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Papás “posmodernos” y permisivos: ¿Generan hijos patoteros?

En general, la conducta de personas permisivas, autodenominadas “tolerantes”, configura una sociedad falsamente libre y por consiguiente, una sociedad in firmis, no firme, es decir, enferma.

Por Gregorio Cataldi Viedma.

Los padres permisivos suelen tener hijos patoteros. Y cuando se quejan de que su hijo es patota, ¿no será porque ellos son permisivos?: “Del mismo cuero sale la correa”, afirma aquel refrán.

De padres permisivos surgen hijos prepotentes, irrespetuosos con síndrome de “gerente general del universo” ignorantes de cómo usar la libertad para elegir el bien y evitar el mal, porque no diferencian lo bueno de lo malo.

Con la permisividad, el homo sapiens no crece, se transforma: hijos de papás permisivos se vuelven hombres-masa, es decir, incapaces de razonar, siguiendo sus impulsos por hacer todo lo que otros hacen: molestan al vecindario con polución sonora, gritos desaforados en medio de la madrugada y demás actos patoteriles, propios de imbéciles.

Si alguna vez han olfateado algún norte, lo han perdido y no saben qué hacer en la sociedad permisiva en que viven, a no ser: molestar, porque papá y mamá apoyan al mimado descarriado; porque ¡los jóvenes ko asi noma loo son! Este modo de comportarse una y otra vez, genera, ade­más de confusión,  un reprochable estilo de vida.

El patota no tiene límites para echar a andar su estúpida conducta prepotente, porque el combustible que le da largo aliento, proviene de permisivos padres. Si no hay valores, si la sociedad es permisiva, si cada quien hace lo que quiere, no puede haber ni respeto y mucho menos solidaridad, es decir, no puede haber bien común.

El derecho a la paz, tranquilidad, respeto al “otro” son elementos del bien común. Nadie tiene derecho a pisotear al vecino, argumentando la ignorante y enfermiza costumbre de cacarear: “Yo estoy en mi casa y nadie puede impedirme hacer lo que quiera”.

Si todo está permitido, si no se respetan las reglas básicas de convivencia humana, entonces no es posible que haya sociedad: luego, debemos regresar al estado salvaje de las junglas cavernarias. Así, cobra vigencia y buena salud la frase “homo homini lupus” el hombre es un lobo para el hombre, atribuida al inglés Thomas Hobbes (1588-1679).

Cuando respetamos al otro es porque sabemos que el otro es diferente: un valor único, irrepetible en el mundo y en la historia. Pero si el otro no es un va­lor, si es algo indiferente, repetible, entonces, ¿por qué le voy a respetar?

Afirma E. Mounier: La realización del hombre como persona tiene lugar en el ámbito de comunidad. La persona es esencialmente comunitaria. Lo contrario de una comunidad es la masa, aglomeración, indiferenciada, sociedad sin rostro, en la que los individuos son semejantes pero no próximos. Tiende al sueño, al conformismo, a la manipulación y a la opresión de unos pocos.

Lo mismo que se aprende a ser “yo” se aprende también a ser “nosotros” y como hay una degeneración del “yo” en el individuo, puede haber una degeneración del nosotros, es decir, se hace masa.

Se pregunta Aquilino Polain: ¿Puede haber una cultura sin valores? ¿Puede progre­sar la cultura en una sociedad permisiva? En el ámbito de la familia, cultivar la «tierra» significa cultivar al hombre, cultivarse a sí mismo, y todo esto supone esfuerzo. Si todo estuviera permitido, el esfuerzo, lógicamente también, estaría permitido, pero serían muy pocos los que opten por él, si es igual el esfuerzo que la vagancia.

¿Estimula la permisividad la emergencia de nuevos valores culturales? El pa­dre que no educa por ser «permisivo», ¿está haciendo algo por el futuro de este país? Sí; está contribuyendo a aumentar el número de los «patoteros», que son los que arruinan nuestras importantes instituciones como la universidad.

Nada de particular tiene que en un clima así, como decía Montanelli en 1978, «las aulas universitarias sean mi­tad cuadra y mitad prostíbulo». Esa es una de las principales consecuencias del permisivismo. Afortunadamente, la realidad no es tan negra como la pintaba Montanelli.

Los padres no permisivos son educadores. Por eso no ignoran que hay que luchar contra la permisividad, que hay que luchar cada uno contra sí mismo, para no ser permisivo ni con uno mismo, ni con los demás. (Aquilino Polain)

Los padres, decía el Dr. Carlos Díaz: No somos chorros de espermatozoides o vagina de reproducción solamente, somos y debemos ser educadores-formadores de nuestros hijos para una mejor sociedad. El Paraguay se merece una familia MEJORADA…

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