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Letanías de la Humildad

El Cardenal Merry del Val acostumbraba rezar estas Letanías, compuestas por él, diariamente después de celebrar la Santa Misa.

Estas Letanías fueron escritas por el Cardenal Rafael Merry de Val (1865-1930), Secretario de Estado del Papa Pío X, a través de las cuales pedimos a Nuestro Señor que llene nuestros corazones y nuestras almas de esa humildad, pues como leemos en la Epístola de Santiago «Dios resiste a los soberbios, pero a los humildes les da su gracia» (Santiago 4:6) y como también leemos en el Evangelio de Mateo: «Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón» (Mateo 11:29).

El Cardenal Merry del Val acostumbraba rezar estas Letanías, compuestas por él, diariamente después de celebrar la Santa Misa.

Letanías de la Humildad

Jesús manso y humilde de Corazón, Óyeme.
(Después de cada frase decir: Líbrame Jesús)

Del deseo de ser estimado… Líbrame Jesús
Del deseo de ser amado…
Del deseo de ser ensalzado…
Del deseo de ser respetado…
Del deseo de ser alabado…
Del deseo de ser preferido a los otros…
Del deseo de ser consultado…
Del deseo de ser aprobado…
Del temor de ser humillado…
Del temor de ser despreciado…
Del temor de ser rechazado…
Del temor de ser calumniado…
Del temor de ser olvidado…
Del temor de caer en ridículo…
Del temor de ser injuriado…
Del temor de ser sospechoso…

(Después de cada frase decir: Jesús dame la gracia de desearlo).
Que los otros sean más amado que yo… Jesús dame la gracia de desearlo
Que los otros sean más estimado que yo…
Que los otros crezcan en la opinión del mundo y yo disminuya…
Que los otros sean escogido y yo no…
Que los otros sean ensalzados y yo desdeñado…
Que los demás sean preferidos en todo y de mí no se haga caso…
Que los otros sean más santos que yo, con tal que yo sea lo más
santo que pueda…

(Antes de cada frase, decir: Concédeme Jesús)
Concédeme Jesús, el conocimiento y el amor de mi nada
Concédeme Jesús… el perpetuo recuerdo de mis pecados
… la persuasión de mi mezquindad
… el aborrecimiento de toda vanidad
… la pura intención de servir a Dios
… la perfecta sumisión a la voluntad del Padre
… el verdadero espíritu de compunción
… la decidida obediencia a los superiores
… el odio santo a toda envidia y celo
… la prontitud en el perdón de las ofensas
… la prudencia en el callar los asuntos ajenos
… la paz y la caridad con todos
… el ardiente anhelo de desprecios y humillaciones
… el ansia de ser tratado como Tú y la gracia de saber aceptarlo santamente.

María, Reina, Madre y Maestra de los humildes, ruega por mí.
San José, protector y modelo de los humildes, ruega por mí.
San Miguel, arcángel, que fuiste el primero de abatir a los soberbios,
ruega por mí.
Santos todos, santificados por el espíritu de humildad, ruega por mí.

Oremos
Señor Jesús, que siendo Dios te humillaste hasta la muerte y muerte de cruz, para ser ejemplo perenne que confunda nuestro orgullo y amor propio, concédenos la gracia de imitar tú ejemplo para que humillándonos como corresponde a nuestra miseria aquí en la tierra, podamos ser ensalzados hasta gozar eternamente de ti en el cielo. Amén.

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