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La multiplicación de los panes y peces: ¿Un verdadero milagro o un pic-nic fraterno?

Negar los milagros de Nuestro Señor es un ejercicio común del hombre moderno, que es incapaz de unir su razón con la fe en el Hijo de Dios.

Jesús había ido a un lugar desierto para hacer oración. Una muchedumbre se agolpó a su alrededor y Él, movido a compasión, los curó de sus enfermedades. Cuando la luz de sol empezaba a menguar su fuerza y la noche se avecinaba de modo inevitable, uno de los discípulos se acercó al maestro pidiéndole que despida a la gente, pues en ese desierto no iban a encontrar nada para comer. Jesús entonces ordena algo sorprendente: «Denles ustedes de comer». Uno de los apóstoles, Felipe, expresa que el dinero de 200 jornales de trabajo no serían suficientes para comprar comida para todos; pero Andrés acerca a Jesús un niño que tenía cinco panes y dos pescados.

Nuestro Señor mandó a la muchedumbre sentarse en grupo de 50 y de 100. Tomó los cinco panes y los dos pescados, pronunció la bendición y se los dió a los discípulos para que repartieran a la gente. Los Evangelios nos cuentan que todos, o sea 5000 hombres más las mujeres y los niños, comieron hasta saciarse, incluso se pudo juntar doce canastos con lo que sobró. Este pasaje de las Escrituras es muy conocido. Pero ¿sucedió realmente del modo como se cuenta?

Cada vez se encuentran con mayor frecuencia interpretaciones de las Escrituras que se alejan de lo que la Iglesia enseñó a lo largo de los siglos. Uno de los casos más emblemáticos de este estudio de los pasajes evangélicos según el método histórico-crítico es la que se da de la perícopa de la multiplicación de los panes y de los pescados. La exégesis moderna defiende que en realidad no existió una multiplicación milagrosa, sino más bien un gesto de Jesucristo imitado por todos y en las medidas de sus posibilidades, que posibilitó el hecho de que todos hayan comido hasta quedar satisfechos. Jesús, al entregar esos cinco panes y dos pescados, lo que hace es compartir su propia comida, ese gesto posibilita que por imitación los demás hagan otro tanto, logrando juntar una considerable cantidad de alimentos que fue suficiente para todos.

Es decir, lo que aconteció realmente no fue una multiplicación milagrosa, sino una multiplicación producto de un gran compartir, de un pic-nic fraterno.

La Iglesia, única depositaria de la acción del Espíritu Santo para la interpretación correcta de la palabra de Dios, nos explica que el texto sagrado puede tener cuatro sentidos: el literal, el moral y el anagógico; y que entre estos tres prevalece el sentido literal como el sentido en que tienen que entenderse todos los textos sagrados; cuando estos no pueden entenderse de modo literal, ahí podemos usar otro camino para la interpretación de los textos. Por consiguiente podemos decir:

1- El relato de la multiplicación de los panes es verdadero, ya que como todo texto de la Escritura debe entenderse de modo literal y porque así lo atestiguan los evangelios sinópticos, así como el de Juan ( Mt. 14, 13-21, Mc. 6, 30-44, Lc. 9, 10-17, Jn. 6, 1-15)

2- La posibilidad de que se hubiera realizado una refección compartida cae por sí sola al constatar la preocupación del apóstol de despedirlos para que busquen comida y por las palabras mismas de Jesús: «Denles ustedes de comer» Jesucristo, Dios hombre verdadero, desconocía acaso que la multitud carecía de comida.

Para entender este texto hay que considerar un dato muy importante respecto de la cultura hebrea, la cuestión de la hospitalidad. Para los judíos, la hospitalidad era no solo una buena costumbre sino un deber; lo atestiguan innumerables pasajes del Antiguo Testamento. En nuestro relato Evangélico, el dueño de casa es Nuestro Señor; los huéspedes, la muchedumbre. Es decir, el deber hospitalario recae sobre Jesucristo y Jesucristo como el más eximio cumplidor de las leyes y costumbres judías celebra un banquete con sus invitados; los invitados al banquete mesiánico. Sin la multiplicación de los panes este pasaje evidentemente mesiánico perdería absolutamente todo sentido.

Para mostrarnos la realidad del banquete que Cristo prepara a la muchedumbre por medio de los apóstoles, los evangelistas han situado este milagro después de que Jesucristo recibe la noticia de la muerte de Juan Bautista por manos de Herodes. Herodes manda matar al profeta en medio de un banquete. Con esto se hace un paralelismo entre el banquete suntuoso y pecaminoso de Herodes, es decir, el hombre de este mundo, y el banquete de Cristo; el banquete que se prepara para aquellos que se dirigen con Él al desierto, y confían en Él.

3- Jesús como anfitrión realiza un banquete a sus huéspedes en aquel desierto, como figura del banquete celestial de la Eucaristía; Si Jesucristo no hubiera multiplicado los panes y los peces no se realizaría tal banquete.

El análisis exegético moderno de las Escrituras, influenciado por las corrientes positivistas del pensamiento hace un análisis histórico-crítico de este texto, es decir, analizar el texto con ojos meramente históricos y poniendo en duda ciertas cuestiones a fin de demostrar su veracidad o refutarlas. Pero este tipo de análisis, que si bien puede ser utilizado y los teólogos, poseen el craso error de encajar las acciones de Jesús dentro del plano de lo demostrable científicamente. Ahora bien, la ciencia puede demostrar la existencia de un milagro, cuando informa que no existe una explicación científica demostrable para ese milagro; que es el caso de los milagros tomados para los procesos de beatificación y canonización de los santos, siempre y cuando la ciencia disponga de toda la información para el estudio. En este caso, la ciencia no cuenta con todos los datos y las muestras del milagro de Jesús, por lo que no puede hacer un análisis riguroso. Pero lo que hace el método histórico crítico, es tomar esa indemostrabilidad del milagro de la multiplicación de los panes y los peces, porque fue un hecho acaecido hace varios siglos, y determinar que no pudo haber ocurrido, por carecer de demostración científica. Argumento que cae también por sí mismo, ya que la distancia temporal misma del hecho nos dice que no puede existir comprobación científica del hecho; pero sí comprobación lógica, histórica, exegética textual del pasaje evangélico que nos ocupa; todos estos los cuales dicen que el milagro sí ha ocurrido como nos lo narran los Evangelistas.

Negar los milagros de Nuestro Señor es un ejercicio común del hombre moderno, que es incapaz de unir su razón con la fe en el Hijo de Dios.

Jesucristo nos muestra la Eucaristía a través de este pasaje, un alimento que necesita de la cooperación del hombre, pues sin pan y sin vino, hechas por las manos humanas, no habrá materia para el sacramento, así como Jesucristo tomó unos pocos panes y un par de pescados, un alimento que alimenta a los que están en el desierto; así nosotros nos alimentamos del Cuerpo y la Sangre de Cristo en medio de este valle de lágrimas. Es un alimento que se da por manos de los apóstoles, así como nosotros recibimos el alimento por mano de los Obispos y sus sucesores, los sacerdotes.

Negar la multiplicación de los panes es de cierto modo, por consiguiente, negar la Eucaristía, es decir, la presencia real de Cristo en las Sagradas Especies.

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