Presencia de Dios en medio del trabajo
(Lucas 10, 38-42) «¡Marta, Marta! tú te afanas y te agitas por muchas cosas. Una sola es necesaria. María eligió la buena parte, que no le será quitada»
(Lucas 10, 38-42) «¡Marta, Marta! tú te afanas y te agitas por muchas cosas. Una sola es necesaria. María eligió la buena parte, que no le será quitada»
La Iglesia Católica cuenta con una gran riqueza en sus oraciones y devociones, una de ellas, que con el paso del tiempo ha caído en el olvido, es la oración «Alma de Cristo», en latín «Anima Christi»; una plegaria que nació probablemente alrededor del siglo XIV.
Durante la cuaresma la Iglesia nos invita a meditar en nuestros en muchos pecados y a pedir perdón a Dios para alcanzar la gracia y la paz.
El padre Ed Broom explica que aprender a rezar la Liturgia de las Horas “requerirá tiempo y esfuerzo, pero indudablemente vale la pena invertir en ello, dado que la Liturgia de las Horas es un valioso recurso no sólo para aprender el arte de la oración, sino para estar unidos a Dios, a la Iglesia y a todo el Cuerpo Místico de Cristo”.
Prestos a celebrar la Cuaresma, la Iglesia nos propone meditar en nuestros pecados y arrepentirnos de corazón, nos invita alcanzar la conversión por medio de la oración, el ayuno y la mortificación.
Tres cosas pertenecen principalmente a las acciones religiosas: la oración, el ayuno y la limosna, que se han de realizar en todo tiempo, pero especialmente en el tiempo consagrado por las tradiciones apostólicas [adviento y cuaresma]
San Alberto reúne en su vida múltiples facetas: científico y teólogo, fraile y místico, obispo y Doctor de la Iglesia. Este Santo recibió tres llaves para llegar a la santidad: enseñar, rezar y estudiar. Enseñó a muchos. Entre otros, a Santo Tomás de Aquino.
El objetivo del Rosario es elevar nuestras almas a Dios a través de la contemplación de los más grandes misterios de la fe. Cuando se considera así el Rosario a la luz de su contenido eterno e infinito, no es de extrañarnos que los Santos lo hayan alabado tan profusamente, asegurándonos Sor Lucía de Fátima que, después del Santo Sacrificio de la Misa, la oración más agradable para Dios es el «Salterio de la Virgen».
San Francisco de Sales nos propone estas meditaciones para cada uno de los días de la Semana Santa. Meditemos en la pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo.
San Juan Crisóstomo nos enseña que
existen ciertamente muchos, distintos y diferentes caminos de penitencia, y todos ellos conducen al Cielo. En este articulo citaremos 5 recomendaciones del santo.
La oración es el medio más necesario y seguro para alcanzar la salvación y todas las gracias que ella acarrea. Sin la gracia de Dios no podemos resistir a muchos y poderosos enemigos. Y esta gracia sólo se da a los que rezan; por tanto, sin oración no hay victoria y no hay salvación.
Las adversidades son útiles a los justos, necesarias a los pecadores. San Claudio de la Colombiere nos expone la importancia fundamental de la oración y la confianza puesta en Dios.
Ante la pandemia de su tiempo, San Gregorio Magno exhortó a los suyos a levantar la mirada a Dios y fortalecerse con los remedios eficaces que ofrece la Iglesia: la oración y la penitencia.
Nuestro Señor Jesucristo nos dio un claro de ejemplo de que nunca debemos de cansarnos de pedir a Dios aquello que necesitamos pues él, siendo hijo de Dios, rogaba frecuentemente al Padre.
(Marcos 8, 1-4) «No le vayas a contar esto a nadie. Pero ve ahora a presentarte al sacerdote y lleva la ofrenda prescrita por Moisés para probar tu curación»
(Mateo 6, 7-15) «Si ustedes perdonan las faltas a los hombres, también a ustedes los perdonará el Padre celestial».
(Mateo 6, 1-6; 16-18) «Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora ante tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará»
(Juan 16, 12-15) «Todo lo que tiene el padre, también es mío; por eso les he dicho que todo lo que el Espíritu les dé a conocer».
La guerra que nos hace el demonio no tiene más objeto que haceros abandonar la oración.
Hace exactamente 100 años, una santa murió en circunstancias muy similares a las actuales. Santa Jacinta Marto, vidente de Fátima, padeció la peste de su tiempo, ella supo cómo hacer que su enfermedad sea remedio para muchos, ofreciendo cada dolor “por la conversión de los pecadores”.
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