sexuales, sino porque marido y mujer no han llegado a valorarse y respetarse como personas. Conocer el funcionamiento del sexo es fácil. Pero esto no basta para querer al otro como persona.

El amor conyugal es un ejercicio de jardinería: hay que arrancar lo que hace daño, preparar el terreno, sembrar, esperar, regar, cuidar. Es decir, aceptar a su pareja, valorarla, respetarla, admirarla, comprenderla, darle afecto y ternura, etc. El amor se alimenta con pequeños detalles.

Decálogo de la esposa:

1.- El hogar será lo que tú hagas de él. Ésa debe ser la gran obra de tu vida.
2.- Te corresponde la administración inmediata de los bienes. Sé previsora, prudente y con gran sentido común.
3.- Que tu buen gusto y tus desvelos -más que tu dinero- hagan del hogar un refugio acogedor para cuantos constituyen tu familia.
4.- Procura seguir siendo siempre la novia de tu marido. Y que ello se note tanto en tus palabras como en tu presentación.
5.- Jamás olvides que antes que tus mismos hijos -y por supuesto tus padres- está tu esposo.
6.- Que tus palabras, tu alegría y tu sosiego sean alivio y descanso para cuantos constituyen tu hogar, o se acercan a él.
7.- Tu primer deber hacia tus hijos se llama ternura. Sobre ella, como base, te será fácil ir ejercitando, a una con tu marido, ese arte difícil y delicado que se llama educar.
8.- No grites, ni pierdas los estribos. Te harás obedecer mejor si dices a tus hijos las cosas con calma.
9.- Pon especial cuidado en el orden y administración del hogar: en las horas de las comidas, y en la prudente economía.
10.- Finalmente, si tienes la dicha de tener fe, busca tu apoyo en Dios, pues en Él encontrarás siempre la fuerza y la gracia que necesitas para llevar adelante tu hermosa misión en la vida.

Decálogo del esposo:

1.- Soluciona tu vida -al menos en lo fundamental- antes de constituir una familia.
2.- Tu trabajo es importante, pero que no te absorba de tal modo que te robe un tiempo que debes a los tuyos.
3.- El buen humor, la permanente serenidad de espíritu, es el regalo más valioso que puedes ofrecer a tu esposa y a tus hijos.
4.- Tu esposa debe ser tu mejor amiga y compañera. Y has de tener hacia ella las mismas atenciones, al menos, que tenías cuando era sólo tu novia.
5.- Respeta su campo de trabajo. Pocas cosas hay tan ridículas y perjudiciales como un marido quisquilloso y entrometido en lo que es propio de su mujer.
6.- Si tu esposa está en condiciones de ejercer una profesión -salvando el cuidado del hogar- permíteselo.
7.- En relación con tus hijos, no olvides que el educar es un arte. Arte difícil y delicado, integrado por un poco de ciencia, mucho de buen sentido y, sobre todo, mucho de amor.
8.- El ejemplo es la clave de la educación. Gánate con tu proceder el respeto y la obediencia.
9.- Sé muy hombre en todo, pero ten presente que esto es perfectamente compatible con las muestras de afecto que los tuyos necesitan.
10.- Y si tienes la dicha de ser creyente, que Cristo sea la luz y la alegría de tu vida en el cumplimiento de tus deberes de padre y esposo.

Decálogo del matrimonio y del hogar:

1.- Antes que la profesión, incluso antes que los propios hijos -y precisamente por el bien de ellos- está vuestro amor de esposos, para el cual tenéis que saber encontrar «vuestro tiempo».
2.- Paternidad responsable, sí; pero si el Señor os da una familia numerosa, aceptadla como el mayor de los bienes.
3.- Que vuestro hogar esté siempre abierto para vuestros familiares y amigos.
4.- Que en vuestro hogar haya siempre un sitio de honor -como en vuestro corazón- para quienes os dieron la vida.
5.- Respetaos mutuamente vuestro campo de acción.
6.- Sed con vuestros hijos enérgicos en lo esencial y flexibles en lo accidental.
7.- No dramaticéis las cosas sencillas. Simplificad las cosas trágicas.
8.- La belleza, el buen gusto y el orden deben ser algo característico de vuestro hogar.
9.- Que una religiosidad sencilla y auténtica envuelva en una sana espiritualidad vuestro hogar.
10.- Aceptad vuestra situación. Como dice Quoist: «Si no podéis construir el castillo soñado, construid una cabaña. Pero no seréis felices en vuestra cabaña mientras sigáis soñando con el castillo»

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1 comentario en “En el matrimonio no basta coexistir, hay que convivir”

  1. María Rosario Mori Rodríguez

    Excelente, las orientaciones para practicar todas las parejas. Nos ayuda a fortalecer nuestro matrimonio y la consecuencia amarnos hasta el fin de nuestra existencia. Muy agradecida.

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