Editorial de la edición Nro. 22 de nuestra revista impresa.
Cuando el Señor subió a los cielos dejó un testamento ineludible para todo la Iglesia: «Vayan por todo el mundo y proclamen la Buena Nueva a toda la creación». La predicación de las verdades necesarias para la salvación es una tarea que quedará activa hasta el fin de los tiempos. No tiene plazos o períodos de tiempo, no hay condiciones que puedan impedir o no esta labor; el Señor –es importante que lo comprendamos– sólo ha dado un mandato «vayan por todo el mundo». Mandó ir, e indicó que sea por todo el mundo. Habiendo casi llegado al primer cuarto del vigésimo primer siglo de la Redención, todavía existen tribus en el mundo –numerosas, por cierto– que no han recibido aún la predicación del Evangelio: «¿Cómo creerán si nadie les predica?».
Sin embargo, a medida que avanza una cultura que propicia el placer y la comodidad, que aboga por un acuerdo entre cristianismo y mundo, los bautizados se hacen cada vez menos interesados en que se extienda el Reino de Dios. Más aún, un falso ecumenismo y la idea de que cada uno puede elegir la religión que más le convence, no ha hecho más que mella en la conciencia católica misionera. ¿Dónde están hoy los misioneros? Lo que hay es muy poco si consideramos la inmensidad que todavía falta.
Es necesario que volvamos a encender el ardor misionero.
En esta edición compartimos contigo lo que pudimos hacer y ver acerca de esta labor tan importante como fundamental para la Iglesia. Tendrás testimonios y entrevistas acerca de un poco de lo que se está haciendo hoy, aún en los más recónditos y lejanos lugares del planeta.
No dejes de encender tu corazón en el amor de Cristo, que se ha hecho carne para salvarnos. Nosotros ¿no deberíamos también correr tras Él para responder a este amor? He aquí, el sentido de la misión.
Director Editorial
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