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Jornada Mundial de las Misiones: Todos los bautizados estamos llamados a ser misioneros

«Vayan por todo el mundo y proclamen la Buena Nueva a toda la creación» es el mandato supremo del Señor a todos los bautizados. Todos  estamos llamados a ser misioneros, cada uno según su situación, talentos y posibilidades. Y no necesitamos viajar para participar en una misión. Consideremos que santa Teresita, santa patrona de los misioneros, ¡nunca salió de su convento!
Jornada Mundial de las Misiones:

Cada año la Iglesia Celebra, el 4to domingo de octubre en todo el mundo, la Jornada Mundial de las Misiones.

Por Alejandra Sosa

7 cosas que debes saber sobre las misiones

Las misiones responden al llamado que nos hacen Nuestro Señor Jesucristo y la Iglesia para compartir con todos la alegría que nos da nuestra fe y anunciar a Cristo a aquellos que no lo conocen.

1. ¿Qué son las misiones?

Se suelen llamar «misiones» a iniciativas, actividades y lugares destinados a evangelizar a quienes se encuentran en regiones lejanas, aisladas y no conocen a Cristo. Pero hoy en día, se incluyen también a quienes tenemos alrededor, a los que están cerca de nosotros, pero alejados de Dios.

Las misiones responden al llamado que nos hacen Jesús y la Iglesia para compartir con todos la alegría que nos da nuestra fe, el consuelo que hallamos en los Sacramentos, el amor con que ha inundado nuestro corazón el Señor, y la esperanza cierta que nos sostiene y alienta para superar con fortaleza y paz toda dificultad.

2. ¿Quiénes pueden ser misioneros?

Hay quien todavía cree que las misiones sólo las realizan sacerdotes y religiosas que se van a lugares lejanísimos en África o Asia, pero no es así. Todos los bautizados estamos llamados a ser misioneros, cada uno según su situación, talentos y posibilidades. Y no necesitamos viajar para participar en una misión. Consideremos que santa Teresita, santa patrona de los misioneros, ¡nunca salió de su convento!

Prepárate bien para poder responder: lee el Catecismo, la Biblia, asiste a Misa, dialoga con el Señor, considérate en «misión permanente».

3. ¿Cómo participar en misiones?

Hay varias posibilidades:

Material: Quienes realizan misiones en regiones pobres o en países donde los cristianos son condenados a muerte, sufren acoso y persecución, no tienen posibilidad de trabajar, así que para sobrevivir dependen de donativos. Por ejemplo: Los misioneros y órdenes religiosas como los Misioneros de Guadalupe, los Combonianos, los Scalabrinianos, etc. Es importante sostenerlos económicamente. También se les puede asistir con ropa, medicinas y despensas.

Espiritual: Orar a diario por los misioneros, sobre todo por los enfermos y los que acompañan a poblaciones aterrorizadas, perseguidas, torturadas por el «crimen» de ser cristianos. Se pueden ofrecer por ellos Misas, visitas al Santísimo Sacramento, el rezo del Rosario.

Testimonial: Tal vez tú seas la única persona católica en tu casa o en tu comunidad, y tu manera de vivir, lo que dices, tu capacidad para perdonar, para mantener la alegría y la paz, tu solidaridad puede llamar la atención de alguien y animarle a preguntarte y a acercarse a la fe. Prepárate bien para poder responder: lee el Catecismo, la Biblia, asiste a Misa, dialoga con el Señor, considérate en «misión permanente».

Virtual: Sigue el ejemplo el  beato Carlo Acutis: misiona en redes sociales, comparte tu fe, transmite sólo contenidos que edifiquen.

4. ¿Dónde se pueden realizar misiones?

En todas partes, dondequiera que haya alguien que no conoce a Jesús: desde en los lugares más remotos del planeta, hasta en tu propia casa, con tu familia, con tus vecinos, con tu comunidad y, desde luego, en internet.

5. ¿Cuándo se deben realizar?

Ya. No hay tiempo que perder. El mundo se aleja cada vez más de Dios y entra en una espiral destructiva dominada por el ansia de dinero, placer, poder, prestigio. Quien no tiene a Dios en su corazón, está en grave riesgo de perder su salvación.

6. ¿Por qué debemos ser misioneros?

Porque nos lo pidió el Señor al decirnos: «Vayan por todo el mundo y proclamen la Buena Nueva a toda la creación» (Mc, 16, 15). No es opcional. No dijo: «si quieren, vayan», ni encontramos unas letritas pequeñas que digan: «aplican restricciones»

7. ¿Para qué misionar?

Para ayudar a los demás a hallarle sentido a su vida, a saber que existe Dios, que los ama y los llama a descubrir cómo pasar con Él toda la eternidad.

Benedicto XVI nos habla sobre la Jornada Mundial de las Misiones

La Jornada Mundial de las Misiones fue instituida por el Papa Pío XI, que dio un fuerte impulso a las Misiones Ad Gentes y que en el jubileo de 1925 promovió una grandiosa exposición, que se transformó después en la actual Colección Etnológico-Misionera de los Museos vaticanos.

La misión, si no está animada por el amor, se reduce a una actividad filantrópica y social. A los cristianos, en cambio, se aplican las palabras del apóstol San Pablo:  «El amor de Cristo nos apremia» (2 Co 5, 14). La misma caridad que movió al Padre a mandar a su Hijo al mundo, y al Hijo a entregarse por nosotros hasta la muerte de cruz, fue derramada por el Espíritu Santo en el corazón de los creyentes. Así, todo bautizado, como sarmiento unido a la vid, puede cooperar a la misión de Jesús, que se resume en llevar a toda persona la buena nueva de que «Dios es amor» y, precisamente por esto, quiere salvar el mundo.

La misión brota del corazón:  quien se detiene a rezar ante el Crucifijo, con la mirada puesta en el costado traspasado, no puede menos de experimentar en su interior la alegría de saberse amado y el deseo de amar y de ser instrumento de misericordia y reconciliación. Así le sucedió, hace exactamente 800 años, al joven Francisco de Asís, en la iglesita de San Damián, que entonces se hallaba destruida. Francisco oyó que Jesús, desde lo alto de la cruz, conservada ahora en la basílica de Santa Clara, le decía:  «Ve y repara mi casa que, como ves, está en ruinas».

Aquella «casa» era ante todo su misma vida, que debía «reparar» mediante una verdadera conversión; era la Iglesia, no la compuesta de ladrillos, sino de personas vivas, que siempre necesita purificación; era también la humanidad entera, en la que Dios quiere habitar. La misión brota siempre de un corazón transformado por el amor de Dios, como testimonian innumerables historias de santos y mártires, que de modos diferentes han consagrado su vida al servicio del Evangelio.

La misión es, por tanto, una obra en la que hay lugar para todos:  para quien se compromete a instaurar en su propia familia el reino de Dios; para quien vive con espíritu cristiano su trabajo profesional; para quien se consagra totalmente al Señor; para quien sigue a Jesús, buen Pastor, en el ministerio ordenado al pueblo de Dios; para quien, de modo específico, parte para anunciar a Cristo a cuantos aún no lo conocen.

Que María santísima nos ayude a vivir con renovado impulso, cada uno en la situación en la que la Providencia lo ha puesto, la alegría y la valentía de la misión.

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