El farol de la Cruz
(Juan 3, 14-21) «Y como Moisés, en el desierto, levantó la serpiente, así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado. Para que todo el que cree tenga en Él vida eterna»
(Juan 3, 14-21) «Y como Moisés, en el desierto, levantó la serpiente, así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado. Para que todo el que cree tenga en Él vida eterna»
(Juan 3, 14-21) «Y como Moisés, en el desierto, levantó la serpiente, así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado. Para que todo el que cree tenga en Él vida eterna»
(Lucas 13, 22-30) Díjole uno: «Señor, ¿los que se salvan serán pocos?» Respondióles: «Pelead para entrar por la puerta angosta, porque muchos, os lo declaro, tratarán de entrar y no podrán […]».
(Mateo 16, 21-27) «Entonces, dijo a sus discípulos: “Si alguno quiere seguirme, renuncie a sí mismo, y lleve su cruz y siga tras de Mí. Porque el que quisiere salvar su alma, la perderá; y quien pierda su alma por mi causa, la hallará. Porque ¿De que sirve al hombre, si gana el mundo entero, mas pierde su alma?»
(Marcos 12, 13-17) «[…] ¿Es lícito pagar el tributo al César o no? ¿Pagaremos o no pagaremos?”»
(Lucas 13, 22-30) «Esfuércense en entrar por la puerta, que es angosta, pues yo les aseguro que muchos tratarán de entrar y no podrán»
Ofrecemos algunas nociones en las cuales expondremos, principalmente, el propio concepto de la fe en sus distintas modalidades y la verdadera naturaleza de la fe divina o sobrenatural.
(Marcos 10, 46-52 ) Jesús le dijo: «¿Qué deseas que te haga?» El ciego le respondio: «¡Rabbuni, que yo vea!» Jesús le dijo: «¡Anda! tu fe te ha sanado»
(Juan 12, 20-33) «Si alguno me quiere servir, sígame, y allí donde Yo estaré, mi servidor estará también; si alguno me sirve, el Padre lo honrará»
¿De qué le vale al hombre conquistar el mundo entero, si pierde su alma? ¡Oh máxima poderosa, que tantas almas ha llevado al cielo y tantos santos ha dado a la Iglesia! ¿De qué sirve ganar todo este mundo, que muere, si se pierde el alma, que es eterna?
¿Quiénes se salvan? ¿Es Dios quien condena? ¿Cuál es la utilidad de saber si son pocos o muchos los que se salvan? San Leonardo de Porto Maurizio, predicador franciscano de principios del siglo XVIII, nos explica este intrigante tema. Pese a que el texto fue escrito hace muchos años permanece tan actual que parece hecho para nuestros días.
(Mateo 10, 37-42) «El que salve su vida la perderá y el que la pierda por mí, la salvará».
¿Cómo ejercitar esta caridad? Mediante los sufragios, nuestras oraciones, nuestras obras satisfactorias, nuestras limosnas, lucrando indulgencias y, sobre todo, mediante el Santo Sacrificio de la Misa, ofrecido por el descanso de las almas de purgatorio.
En los tiempos que corren, lo que menos falta es quien quiera resaltar sobremanera la misericordia de Dios al punto de eliminar todo lo que exista en Él de severidad o castigo. Se considera como maldad o falta de misericordia la existencia o la mera posibilidad del infierno. Sin embargo, sin pretender dar la doctrina sobre el tema, que te lo dejo aquí en este enlace, podemos hacer todavía algunas reflexiones. ¡No se puede ser más misericordioso que Dios! Dios, por su propia naturaleza, es todo bondad y misericordia, y no cabe en él ninguna imperfección. El odio o la maldad son imperfecciones, y ellas no son compatibles con la omnipotencia divina. Pero la condenación del pecador no es efecto de un defecto divino, sino de su perfectísima justicia, que ha dado a cada uno, en vida, todos los medios necesarios para obrar con bondad. Y aún, si no lo aprovechó, todavía le queda arrepentirse. Todo esto lo digo de manera sumamente simplificada, omitiendo lo referente a la gracia de Dios y su relación con la libertad humana. Pero la doctrina cristiana es básicamente esa. Además, es verdad el hecho de que en la misma revelación hay numerosas referencias al
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