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Las vacaciones y la vida interior

Las vacaciones, piensan algunos, se viven para olvidar deberes pesados, responsabilidades difíciles y normas oprimentes. El cristiano, sin embargo, no puede tomarse vacaciones de sus compromisos espirituales.
Vacaciones sin vida interior

Por Ma. Esther De Ariño

Existe el peligro de vivir el tiempo de vacaciones como si Dios no existiese, como si la fe cristiana fuese sólo para los días ordinarios, para el trabajo, cuando los familiares, conocidos y amigos clavan sus ojos en nosotros y siguen cada uno de nuestros movimientos.

Sería interesante preguntarnos si la vida interior puede o debe tener vacaciones. Primero partiremos de lo que significa o encierra la palabra: vacación.

Vacaciones es la suspensión del trabajo o del estudio durante algún tiempo y este tiempo de asueto, descanso y recreo que siempre ha sido sumamente necesario para el hombre, lo es mucho más para el hombre de nuestros días. Y al decir el hombre nos referimos también a la mujer y a los pequeños y grandes estudiantes que llevan un tiempo largo y sostenido en sus quehaceres y trabajos.

El periodo de vacaciones es muy saludable para la mente y para el cuerpo pues la rutina y el esfuerzo de la vida diaria pueden llegar a sumirnos en el estrés y por lo tanto al menor rendimiento de nuestras capacidades. Todo esto lo sabemos y está muy bien hasta ahí, pero.. ¿y la vida interior… el espíritu?

Decididamente es otra parte de la que sabemos se compone el hombre y no puede entrar en vacaciones. El enemigo acecha, siempre está alerta… él no tiene vacaciones.

Darle vacaciones a nuestra vida interior sería empezar a perder terreno en la batalla del bien contra el mal.

Nuestro espíritu se nutre de la oración, de la meditación, de la cercanía de los Sacramentos y de la presencia de Dios.

Estamos de acuerdo que el cambio en nuestro modo de vivir por vacaciones hará un poco distinto lo habitual pero hemos de procurar dar en todo momento un lugar preponderante a esta parte íntima de nuestro ser.

Hemos de acrecentar el deseo de orar, de elevar nuestra alma al Creador al contemplar una puesta de sol, quizá el mar, quizá la montaña. ¿Quién no puede encontrar, si quiere, un momento para darle gracias a Dios por el lindo día de campo, de viaje, de museos, de alegre diversión, de descanso, de encuentro con amigos o familiares distantes y pedirle nos siga bendiciendo y aumentando nuestra fe, en el siguiente día?

¿Quién no puede, si se lo propone, cumplir con el precepto de la Misa los domingos y tratar de buscar la palabra adecuada, la semilla buena, dejada caer como al azar, para que más tarde germine en el alma de quien tuvimos la ocasión de tratar en un viaje, o en una reunión?

Las vacaciones de nuestro espíritu son un mayor acercamiento a Dios. Ahí se robustece, ahí cobra mayor vigor. Pero ver el verano sólo como un momento de relax lleno de tentaciones es injusto para con nosotros mismos y para con el mismo Dios. Cuando disponemos de más tiempo libre, cuando los momentos de descanso son abundantes, podemos dedicarnos con mayor serenidad a tantas actividades que embellecen el corazón, que nos acercan a Dios. El Papa Juan Pablo II nos lo decía en sus palabras del domingo 6 de julio de 2003, cuando expresaba su deseo de que «sea provechoso el descanso veraniego para crecer espiritualmente».

No olvidemos, porque estamos de vacaciones, todo el esfuerzo que hicimos para mejorar día con día cuando estábamos en tiempo de trabajo, por el contrario, empeñémonos en obtener, donde quiera que estemos, un mejoramiento y superación en nuestra vida interior y el recuerdo de, que por donde pasamos, intentamos dejar una huella de luz para los demás.

¿Qué hacer en vacaciones? 3 sugerencias para un descanso renovador por el P. Javier de J. Castellanos, LC

Para disfrutar unas buenas vacaciones conviene tener en cuenta todos los factores. Hay que decidir con bastante tiempo de antelación si vas a salir de viaje a algún lado o te quedarás en casa. Si decides viajar, hay que reservar el hospedaje; calcular y ahorrar los gastos previstos en comida, transporte, compras… Hay que planear actividades entretenidas para los pequeños, así como un tiempo de calidad en pareja o con los parientes….

¿Cómo preparar otro factor importante, el factor espiritual? ¿Acaso no es también indispensable incluir a Dios en mis vacaciones? Te presento aquí algunas sencillas ideas que pueden ayudar a elevar el nivel de tu descanso, y que sea de provecho para cuerpo, mente y espíritu.

Primer consejo: Ahora que tienes tiempo, ¡aprovéchalo!

Si estás leyendo este artículo, muy probablemente eres un católico por encima del promedio. No te conformas con ir a misa y «no hacer nada malo,» sino que buscas madurar en la fe, profundizar en tu relación con Cristo y salir al encuentro del prójimo. Por todo ello te felicito: tienes una cualidad que vale su peso en oro. Hay tantas cosas buenas que quisieras hacer, pero hay que tener los pies en la tierra, salir adelante, pagar deudas y ganar el pan de cada día con el sudor de la frente. «¡No tengo tiempo!», es la respuesta, tan real y tan cierta, que debes ofrecer en ocasiones a las propuestas de crecimiento en la fe.

Ahora, sin embargo, durante algunos días tendrás algo, si no mucho, de tiempo a disposición. Ese deseo que llevas dentro se puede hacer realidad: podrás ir misa algún día extra, o bien dedicar unos momentos a formarte en ese tema tan debatido de la doctrina, o bien a leer ese libro de espiritualidad que te recomendó el confesor, o bien contarás con unos minutos más de oración cada día. Son solo algunos ejemplos de actividades que te ayudarán a desconectar del trajín ordinario, pesado y agotador, para conectar de nuevo con la Fuente extraordinaria de vida. Si te identificas con alguno de estos puntos, o si has recordado ya ese punto que no pudiste realizar durante el año, anótalo ahora mismo en tu plan de vacaciones. Y, puesto que por fin tendrás tiempo, ¡aprovéchalo

Segundo consejo: ¡Vuelve a la realidad!

Las vacaciones también son un tiempo para las actividades que más te gustan. Durante meses te has consumido por los mil problemas del trabajo, o por los interminables períodos de clase y estudio. La vida, en cambio, es mucho más que estudio y trabajo.

Por ello, este segundo consejo consiste en abrir de nuevo las puertas y salir al mundo real. Esta es la fórmula secreta por la cual anhelamos ir a la playa, o a una cabaña en el bosque. El mar, el sol, la vegetación tienen ese ingrediente que nos hace tocar de nuevo la realidad.

Si has planeado este tipo de vacaciones, o eres el tipo de persona que necesita respirar de la naturaleza, te sugiero que busques también descubrir a Dios que ha creado todas estas cosas y te las ha regalado para que las disfrutes.

Este consejo no viene de mí. Karol Wojtila, desde sus años de joven, y luego como sacerdote y obispo, amaba ir de paseo a las montañas, esquiar, escalar, caminar por aquellos parajes que tienen un cierto aire místico. Siendo ya Papa, San Juan Pablo II explicará cómo este contacto con la naturaleza jugó un papel imprescindible para lo que llamamos la Teología del cuerpo.

Dice el Papa en la catequesis del 2 de enero 1980: «Conviene dirigirse de nuevo a esas palabras fundamentales de las que se sirvió Cristo, esto es, a la palabra «creó», al sujeto «Creador», introduciendo en las consideraciones hechas hasta ahora una nueva dimensión, un nuevo criterio de comprensión e interpretación, que llamaremos «hermenéutica del don».

A través de estas palabras [«Vio Dios cuanto había hecho y era muy bueno»] somos llevados a entrever en el amor el motivo divino de la creación, la fuente de que brota: efectivamente, sólo el amor da comienzo al bien y se complace en el bien (cf. 1 Cor 13). Por esto, la creación, como obra de Dios, significa no sólo llamar de la nada a la existencia y establecer la existencia del mundo y del hombre en el mundo, sino que significa también donación».

En otras palabras, el Papa nos invita a ver la naturaleza –Creación de Dios– como un regalo que nos ha dado para que lo gozáramos y para que descubramos la grandeza del amor de Dios. Una montaña majestuosa, un bosque enigmático, un mar infinito, tantos paisajes que hay lejos y cerca de casa, son libros abiertos de espiritualidad. Vale la pena dedicarle tiempo a redescubrir el mundo bajo esta perspectiva. Que es la perspectiva real del mundo, por cierto.

Puedes dedicar toda tu atención a la relación con tu pareja, la relación con tus hijos, la relación contigo mismo. Puedes darles por fin el tiempo que se merecen.

Tercer consejo: Cuando no hay trabajo, entonces puedes trabajar

¿No es una contradicción? ¿Dejar el trabajo para trabajar? Parece una contradicción, pero no es así. Durante el año le dedicamos muchas horas semanales a un empleo para ganar la subsistencia, y está muy bien. Pero si lo puedes dejar por unos días, entonces puedes entregarte mejor a tareas mucho más valiosas. Puedes dedicar toda tu atención a la relación con tu pareja, la relación con tus hijos, la relación contigo mismo. Puedes darles por fin el tiempo que se merecen.

Hay otra frase que escuché hace algunos años y que refleja muy bien este consejo. «No hay mejor inversión de tiempo que perderlo con aquellos que amas.» En vacaciones puedes dejarlo todo para hablar con tu esposo o esposa de lo que llevan en el corazón. O bien, puedes olvidar las preocupaciones de la gente grande por un momento, y jugar con tus hijos. Incluso si no tienes la posibilidad de ir de viaje, pueden trabajar juntos en arreglar una parte de la casa, construir un proyecto entre todos. Puedes también reservar la tarde para un pasatiempo en familia en el que todos disfruten. Créeme que es una manera muy sencilla de solucionar los conflictos familiares que se acumulan a lo largo del año.

He aquí algunas sencillas sugerencias. Son tan sólo pinceladas de un boceto que luego tú mismo puedes completar. No hace falta cumplir todos y cada uno de los ejemplos que he mencionado. Ni siquiera es necesario cumplirlos a la letra. Piensa cuál de ellos te puede ayudar más, o cómo aplicarlo a tu situación concreta. Y sobre todo te deseo que estas vacaciones puedas experimentar a Dios. Porque Él está con nosotros todos los días, también cuando salimos de vacaciones.


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