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Card. Amato sobre Chiquitunga: Una gran figura de joven generosa y alegre

La beatificación de Chiquitunga constituyó un hecho sublime y trascendental para la Iglesia Católica en Paraguay.

El Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, Cardenal Angelo Amato, proclamó beata a María Felicia Giuggiari Echeverría «Chiquitunga», en una Misa celebrada en el estadio del club Cerro Porteño en Asunción, a la que asistieron más de 40.000 fieles.


Luego de la lectura de la biografía de Chiquitunga, el Cardenal leyó la carta apostólica en latín con la que, en nombre del Papa Francisco, declaró beata a la religiosa carmelita, la primera de Paraguay.

«Sea llamada Beata, de ahora en adelante, y que, el 28 de abril, día de su nacimiento en el cielo, pueda ser celebrada cada año», dijo el enviado del papa Francisco en la ceremonia en el estadio Cerro Porteño, en Asunción. La beatificación de Chiquitunga constituyó un hecho sublime y trascendental para la Iglesia Católica en Paraguay.

Homilía del cardenal Amato

Al iniciar su homilía, el Cardenal recordó que en 1988 San Juan Pablo II recordó a San Roque González de Santa Cruz, que fundó las famosas reducciones de Paraguay, «conocidas y apreciadas en todo el mundo como modelos de evangelización y de formación social y cultural del pueblo guaraní».

María Felicia de Jesús Sacramentado, continuó el Prefecto, «es una gran figura de joven generosa y alegre en vivir integralmente su bautismo y su consagración religiosa a la luz de la gracia de Dios y el servicio al prójimo».

«Era una persona que respondía 100% a la llamada de su bautismo. Su fe era sólida, vida y operante. Los testigos hablan de una fe inmensa, convencida, expansiva, que se manifestaba diariamente en su obediencia, en su exquisita caridad y en el pedir perdón por los errores propios y de los demás».

«Todo te ofrezco, Señor», fue «su programa de vida, desde cuando era joven hasta su muerte».

La lectura del Nuevo Testamento, continuó el purpurado, «fue el arma de su apostolado. Cuando ingresó al convento regaló a todas sus hermanas una copia de los cuatro evangelios». «Siempre rezaba por la santificación de los sacerdotes. En su última enfermedad ofreció sus sufrimientos por ellos», añadió.

Chiquitunga renunció al amor humano para entregarse completamente a Jesús. «Todo te ofrezco, Señor», fue «su programa de vida, desde cuando era joven hasta su muerte».

Chiquitunga, que era llamada así por su pequeña estatura, quería «ofrecer la vida por el Señor, también incluso derramando su sangre en el martirio». En efecto, en un tiempo de graves turbulencias sociopolíticas, decía que estaba lista a morir por la fe. «De este amor a Dios brotaba una gran caridad fraterna, hecha de acogida, comprensión y perdón».

El Cardenal Amato resaltó que en la Acción Católica o en el convento carmelita, Chiquitunga «estaba siempre disponible para colaborar, ayudar, para la concordia». Por su disposición para ayudar a los ancianos, pobres y enfermos, «algunos testigos la comparan con la Madre Teresa de Calcuta».

El Prefecto también resaltó que la religiosa carmelita fue «un verdadero ángel benefactor, que se acercaba a las almas cansadas y los cuerpos heridos para ofrecerles el don de un sincero compartir humano».

La misma generosidad la mostró en el convento. «Su caridad hacia las hermanas necesitadas fue verdaderamente heroica, o como dice una hermana, ‘exagerada’». De hecho, «perdonaba prontamente y siempre a quienes las maltrataban. Conquistaba a todas con su paciencia sonriente». «Después de su muerte, las hermanas más críticas fueron las primeras en llorar y en testimoniar su caridad heroica», subrayó.

«La nueva beata alienta a la juventud paraguaya a permanecer siempre fieles al amor de Jesús y a siempre servir a los más necesitados», concluyó el Cardenal.

El milagro que permitió la beatificación

El joven de 15 años, Angel Ramón Duarte, protagonista del milagro que ha permitido la beatificación, participó en la Misa junto a su familia. Duarte nació en agosto de 2002, prácticamente muerto, en un modesto centro hospitalario del interior de Paraguay. Nació sin signos vitales, el equipo de oxigeno explotó y fueron a buscar otro. Cuando pasaron más de 20 minutos, intentaron reanimarlo de manera natural y sintieron que había un latido en el cordón umbilical.

Entonces, «la obstetra vio esa escena. El niño era hijo de padres muy pobres, sordomudos los dos. Ella se encomendó a Chiquitunga y pidió que viviera para que los padres no sufrieran un dolor más. Pidió, rezó para que el niño viviera. Los teólogos del Vaticano dijeron que era imposible que el niño no tuviera secuelas», añadió el postulador de la causa. «Este 15 de agosto cumplirá 16 años y goza de muy buena salud», concluyó el postulador.

Breve biografía

María Felicia Guggiari Echeverría nació en Villarrica el 12 de enero de 1925. Desde los 14 años se dedicó intensamente a la oración y al apostolado en la Acción Católica de Paraguay.

En ese periodo impartió la catequesis a niños, jóvenes trabajadores, universitarios con problemas, pobres, enfermos y ancianos.

El 14 de agosto de 1955, con 30 años de edad, respondió al llamado de Dios e ingresó a la vida contemplativa en la Orden de las Carmelitas Descalzas. Pasó a llamarse María Felicia de Jesús Sacramentado.

A los 34 años contrajo hepatitis infecciosa y el 28 de abril de 1959, un domingo de Pascua, falleció.

Las últimas palabras de la Chiquitunga fueron: «Papito querido, ¡qué feliz soy! ¡Qué grande es la religión católica! ¡Qué dicha el encuentro con mi Jesús! ¡Soy muy feliz!, y «Jesús te amo. ¡Que dulce encuentro! ¡Virgen María!».

En 2010 fue declarada venerable por Benedicto XVI

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