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El pedido del Inmaculado Corazón de María en su última aparición

A más de cien años de la aparición de la Santísima Virgen María en Fátima con «el milagro del sol» y con su bendición luminosa, la de San José y del Niño Jesús, recordemos el pedido que Nuestra Señora nos dejó aquel día: «Continúen rezando el Rosario todos los días».

El 13 de octubre de 1917 se produjo la sexta y ultima aparición de la Virgen María a Lucia dos Santos y sus primos Jacinta y Francisco Marto. Miles de personas que habían llegado hasta Fátima presenciaron lo que se demonio el «milagro del sol».

Por  P. José María Iraburu

Los niños dijeron que la «Señora» había prometido que al medio día del 13 de octubre en Cova de Iria, les revelaría su identidad y les mostraría un milagro «para que todos creyesen». Según testigos, el milagro del sol duró aproximadamente diez minutos, los tres pequeños pastorcillos, además de haber confirmado el milagro del sol que tuvo lugar ese día, también reportaron haber visto a Jesús, la Santísima Virgen María y a San José bendiciendo a toda la gente.

Sor Lucía hace el siguiente relato en su «Memoria IV» (1941) sobre lo que ocurrió el 13 de octubre, día de la 6ta. aparición.

Día 13 de octubre de 1917. Salimos de casa bastante temprano, contando con las demoras del camino. El pueblo estaba en masa. Caía una lluvia torrencial. Mi madre, temiendo que fuese el último día de mi vida, con el corazón partido por la incertidumbre de lo que iba a suceder, quiso acompañarme. Por el camino se sucedían las escenas del mes pasado, más numerosas y conmovedoras. Ni el barro de los caminos impedía a esa gente arrodillarse en la actitud más humilde y suplicante. Llegados a Cova de Iría, junto a la carrasca, transportada por un movimiento interior, pedí al pueblo que cerrase los paraguas para rezar el Rosario. Poco después, vimos el reflejo de la luz y, seguidamente, a Nuestra Señora sobre la encina.

–¿Qué es lo que quiere Vd. de mí?
–Quiero decirte que hagan aquí una capilla en mi honorque soy la Señora del Rosario; que continúen rezando el Rosario todos los días. La guerra va a acabar y los soldados volverán con brevedad a sus casas.

–Tenía muchas cosas que pedirle: si curaba a algunos enfermos y si convertía a algunos pecadores; etc…
–Unos, sí; a otros no. Es preciso que se enmienden; que pidan perdón por sus pecados.

Y tomando un aspecto más triste dijo:
No ofendan más a Dios Nuestro Señor, que ya está muy ofendido.

Y, abriendo sus manos, las hizo reflejarse en el sol. Y, mientras se elevaba, continuaba el reflejo de su propia luz proyectándose en el sol.

He aquí, Exmo. Señor Obispo, el motivo por el cual exclamé que mirasen al sol. Mi fin no era llamar la atención de la gente hacia él, pues ni siquiera me daba cuenta de su presencia. Lo hice sólo llevada por un movimiento interior que me impulsaba a ello.

Desaparecida Nuestra Señora en la inmensa lejanía del firmamento, vimos al lado del sol, a San José con el Niño y a Nuestra Señora vestida de blanco con un manto azul. San José con el Niño parecían bendecir al Mundo, con unos gestos que hacían con la mano en forma de cruz.

Poco después, desvanecida esta aparición, vimos a Nuestro Señor y a Nuestra Señora, que me daba idea de ser Nuestra Señora de los Dolores. Nuestro Señor parecía bendecir el Mundo de la misma forma que San José.

Al desvanecerse esta aparición me pareció ver todavía a Nuestra Señora en forma parecida a Nuestra Señora del Carmen.

image 57 - El pedido del Inmaculado Corazón de María en su última aparición

El  Inmaculado Corazón de María

En las apariciones de Fátima la Virgen María se presenta de varios modos a sí misma a los tres niños: lo hace como Nuestra Señora del Rosario (3ra. aparición, 4ta. y 6ta.); como Nuestra Señora de los Dolores o Nuestra Señora del Carmen (6ta.). Pero sobre todo se revela a sí misma en cuanto Inmaculado Corazón de María.

«Jesús quiere servirse de ti [Lucía] para darme a conocer y amar. Él quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón» (2da.).
–A Jacinta: «No te desanimes. Yo nunca te dejaré. Mi Inmaculado Corazón será tu refugio y el camino que te conducirá hasta Dios» (2da.).
–«Delante de la palma de la mano derecha de Nuestra Señora estaba un corazón, cercado de espinas, que parecían estar clavadas en él. Comprendimos que era el Inmaculado Corazón de María, ultrajado por los pecados de la Humanidad, que pedía reparación» (2da.).
–Han de ofrecer los tres niños oraciones y sacrificios «por la conversión de los pecadores y en desagravio por los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María» (3ra.).
–Para salvar a los pecadores de la condenación, «Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón» (3ra.).
–Y como freno de los castigos de Dios al mundo por sus crímenes, «yo vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón, y la Comunión reparadora de los primeros sábados» (3ra.).
–«Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará. El Santo Padre me consagrará Rusia, que se convertirá» (3ra.)

Cuando el cardenal Joseph Ratzinger, era Prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe de, escribió un Comentario teológico que se incluye, junto a otros textos, en  El mensaje de Fátima (26-VI-2000), documento publicado por la misma Congregación. Transcribo de ese Comentario un fragmento importante sobre el Inmaculado Corazón de María

«Los niños [de Fátima] han experimentado durante un instante terrible una visión del infierno. Han visto la caída de las “almas de los pobres pecadores”. Y se les dice por qué se les ha hecho pasar por ese momento: para “salvarlas”, para mostrar un camino de salvación. Viene así a la mente la frase de la Primera Carta de Pedro: “la meta de vuestra fe es la salvación de las almas” (1,9). Para este objetivo se indica como camino […] la devoción al Corazón Inmaculado de María.

«Para entender esto puede ser suficiente aquí una breve indicación. “Corazón” significa en el lenguaje de la Biblia el centro de la existencia humana, la confluencia de razón, voluntad, temperamento y sensibilidad, en la cual la persona encuentra su unidad y su orientación interior. El “corazón inmaculado” es, según Mt 5,8, un corazón que a partir de Dios ha alcanzado una perfecta unidad interior y, por lo tanto, “ve a Dios”. La “devoción” al Corazón Inmaculado de María es, pues, un acercarse a esta actitud del corazón, en la cual el “fiat” –hágase tu voluntad– se convierte en el centro animador de toda la existencia. Si alguno objetara que no debemos interponer un ser humano entre nosotros y Cristo, se le debería recordar que Pablo no tiene reparo en decir a sus comunidades: “imitadme” (1Co 4,16; Flp 3,17; 1Ts 1,6; 2Ts 3,7.9). En el Apóstol pueden constatar concretamente lo que significa seguir a Cristo. ¿De quién podremos nosotros aprender mejor en cualquier tiempo si no de la Madre del Señor?»

Culto al Corazón de María

[1648] Aunque ya entre los Santos Padres hay expresiones de la devoción al Corazón de María, fue sobre todo San Juan Eudes (1601-1680), misionero popular francés, quien más promovió este culto. La fiesta litúrgica del Corazón de María se celebró por primera vez en la Catedral de Autún (8-II-1648), con textos de la Misa y del Oficios compuestos por San Juan Eudes. Esta celebración fue recibida por varios Obispos de Francia, y aunque solicitaron a la Santa Sede la aprobación de la fiesta –en 1668 y en 1729– fue negativa en ambas ocasiones la respuesta de la Congregación de Ritos.

[1855] El Beato Pío IX, por la Congregación de Ritos, aprobó la celebración litúrgica del Corazón de María  en 1855. Y en 1914 fue incluida en el Misal Romano como apéndice.

[1942] Durante la II Guerra Mundial, el papa Pío XII consagró el mundo al Inmaculado Corazón de María (8-XII-1942).

«[…] En esta hora trágica de la historia humana, a Vos, a vuestro Inmaculado Corazón, nos entregamos y nos consagramos, no sólo en unión con la Santa Iglesia, Cuerpo místico de vuestro Hijo Jesús, que sufre y sangra en tantas partes, de tantos modos atribulada, sino también con todo el mundo lacerado por atroces discordias, abrasado en un incendio de odio, víctima de sus propias iniquidades […]»

[1944] Poco después el mismo Papa extendió a toda la Iglesia latina la fiesta litúrgica del Inmaculado Corazón de María(4-III-1944), para que se celebrase el 22 de agosto, octava de la Asunción.

Consagración de Rusia al Corazón Inmaculado de María

[1917] En la 3ra. aparición de la Virgen en Fátima (13-VII-1917), tal como viene narrada por Sor Lucía en su «Memoria IV »(1941), dice la Madre de la Iglesia:

«[…] vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la Comunión reparadora de los primeros sábados. Si atendieran mis peticiones, Rusia se convertirá y habrá paz; si no, esparcirá sus errores por el mundo promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia. Los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá que sufrir mucho, varias naciones serán aniquiladas. Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará. El Santo Padre me consagrará Rusia, que se convertirá, y será concedido al mundo algún tiempo de paz».

[1925] Después de las Apariciones de Fátima, Lucía se retiró para ser religiosa en las Doroteas de Pontevedra. Y estando por la noche sola en la capilla del convento, tuvo una visión de la Virgen con el Niño (10-XII-1925), en la que recibió de Ella esta petición y esta promesa:

«Nuestra Señora me dijo: Ha llegado el momento en que Dios pide al Santo Padre que haga, en unión con todos los Obispos del mundo, la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón, prometiendo salvarla por este medio».

[1952] El papa Pío XII consagra Rusia al Inmaculado Corazón de María en la Carta apostólica Sacro Vergente Anno (7-VII-1952).

«[…] Lo mismo que hace pocos años consagramos todo el mundo al Corazón Inmaculado de la Virgen Madre de Dios [1942], así ahora, de manera especialísima, consagramos todos los pueblos de Rusia al mismo Corazón Inmaculado, en la firme confianza de que con el poderosísimo patrocinio de la Virgen María se realizarán antes los votos que Nos, vosotros, y todos los buenos formulan por una verdadera paz, por una concordia fraternal y por la debida libertad para todos, y en primer lugar para la Iglesia; de forma que, mediante la oración que Nos elevamos junto con vosotros y con todos los cristianos, el Reino salvador de Cristo, que es el Reino de verdad y vida, Reino de santidad y de gracia, Reino de justicia, de amor y de paz, triunfe y se consolide establemente en todas las partes de la tierra».

Juan Pablo II consagra el mundo al Inmaculado Corazón de María

Del mismo documento de la Congregación de la fe antes citado, El mensaje de Fátima, transcribo y resumo la Presentación escrita por Mons. Tarcisio Bertone, entonces Secretario de la Congregación.

La tercera parte del «secreto de Fátima» la escribió Sor Lucía (3-I-1944) por mandato de su Obispo de Leiria, que lo custodió hasta que en 1957 lo entregó al Archivo Secreto del Santo Oficio. Poco después fue leído por Juan XXIII (1959) y por Pablo VI (1965), pero ambos consideraron conveniente no publicarlo.

[1981-1982] «Por su parte, Juan Pablo II pidió leerlo después de sufrir el grave atentado en la plaza de San Pedro (1981). Como es sabido –escribe Mons. Bertone–, el Papa Juan Pablo II pensó inmediatamente en la consagración del mundo al Corazón Inmaculado de María y compuso él mismo una oración, que llamó “Acto de consagración”, que se celebraría en la Basílica de Santa María la Mayor el 7 de junio de 1981, solemnidad de Pentecostés» […] La oración de consagración comenzaba diciendo: «Madre de los hombres y de los pueblos,Tú conoces todos sus sufrimientos y sus esperanzas», etc. En el Año Santo de la Redención reiteró Juan Pablo II la misma consagración (13-V-1982).

[1984] «Pero el Santo Padre, para responder más plenamente a las peticiones de Nuestra Señora […], quiso explicitar» más solemnemente la Consagración ya formulada en Roma (1981), y repetida en Fátima (13-V-1982). «Al recordar el fiat pronunciado por María en el momento de la Anunciación, en la plaza de San Pedro, en unión espiritual con todos los Obispos del mundo, precedentemente “convocados”, el Papa consagra a todos los hombres y pueblos al Corazón Inmaculado de María (25-III-1984).

«[…] Madre de los hombres y de los pueblos, Tú que conoces todos sus sufrimientos y esperanzas, tú que sientes maternalmente todas las luchas entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas que invaden el mundo contemporáneo, acoge nuestro grito que, movidos por el Espíritu Santo, elevamos directamente a tu corazón: abraza con amor de Madre y de Sierva del Señor a este mundo humano nuestro, que te confiamos y consagramos, llenos de inquietud por la suerte terrena y eterna de los hombres y de los pueblos.

«De modo especial confiamos y consagramos a aquellos hombres y aquellas naciones, que tienen necesidad particular de esta entrega y de esta consagración. Nos acogemos a tu protección, Santa Madre de Dios! ¡No deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades!».

«He aquí que, encontrándonos hoy ante ti, Madre de Cristo, ante tu Corazón Inmaculado, deseamos, junto con toda la Iglesia, unirnos a la consagración que, por amor nuestro, tu Hijo hizo de sí mismo al Padre cuando dijo: “Yo por ellos me santifico, para que ellos sean santificados en la verdad” (Jn 17, 19). Queremos unirnos a nuestro Redentor en esta consagración por el mundo y por los hombres, la cual, en su Corazón divino tiene el poder de conseguir el perdón y de procurar la reparación.

«El poder de esta consagración dura por siempre, abarca a todos los hombres, pueblos y naciones, y supera todo el mal que el espíritu de las tinieblas es capaz de sembrar en el corazón del hombre y en su historia; y que, de hecho, ha sembrado en nuestro tiempo. […] bendita seas por encima de todas las creaturas, tú, Sierva del Señor, que de la manera más plena obedeciste a la llamada divina.

«Te saludamos a ti, que estás totalmente unida a la consagración redentora de tu Hijo. Madre de la Iglesia: ilumina al Pueblo de Dios en los caminos de la fe, de la esperanza y de la caridad. Ilumina especialmente a los pueblos de los que tú esperas nuestra consagración y nuestro ofrecimiento. Ayúdanos a vivir en la verdad de la consagración de Cristo por toda la familia humana del mundo actual.

Al encomendarte, oh Madre, el mundo, todos los hombres y pueblos, te confiamos también la misma consagración del mundo, poniéndola en tu corazón maternal.

¡Corazón Inmaculado! Ayúdanos a vencer la amenaza del mal, que tan fácilmente se arraiga en los corazones de los hombres de hoy y que con sus efectos inconmensurables pesa ya sobre la vida presente y da la impresión de cerrar el camino hacia el futuro.

¡Del hambre y de la guerra, líbranos!
¡De la guerra nuclear, de una autodestrucción incalculable y de todo tipo de guerra, líbranos!
¡De los pecados contra la vida del hombre desde su primer instante, líbranos!
¡Del odio y del envilecimiento de la dignidad de los hijos de Dios, líbranos!
¡De toda clase de injusticias en la vida social, nacional e internacional, líbranos!
¡De la facilidad de pisotear los mandamientos de Dios, líbranos!
¡De la tentativa de ofuscar en los corazones humanos la verdad misma de Dios, líbranos!
¡Del extravío de la conciencia del bien y del mal, líbranos!
¡De los pecados contra el Espíritu Santo, líbranos!¡líbranos!

Acoge, oh Madre de Cristo, este grito lleno de sufrimiento de todos los hombres. Lleno del sufrimiento de sociedades enteras. Ayúdanos con el poder del Espíritu Santo a vencer todo pecado, el pecado del hombre y el “pecado del mundo”, el pecado en todas sus manifestaciones.

Aparezca, una vez más, en la historia del mundo el infinito poder salvador de la Redención: poder del Amor misericordioso. Que éste detenga el mal. Que transforme las conciencias. Que en tu Corazón Inmaculado se abra a todos la luz de la esperanza». Y concluye el cardenal Bertone:

«Sor Lucía confirmó personalmente que este acto solemne de consagración universal correspondía a los deseos de Nuestra Señora (“Sim, està feita, tal como Nossa Senhora a pediu, desde o dia 25 de Março de 1984”: “Sí, desde el 25 de marzo de 1984, ha sido hecha tal como Nuestra Señora había pedido” (Cta. de 8-XI-1989). Por tanto, toda discusión, así como cualquier otra petición ulterior, carecen de fundamento».

Cinco primeros sábados de mes

[1925] Estando Lucía como religiosa en las Doroteas de Pontevedra, tuvo una noche en la soledad de la capilla conventual una visión de la Virgen con el Niño (10-XII-1925), en la que recibió de Ella esta petición y esta promesa:

«Mira, hija mía, mi Corazón, cercado de espinas que los hombres ingratos me clavan continuamente con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, procura consolarme y di que todos aquellos que durante cinco meses, en el primer sábadose confiesen, reciban la Santa Comunión, recen el Rosario y me hagan quince minutos de compañía, meditando en los quince misterios del Rosario, con el fin de desagraviarme, yo prometo asistirlos en la hora de la muerte con todas las gracias necesarias para la salvación de sus almas».

Acto personal de consagración

«Oh Virgen María, oh Madre mía, yo me ofrezco del todo a tu Inmaculado Corazón y te consagro mi cuerpo y mi alma, mis pensamientos y mis acciones. Quiero ser como tú quieres que sea, y hacer lo que tú quieres que haga. Nada temo, pues siempre estás conmigo. Ayúdame a amar a tu hijo Jesús con todo mi corazón y sobre todas las cosas. Pon mi mano en la tuya para que esté siempre contigo. Amén».

 

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