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¿Por qué el buey y la mula aparecen en el pesebre?

Un buey y un asno forman parte de la representación del pesebre o nacimiento. ¿Pero de dónde proceden propiamente estos animales? Los relatos de la navidad del nuevo testamento no nos narran nada acerca de esto.

Llega la Navidad, y en estos días muchos hogares católicos han cumplido con la tradición de poner el Pesebre de Belén, para representar de esta manera el nacimiento de Jesús.

Tomado de PrimerosCristianos.org

La bellísima tradición de montar el pesebre se puede realizar de diferentes formas. Algunos optan únicamente por las figuras principales, es decir, las de San José, la Virgen María y el Niño Jesús junto al buey y la mula.

Pero la mayoría de los Pesebres incluyen otras figuras que se han ido pasando de generación en generación, como los Reyes Magos, los artesanos, los pastores con sus ovejas… y el buey y la mula.

¿Por qué el buey y la mula aparecen representados en el Portal de Belén?

Todo parece indicar que es una tradición que se remonta a los inicios del Pesebre en el año 1223, cuando San Francisco de Asís creó la representación del Nacimiento de Cristo. En aquel momento, de Asís se encontraba en el pueblo italiano de Greccio. Eran los últimos años de su vida. Su salud era delicada, falleciendo tan solo tres años más tarde, en 1226.

Al sospechar que su final en esta vida estaba cerca, San Francisco de Asís tuvo la idea de recrear el nacimiento del Mesías, haciendo partícipe de ello a los habitantes de Greccio y a los animales.

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«Desearía provocar el recuerdo del Niño Jesús con toda la realidad posible, tal como nació en Belén y expresar todas las penas y molestias que tuvo que sufrir en su niñez. Desearía contemplar con mis ojos corporales cómo era aquello de estar recostado en un pesebre y dormir sobre las pajas entre un buey y la mula», expresó San Francisco de Asís, según relata su primer biógrafo, Thomas de Celano. Este es el motivo por el que el buey y la mula están siempre representados en el Pesebre.

¿Qué representan el buey y la mula?

Según revela la tradición, la mula representa al animal más humilde de la creación, mientras que el buey tiene la función calentar con su aliento la cuna de Jesús. Hay que recordar además que tanto el buey como la mula son los símbolos proféticos tras los cuales se oculta el misterio de la Iglesia católica. La Iglesia precisa que las personas sean «buey y mula» frente a lo eterno, buey y mula cuyos ojos se abren en la Nochebuena para reconocen a su Señor.

La reflexión de Benedicto XVI sobre el buey y la mula

En su libro «La Infancia de Jesús» el Papa Benedicto XVI recogía una cita de Isaías sobre ambos animales en el Portal de Belén.

«Nosotros somos buey y asno frente a lo eterno, buey y asno cuyos ojos se abren en la nochebuena de forma que, en el pesebre, reconocen a su Señor» dice Joseph Ratzinger.

El especial calor humano que tanto nos conmueve en la fiesta de navidad y que incluso en los corazones de la cristiandad ha sobrepujado a la pascua, se desarrolló por primera vez en la edad media, y aquí fue Francisco de Asís el que, partiendo de su profundo amor al hombre Jesús, hacia el Dios-con-nosotros, contribuyó a introducir esta novedad. Su primer biógrafo, Tomás de Celano, nos cuenta en su segunda biografía lo siguiente: «Más que ninguna otra fiesta celebraba él la navidad con una alegría indescriptible». 

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En la cueva de Greccio, Italia, por indicación de Francisco, se colocó aquella noche un buey y un asno. Efectivamente, él había dicho: Desearía provocar el recuerdo del Niño Jesús con toda la realidad posible, tal como nació en Belén y expresar todas las penas y molestias que tuvo que sufrir en su niñez. Desearía contemplar con mis ojos corporales cómo era aquello de estar recostado en un pesebre y dormir sobre las pajas entre un buey y un asno.

Desde entonces, un buey y un asno forman parte de la representación del pesebre o nacimiento. ¿Pero de dónde proceden propiamente estos animales? Los relatos de la navidad del nuevo testamento no nos narran nada acerca de esto. Pero, si profundizamos esta  cuestión, topamos con un hecho que es importante para todas las costumbres navideñas y sobre todo para la piedad navideña y pascual de la iglesia en la liturgia y al mismo tiempo en los usos populares.

El buey y el asno no son simples productos de la fantasía; se han convertido, por la fe de la iglesia, en la unidad del antiguo y nuevo testamento, en los acompañantes del acontecimiento navideño.

El profeta Isaías nos dice concretamente: «Conoce el buey a su dueño, y el asno el pesebre de su amo, pero Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento» (Is.1:3).

Pero esto era lógico, puesto que ambos animales eran como los símbolos proféticos tras los cuales se oculta el misterio de la iglesia, nuestro misterio, puesto que nosotros somos buey y asno frente a lo eterno, buey y asnos cuyos ojos se abren en la noche buena de forma que, en el pesebre,reconocen a su Señor.

¿Pero le reconocemos realmente? Cuando nosotros ponemos el buey y el asno en el portal, deben venirnos a la memoria aquellas palabras de Isaías, las cuales no son sólo evangelio -promesa de un conocimiento que nos ha de llegar- sino también juicio por nuestra ceguera actual. El buey y el asno conocen, pero «Israel no tiene conocimiento, mi pueblo no tiene inteligencia».

¿Quién es hoy el buey y el asno, quién «mi pueblo», que está sin inteligencia? ¿En qué se conoce al buey y al asno y en qué a «mi pueblo»? ¿Por qué se da el fenómeno de que la irracionalidad conoce y la razón se halla ciega? Para encontrar una respuesta, debemos volvernos nuevamente, con los padres de la iglesia, a la primera navidad.

Ahora bien, el que no conoció fue Herodes, el cual tampoco comprende nada cuando se le anuncia el nacimiento del Niño. Sólo sabe de su afán de dominio y de su ambición de mando y de la manía persecutoria correspondiente y, por ello, se hallaba profundamente cegado (Mt 2,3). Y también «todo Jerusalén con él». Quienes no conocieron fueron los hombres vestidos lujosamente, las gentes importantes (Mt 11,8). Los que no conocieron fueron los señores sabihondos, los entendidos en Biblia, los especialistas en la interpretación de la sagrada Escritura, los cuales conocían con exactitud los pasajes de la Biblia, y, sin embargo, no entendían una palabra (Mt 2,6).

Los que le conocieron como el «buey y el asno» fueron: los pastores, los magos, María y José.

¿Podía ser de otra manera? En el establo donde él se encuentra no se ve gente fina, allí están como en su casa el buey y el asno.

Así en esta noche nos contemplan los rostros del buey y del asno que nos interrogan: mi pueblo carece de inteligencia, ¿no comprendes tú la voz de tu Señor? Cuando nosotros colocamos las figuras que nos son familiares en el pesebre, debemos pedir a Dios que otorgue a nuestros corazones aquella simplicidad o sencillez que sabe descubrir en el niño al Señor, tal como lo hizo, en tiempos, Francisco en Greccio.

Entonces nos podría ocurrir lo que nos cuenta Celano, con unas palabras muy similares a las de san Lucas acerca de los pastores de la primera noche buena (Lc 2,20): «Todos regresaban a sus casas llenos de alegría».

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1 comentario en “¿Por qué el buey y la mula aparecen en el pesebre?”

  1. Gracias por la publicación del artículo. Valiosa información que nos ayuda a profundizar más en la colocación del buey y el asno junto al pesebre. Dios les bendiga. Feliz Navidad.

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