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Un buen catequista es un hombre de fe

Responsabilidades graves exigen cualidades exigentes, la importancia de la catequesis, de la transmisión misma de la fe en Cristo resucitado exige catequistas humildes, con fe, devotos e íntegros, para gloria de Dios y su Santa Iglesia.
Un buen catequista, es un hombre de fe

La Catequesis –nos lo explica el Catecismo de la Iglesia Católica– es el conjunto de esfuerzos realizados por la Iglesia para hacer discípulos, para ayudar a los hombres a creer que Jesús es el Hijo de Dios a fin de que, por la fe, tengan vida en su nombre, y para educarlos e instruirlos en esta vida. En un sentido más específico, se puede considerar que la catequesis en la fe de los niños, de los jóvenes y adultos es la que comprende especialmente una enseñanza de la doctrina cristiana, dada generalmente de modo orgánico y sistemático con miras a iniciarlos en la plenitud de la vida cristiana. Entonces, ¿Cuáles son los rasgos que deben caracterizar a un buen catequista?. Veámoslo en este artículo.

El Código de Derecho Canónico, el libro que compila la leyes de la Iglesia, nos explica en el número 775, que corresponde al Obispo diocesano, fomentar la iniciativa catequética en su diócesis en su carácter de Pastor. Eso nos habla de la naturaleza misma de la labor catequética; cuestión indispensable para entender las cualidades que debe reunir un catequista.

Si el catequista por antonomasia dentro de una diócesis es el obispo y los obispos son sucesores de los apóstoles, estamos hablando aquí de una misión apostólica.

Nuestro Señor después de resucitar y antes de ascender a los cielos dijo a los once discípulos reunidos en Galilea: «Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en en nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado». (Mt. 28, 16-20). Existe un mandato expreso de Jesucristo a los apóstoles; Nuestro Señor quiere que todos sean sus discípulos, que todos lo conozcan, que todos sean sus amigos, porque él llama amigos a todos aquellos a quienes da a conocer lo que ha oído de su Padre.

Por eso no es extraño en la rica historia de la Iglesia encontrar a Obispos encargados personalmente de la catequesis de los niños o adultos. Realidades territoriales de las diócesis impiden que el Obispo se encargue de modo particular en la enseñanza de las verdades de la fe, por eso esa responsabilidad es delegada a los párrocos, sin que por ello el juicio de la labor catequética de una diócesis sea sacada del obispo, los sacerdotes se convierten entonces en colaboradores del obispo en este mandato divino. Pero también los párrocos deben delegar esa función a varones y mujeres que sean idóneos, surgiendo así la figura de lo que nosotros conocemos como: catequista.

Por eso el catequista, en primer lugar DEBE SER HUMILDE. Tiene que estar consciente que está desempeñando esa función dentro de la Iglesia en lugar de un sacerdote; que es indigno de esa labor.

Que lleva un gran tesoro en una vasija de barro y que está ahí por pura bondad de Dios; porque un Dios providente quiso en sus insondables designios ser ayudado por él para que muchos lo conozcan. El catequista está ahí para desaparecer, porque no va hablar de sus propias bondades ni del fruto de sus descubrimientos científicos, sino sólo de las enseñanzas de la Iglesia.

Obispo enseñando - Un buen catequista es un hombre de fe

El catequista DEBE SER UN HOMBRE DE FE, la fe no es una ciencia infusa, la fe se aprende por el estudio personal y constante de las verdades de la fe; y solo un hombre que ha dedicado tiempo y esfuerzos a la asimilación de la doctrina católica, es decir que ha buscado intelectualmente lo que la Iglesia enseña y ha asumido en su vida diaria esas verdades, puede enseñar la fe a los demás. El catequista debe transmitir una experiencia cristiana propia, solo el que lleva una vida en consonancia con las verdades doctrinales de la Iglesia puede ser un buen catequista.

Es inconcebible un catequista que no lleve una vida de oración, principalmente litúrgica

Un buen catequista también DEBE SER UN HOMBRE DE ORACIÓN, porque un catequista debe hablar de su relacionamiento con Dios, de su experiencia de Dios, de su trato con el Dios al cual sirve y del cual habla. Debe ser un hombre que está en constante encuentro personal con Dios, y no me refiero con eso a un encuentro sentimental, sino a un encuentro con Jesucristo que es una persona. Jesucristo, el Verbo eterno del Padre adoptó nuestra naturaleza humana sin abandonar la divina y él es el destinatario de nuestro amor, un Dios que es hombre también; y el catequista debe conocer y amar profundamente a ese Dios-hombre; por eso es inconcebible un catequista que no lleve una vida de oración, principalmente litúrgica, ya que la liturgia es la oración de la Iglesia dirigida por el mismo Jesucristo que es la cabeza unida a sus miembros vivos, es decir los bautizados en estado de gracia.

Y por último, el catequista DEBE SER UN HOMBRE DE INTEGRIDAD MORAL, pues los mandamientos de Dios, se resumen en cosas que tenemos que hacer y cosas que tenemos que evitar; el catequista debe principalmente con su ejemplo mostrar el modo de vida de los hijos de Dios, el modo de pensar de los iluminados por la luz de la resurrección, el modo de ser los verdaderos hijos de Dios. Solo entonces podrá ser llamado catequista, o transmisor de las palabras de aquel que es la Palabra viva y que se tienen que hacer vida en cada corazón, como en San Pablo, que nos contaba que él ya no vivía sino que era Dios el que vivía en él.

Responsabilidades graves exigen cualidades exigentes, la importancia de la catequesis, de la transmisión misma de la fe en Cristo resucitado exige catequistas humildes, con fe, devotos e íntegros, para gloria de Dios y su Santa Iglesia, recemos por más buenos catequistas para que la luz de la fe siga iluminando los pueblos y aquel excelso mandato de Nuestro Señor no sea desoído.

La vida espiritual de un catequista requiere estudio, paciencia, oración, preparación, testimonio y un compromiso serio de tiempo y talento. Este apostolado debe facilitar el encuentro con Jesucristo, formar en Cristo los corazones y las almas de los niños y jóvenes y transmitirles el conocimiento sobre la fe Católica.

El objetivo final de cada catequista debe ser llevar a los niños y jóvenes al cielo.


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2 comentarios en “Un buen catequista es un hombre de fe”

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