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10 principios para renovar la música y el canto litúrgicos, según San Juan Pablo II

Con ocasión del centenario del Motu Proprio «Tra le sollecitudini» sobre la renovación de la música sacra, San Juan Pablo II dio 10 principios para renovar el canto litúrgico y la música en la Misa, entre otros.
Juan Pablo II y la Música Sacra

San Juan Pablo II gobernó la Iglesia por más veintisiete años, llevando su presencia misionera a todos los puntos de la tierra, alimentando la doctrina con abundantes y esclarecidos documentos, y convocando a todos los hombres de nuestra época a abrir sus puertas al Redentor.

San Juan Pablo II, inició su pontificado en 1978, en concreto un 22 de octubre, convertida en fecha de su festividad litúrgica desde su canonización en 2011 por Benedicto XVI.

Al cumplirse el centenario del Motu Proprio «Tra le sollecitudini» sobre la renovación de la música sacra, Juan Pablo II recordó al orbe católico la importante función de la música sagrada, que san Pío X presenta como medio de elevación del espíritu a Dios y como valiosa ayuda para los fieles en la «participación activa en los sacrosantos misterios y en la pública y solemne oración de la Iglesia».

1. Centralidad de la Santidad

San Juan Pablo señaló que «ante todo es necesario subrayar que la música destinada a los ritos sagrados debe tener como punto de referencia la santidad». Por ello, citó las sabias palabras del Beato Papa Pablo VI, quien afirmó que «si la música -instrumental o vocal- no posee al mismo tiempo el sentido de la oración, de la dignidad y de la belleza, se impide a sí misma la entrada en la esfera de lo sagrado y de lo religioso».

2. No todas las músicas son aptas

«La misma categoría de ‘música sagrada’ -advirtió San Juan Pablo II- hoy ha sufrido una ampliación tal que incluye repertorios que no pueden entrar en la celebración sin violar el espíritu y las normas de la misma liturgia».

«La reforma obrada por San Pío X se dirigía específicamente a purificar la música de la Iglesia de la contaminación de la música profana teatral, que en muchos países había contaminado el repertorio y la práctica musical litúrgica», recordó el Pontífice; y señaló que:

«en consecuencia, no todas las formas musicales pueden ser consideradas aptas para las celebraciones litúrgicas».

3. Cuidar la bondad de las formas

Otro principio es «el de la bondad de las formas». Es decir que «no puede haber música destinada a la celebración de los ritos sagrados que no sea antes “arte verdadero”, capaz de tener la eficacia “que se propone la Iglesia al admitir en su liturgia el arte de los sonidos”».

Sin embargo, «esta cualidad no es suficiente» advirtió el Papa peregrino. «Los diversos momentos litúrgicos exigen una expresión musical propia, siempre idónea para expresar la naturaleza propia de un rito determinado, ya proclamando las maravillas de Dios, ya manifestando sentimientos de alabanza, de súplica o incluso de tristeza por la experiencia del dolor humano, pero una experiencia que la fe abre a la perspectiva de la esperanza cristiana», puntualizó San Juan Pablo II.

5. Inculturación sin superficialidad

El Pontífice destacó luego el valor de la inculturación en la música litúrgica; pero señaló que «toda innovación en esta delicada materia debe respetar criterios peculiares, como la búsqueda de expresiones musicales que respondan a la necesaria involucración de toda la asamblea en la celebración y que eviten, al mismo tiempo, cualquier concesión a la ligereza y la superficialidad».

6. Nada de experimentos

«El sagrado ámbito de la celebración litúrgica no debe convertirse jamás en laboratorio de experimentos o de prácticas de composición y ejecución introducidas sin una atenta revisión», dijo además el Papa.

7. Elemento de unidad

El Canto Gregoriano, expresó luego San Juan Pablo II, «ocupa un lugar particular»; pues «sigue siendo aún hoy el elemento de unidad» en la liturgia.

«San Pío X explicó que la Iglesia lo “heredó de los antiguos Padres”, lo “ha conservado celosamente durante el curso de los siglos en sus códices litúrgicos” y lo “sigue proponiendo a los fieles” como suyo, considerándolo “como modelo acabado de música sagrada”», destacó.

8. Evitar la improvisación

En general, señalaba San Juan Pablo II, el aspecto musical de las celebraciones litúrgicas «no puede ser dejado a la improvisación, ni al arbitrio de los individuos, sino que debe ser confiado a una bien concertada dirección en respeto a las normas y competencias, como fruto significativo de una adecuada formación litúrgica».

9. Sólida formación

Por ello, en el campo litúrgico, el Papa resaltaba «la urgencia de promover una sólida formación tanto de los pastores como de los fieles laicos».

«También el Concilio Vaticano II hizo una recomendación en este sentido: “Dese mucha importancia a la enseñanza y a la práctica musical en los seminarios, en los noviciados de religiosos y religiosas, y en las casas de estudios, así como en los demás institutos y escuelas católicas”», recordó el Papa polaco.

10. Seguir el supremo modelo

El Pontífice reconoció el valor de la música popular litúrgica, pero respecto de ellas señaló que «hago mía la “ley general”’ que San Pío X formulaba en estos términos: “Tanto una composición para la iglesia es más sagrada y litúrgica, cuanto más en el ritmo, en la inspiración y en el sabor se apoya en la melodía gregoriana, y tanto menos es digna del templo, cuanto más alejada se reconoce de aquel supremo modelo”».

San Juan Pablo II resaltó que actualmente «no faltan compositores capaces de ofrecer, en este espíritu, su indispensable aporte y su competente colaboración para incrementar el patrimonio de la música al servicio de una Liturgia siempre más intensamente vivida».

Juan Pablo II recuerda que San Pío X, «dirigiéndose a los Obispos, prescribía que instituyesen en sus diócesis “una comisión especial de personas verdaderamente competentes en cosas de música sagrada”».

«Allí donde la disposición pontificia fue puesta en práctica los frutos no han faltado», destacó San Juan Pablo II; por ello, deseó que «los obispos sigan secundando el compromiso de estas comisiones, favoreciendo la eficacia en el ámbito pastoral».

«También confío que las Conferencias episcopales realicen cuidadosamente el examen de los textos destinados al canto litúrgico, y presten especial atención a la evaluación y promoción de melodías que sean verdaderamente aptas para el uso sagrado», concluyó.

Para leer la Carta completa de San Juan Pablo II con fecha del 22 de noviembre de 2003, memoria de Santa Cecilia, visite:http://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/letters/2003/documents/hf_jp-ii_let_20031203_musica-sacra.html#_ftnref15

Fuente:  ACIprensa

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