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Juventud moralmente enferma ¿Quiénes son Responsables?

Los mayores asistimos a una verdadera degradación moral de la juventud, evidenciada en el desaforado consumo de drogas, alcohol y desenfrenada delincuencia. La falta de responsabilidad son tomados como pretextos para justificar los comportamientos y actitudes para con los demás.
Juventud moralmente enferma

La sociedad se ha convertido en un ambiente feo que provoca crisis y depresión, no solo económica, sino además, irrespetuosa, ignorante y prepotente. Estamos viviendo una sociedad libertina sin frenos ni barreras.

Al parecer, los mayores – padres, docentes y autoridades en general –, hemos dado a los jóvenes carta blanca para zambullirse en aguas del pecado, «vicio y perversión», es decir, les estamos invitando, por acción directa o por omisión, a vivir una sociedad sodomítica-gorromina.

Nadie ignora conductas patológicas como prostitución juvenil, embarazos de niñas y adolescentes, entre otras bajezas del lenguaje procaz de chicas como nunca antes visto ni escuchado. La oferta de sexo y consumo de sustancias que «divierten» a menores parece no incomodar a padres ni a autoridades.

Al parecer se impone aquello de ¡Demos libertad a los jóvenes…ya no más opresión…ya no más ataque a la libertad! Así se practica un hedonismo trivial y un erotismo, estimulado muchas veces, por los mismos padres.

¿Qué ha pasado con la decencia, el respeto a los demás? Se han invertido los valores. Los vicios, prostitución y perversión son actuales «valores y carta de presentación» de muchos jóvenes con guiño cómplice de los adultos, cuando no, de sus propios padres.

Naturalmente, hay grados, aunque el nivel de degradación es hoy elevadísimo, como nunca ha ocurrido en épocas anteriores, también decadencia, no toda la sociedad o toda la juventud está enferma. «La educación tiene que empezar en casa». No es correcto dejar en manos del Estado o de otras instituciones la formación de la conciencia moral de los hijos. Por otra parte, a nivel de las autoridades no se hace mucho por revertir este caos establecido. Cualquiera se siente impune cometiendo todo tipo de desmanes… porque sabe que nada pasará.

De lo dicho se sigue que el otro problema es la falta de referentes en nuestra sociedad. Parece que los «buenos y decentes», no se animan a llamar a la corrección fraterna cuando ve que alguien comete algún desmán. Mira para otro lado o hace como que no escucha nada.

¿Alguna autoridad -en la calle- solicita al «mono con pantalones» que conduce su vehículo produciendo polución sonora, bajar el volumen de su molesto ruido? ¿Se ve a la policía hacer lo mismo, como una tarea educativa? En general No.

Dice el arzobispo Ricardo Tobón Restrepo: «Podríamos decir que una de las crisis del mundo de hoy no es tanto la económica o las problemáticas sociales que vivimos sino una crisis ética. El mundo de hoy tiene dificultades para encontrar el comportamiento justo. Son períodos interesantes pero complejos donde la humanidad tiene que reacomodarse».

Y allí, en esos períodos, la parte ética sufre mucho. Por eso uno puede pensar que realmente tenemos problemas éticos en el mundo y en nuestra sociedad. Cuando vemos la situación de la familia, la situación laboral y social nos damos cuenta que nos están faltando valores, que tenemos problemas para renunciar al egoísmo y para convivir, para encontrarnos y caminar juntos.

Aquí lo que está faltando, precisamente, son convicciones, principios y valores que nos guíen. En algunos aspectos uno diría que estamos en una sociedad «moralmente enferma».

Hoy día es muy fácil que los hijos se contagien del espíritu de rebeldía y libertad desenfrenada del ambiente. El P. César Vaca, O.S.A. escribió «Criticar los falsos maestros, los malos educadores, los padres incomprensivos y egoístas, está bien; pero rechazar la disciplina familiar, menospreciar sin compasión a cuantos ejercen la ardua tarea de la educación y la enseñanza, presentando como la mejor de las escuelas la anarquía de una libertad incontrolada, es colocarse al borde de la ruina».

Los problemas que destacan en las páginas frontales de los periódicos de todo el mundo, son un reflejo de la falta de disposición de nuestra juventud para someterse a ningún sistema de valores que no sea la jerarquía de valores de su propio criterio. Todos somos testigos de casos de adolescentes que son advertidos y aconsejados una y otra vez por padres experimentados y responsables, pero ellos prefieren «discurrir por su cuenta», para descubrir demasiado tarde lo que su padre le predecía certeramente. Por desgracia, son muchos los jóvenes que no quieren escuchar consejos. Semejante hostilidad de la gente joven hacia la autoridad paterna supone que ellos se oponen irrazonablemente a los beneficios de la experiencia. Los hijos deben ayudar en la vida de familia. En todas las familias se necesita la colaboración de los hijos. Entre todos se puede conseguir una vida familiar agradable y alegre.

Dijo Pío XII en su discurso del 9-V-57 dice: «La sociedad es para la familia, no la familia para la sociedad. La familia es una institución natural: es el origen de la vida humana, y el recinto de la educación».

La familia es vínculo de transmisión normativa. Pero es necesario que la normativa moral y religiosa se dé con convicción, con motivación y con el ejemplo. Debemos colaborar con nuestros padres al bien espiritual de la familia, manifestándoles aquellas cosas que ellos deben saber para corregirlas. A no ser que haya otro modo más eficaz. Pero quien oculta los malos pasos de sus hermanos, por un falso criterio de compañerismo, puede hacerse responsable ante Dios de las faltas que queden sin corregir. El padre tiene obligación de corregir; pero para esto necesita estar informado de lo que pasa. No exagerar las cosas.

Pero no quitar importancia a lo que la tiene. Los padres son los primeros educadores, y son ellos quienes deben decidir, y no el Estado, el tipo de educación que crean mejor para sus hijos. El Estado debe ayudar a todos los niños en edad escolar sin discriminaciones.

Los padres, como primeros responsables de la educación de sus hijos. La educación es de una importancia transcendental y de una gran responsabilidad para los padres.

Hay en la vida muchos hombres que lamentan su desgracia por las faltas y descuidos de sus padres.

De mayores será muy difícil que adquieran virtudes que no se les sembraron de pequeños.

En educación, como en todo, se recoge lo que se siembra . A los niños, gradualmente, según ellos vayan siendo capaces de asimilar, hay que inculcarles la limpieza, el orden, la obediencia, el sacrificio, la lealtad, la servicialidad, la honradez, el saber renunciar, etc. etc.

Acostumbrarlos a portarse bien en todas partes, a practicar el bien aunque sea penoso, y a huir del mal aunque sea seductor, espontáneamente, y por propia iniciativa, aunque nadie le vigile ni castigue. De mayores será muy difícil que adquieran virtudes que no se les sembraron de pequeños. La juventud sólo será fuerte si en su alma fue sembrada la semilla de las virtudes y los valores cristianos.

Los niños, para su buen desarrollo, necesitan caricias desde el primer momento. Se han hecho estudios de niños atendidos perfectamente en sus necesidades vitales, en centros especializados, pero faltos de cariño, que muestran anormalidades características.

«Juventud, divino tesoro», dice el poeta. Y tiene razón. La juventud es la época más bonita de la vida, y la más fácil. Es la época más linda, porque durante ella el corazón abriga infinidad de ilusiones y esperanzas no truncadas por los azares del vivir, y la cabeza engendra ensueños, ideales maravillosos, que muy bien pueden un día hacerse realidad. Pero es la época más difícil, por ser la encrucijada de mil caminos; y según el que se escoja va a estar la felicidad de toda nuestra única vida. Entre cientos de maravillosas posibilidades, se presenta, la angustiosa urgencia de elegir una, y con ello, rechazar todas las demás.

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