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Chiquitunga salva de la muerte a un Comunista

Nuestra querida Chiquitunga, un gran ejemplo de vida apostólica, quien sin respetos humanos ni miedos, como veremos en esta anécdota recogida en el Libro «La misericordia sonriente» de Felipe Sáinz de Baranda, predica a un comunista y lo convierte, lo cual constituye un milagro en vida de la futura beata.

El 23 de junio del 2018 fue beatificada nuestra querida Chiquitunga, un gran ejemplo de vida apostólica, quien sin respetos humanos ni miedos, como veremos en esta anécdota recogida en el Libro «La misericordia sonriente» de Felipe Sáinz de Baranda, predica a un comunista y lo convierte, lo cual constituye un milagro en vida de la Beata paraguaya.


Don Marcelino Valiente fue un poeta reconocido y admirado en Paraguay. Había dedicado unos versos a Chiquitunga:

«A la grata lumbre de una aurora eterna
contemplé tu imagen desde mi prisión,
tus trenzas sedeñas, caían muy negras,
sobre el guardapolvo de almidón.
Diminuta y ágil, noble, alegre y buena,
cubierta en la gracia de un limpio candor
y tu rostro blanco, natural y fresco
agua limpia y mansa de claridad»

 

Esta poesía tiene una historia detrás. Gran poeta era Don Marcelino Valiente, pero también comunista empedernido, de los peligrosos, según el gobierno de entonces. Por eso, siempre que había un acontecimiento político de relieve en Asunción, D. Marcelino era cliente seguro de la cárcel, por razones de seguridad; por lo que tuvo que pasar tantos días y horas de amargura desesperante en la cárcel de Tacumbú.

Chiquitunga, movida por su gran amor a las almas, decide ir a visitarlo a la cárcel. Cuando llega a la entrada, el guardia, temiendo por su seguridad, no quiere dejarla pasar, pero ella insiste, hasta que finalmente la deja pasar. Ve a Don Marcelino sentado en un banco solo, Chiquitunga, segura se dirige hacia él:

– Buenas tardes, muy buenas tardes, ¿tengo el gusto de estar con D. Marcelino Valiente?
– Sí y quién es usted?

– Yo soy la señorita María Felicia Guggiari, a quien familiarmente llaman Chiquitunga.
– ¿Y para qué ha venido?

– Para traerle un doble regalo: a Cristo y a la Iglesia.

Así de directa y clara era Chiquitunga en su apostolado. Sin respetos humanos ni miedos, con la libertad del evangelio.

Don Marcelino no entiende, se queda en silencio, y la mira atentamente. Es lo único que él recordará: el encuentro con la mirada limpia y transparente de Chiquitunga. Y esa palabra era como una palabra amorosa, que seguía hablándole.

Chiquitunga, fiel amiga de los necesitados, volverá siempre que se entera que D. Marcelino está en la cárcel. Hasta que pasado el tiempo, sucede lo que ella temía. Más o menos a las 22 H, Don Marcelino va caminando por la calle contigua a la parroquia de Encarnación, una zona socialmente peligrosa.

Y en un momento, se percata de que alguien le sigue, se vuelve a mirar y, con enorme sorpresa suya, ve que es Chiquitunga:

– ¿Qué hace usted aquí a estas horas?
– Y usted a dónde va?
– Voy al río, al puente Remanso, a suicidarme.

Chiquitunga, con una seguridad no humana, le agarra del brazo y le dice: No, usted ahora viene conmigo a donde un sacerdote, para confesarse. D. Marcelino, el comunista revolucionario y rebelde, vencido y derrotado por algo que no sabe lo que es, se deja llevar hasta la casa de un sacerdote, que lo recibe con los brazos abiertos como el padre de la parábola del hijo pródigo.

Nunca nadie supo como María Felicia se enteró de la situación fatal en que se encontraba Don Marcelino. Esta historia lo atestiguan los hijos de Don Valiente, quienes guardan esta experiencia como algo sagrado e íntimo.

 

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2 comentarios en “Chiquitunga salva de la muerte a un Comunista”

  1. Sinforiano Jeremías Froilán Valiente Benítez

    Hay mucha tergiversación en este relato.
    Don Marcelino Valiente jamás estuvo en la cárcel de Tacumbú. La cárcel donde estuvo y que María Felicia Gugiari le visitó fue en la cárcel pública que estaba entones en la esquina de la Catedral Metropolitana de Asunción.
    Yo soy el quinto de sus hijo por lo que conozco la historia de mi padre bastante bien.

  2. Sinforiano Jeremías Froilán Valiente Benítez

    La cárcel donde fue llevado varias veces mi padre y donde fue Maria Felicia Guggiari a visitarlo, se encontraba en el patio del actual Colegio de la Providencia, demolido luego del traslado de presos a la Penitenciaría de Tacumbú, en el año de 1955.
    Antes del año de 1950 sucedió la conversión de mi padre, y su liberación como preso político de dicha cárcel por lo que es imposible que él haya estado en la cárcel de Tacumbú.

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