Por el Padre J. Croisset
Hay pocos artificios que le salgan mejor al enemigo de la salvación que esta inquietud. Dios no te quiere al presente sino en el estado en que estás: no pienses sino en cumplir con las obligaciones de él. Mira como una ilusión perniciosa todas aquellas inconstancias del corazón y del espíritu, que consumen el alma en vanos pesares y en frívolos deseos. Después de haber elegido un estado de vida no pienses sino en cumplir con puntualidad con todas las obligaciones del estado que abrazaste.
Considera que, además de los medios comunes a todos los fieles, encuentra cada uno en su condición y en su estado medios particulares para hacerse santo. La divina Providencia ha dispuesto de tal modo todas las cosas, y arreglado tan bien todas las condiciones, que todos son caminos para llegar seguramente a nuestro último fin. No envidiemos el retiro de los unos, ni la tranquilidad de los otros; nosotros podemos, cada uno en su propio fondo, hallar los mismos frutos, o a lo menos equivalentes. No seamos siervos ociosos, ni obreros inútiles, pocas tierras hay que no pudiesen dar el céntuplo; pocos talentos que no se multiplicasen al duplo, si se tuviese cuidado de hacerlos valer.
No hay estado de vida, no hay condición sobre la tierra, no hay edad en la vida que no haya tenido grandes santos, y estos santos de la misma edad, y en el mismo estado que nosotros, no han ido a buscar en otra parte otros medios para hacerse santos, que los que nuestra edad y nuestra condición nos proporcionan; aún tenemos nosotros más que ellos, pues tenemos el auxilio de sus buenos ejemplos.
No hay estado sin cruz ni tampoco rosas sin espinas
Considera particularmente hoy cuáles son estas obligaciones y cuáles son con las que menos cumples. Mira si te sirves de todos los medios que tienes en tu estado para santificarte. No hay estado sin cruz ni tampoco rosas sin espinas: las dulzuras de una fortuna floreciente, las amarguras de una familia cargada de deudas, las dificultades de una condición llena de ocupaciones, los cuidados de la casa, las alegrías y los llantos de esta vida: todo puede servir para la salvación. Examina cómo has usado hasta aquí de todo esto.
¡Qué poco me he aprovechado, mi dulce Jesús, de los medios que tengo para hacerme santo; y qué mal he correspondido a todas vuestras gracias! Yo admiro todos los días lo que los santos han hecho para hacerse santos, y no me aprovecho de sus ejemplos. Continuadme, Señor, los auxilios de vuestra gracia, y desde este momento voy a poner fin a mis infidelidades.
Es una cosa muy santa y muy útil hacer todas las mañanas una oración para pedir a Dios la gracia de cumplir bien con todas las obligaciones de tu estado. La que se sigue es de Santo Tomás; apenas se podrá hacer otra mejor:
Concédeme, misericordioso Dios, que conozca verdaderamente, que desee ardientemente, que investigue con prudencia y que cumpla perfectamente todo lo que fuere de vuestro agrado, y siempre para mayor honra y gloria vuestra. Arregla todas las cosas en el estado a que me has llamado y hazme conocer lo que quieres que haga. Haz que conozca todas mis obligaciones y que las cumpla con puntualidad y con fruto. Concédeme, Señor y Dios mío, la gracia de no desagradarte jamás en los diversos incidentes de la vida: haz que sea humilde en la prosperidad y que las adversidades no abatan mi confianza; que no sienta otro dolor ni otra alegría que el de apartarme de ti o la de unirme contigo; que sólo desee agradarte y que nada tema tanto como desagradarte; que no me mueva todo lo que pasa; que sólo ame lo que viene de ti -por amor a ti-, y a ti más que a todas las cosas; que todo gozo en que tú no tienes parte me sea amargo y que no halle gusto sino en lo que es de tu agrado. Finalmente, concédeme Señor que de tal suerte use de tus beneficios durante esta vida, que tenga la dicha de poseerte y de gozar de la eterna felicidad en la Patria celestial. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Conforme los Católicos tienen su lugar en el mundo, algunos, quienes no sienten el llamado a una vida religiosa, pueden pasar por alto la idea de tener una vocacion, pero todos y cada uno estan llamados a servir en el Reino de Dios.
De acuerdo al llamado bautismal de todos los Católicos, los miembros de la Iglesia “comparten el sacerdocio, profesan. Y bondadosamente trabajan para Cristo, con sus mejores habilidades llevando así la misión de los Cristianos en la Iglesia y en el mundo.” (Lumen Gentium).
Todos los fieles son llamados «con el bautismo a la santidad, que es la meta propuesta a todo estado de vida», recuerda Benedicto XVI.