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Los apóstoles de América

Hace más de quinientos años que el nombre de Cristo fue pronunciado en América y cada vez que miro las selvas que aún quedan en nuestro país, pienso y medito, ¡qué grande fueron sus apóstoles! Ellos, sorteando toda suerte de dificultades, plantaron por primera vez la cruz en estas tierras.
Apóstoles de América

Gracias a esos hombres valientes recibimos el don más importante, como lo dice sabiamente Juan Pablo II: «El mayor don que América ha recibido del Señor es la fe, que ha ido forjando su identidad cristiana».

El 12 de octubre de 1492, año de gracia para América, se produce el encuentro de dos mundos. Como dice Iraburu «Quizá nunca en la historia se ha dado un encuentro profundo y estable entre pueblos de tan diversos modos de vida como el ocasionado por el descubrimiento hispánico de América». Los que juzgan este hecho histórico deberían tener en cuenta no solo los hechos, sino el espíritu que animó a tan gran empresa. Prosigue nuestro autor, «El que desconozca el espíritu medieval hispano de conquista y evangelización que actuó en las Indias, y trate de explicar aquella magna empresa en términos mercantilistas y liberales, propios del espíritu burgués moderno–cree el ladrón que todos son de su condición–, apenas podrá entender nada de lo que allí se hizo, aunque conozca bien los hechos, y esté en situación de esgrimirlos».

Un mundo nuevo

Mientras que en el Norte los anglosajones se limitaron a ocupar las tierras que habían vaciado previamente por la expulsión o la eliminación de los indios, en la América hispana se realizó algo infinitamente más complejo y difícil: la fusión de dos mundos inmensamente diversos en mentalidad, costumbres, religiosidad, hábitos familiares y laborales, económicos y políticos. Ni los europeos ni los indios estaban preparados para ello, y tampoco tenían  modelo alguno de referencia. En este encuentro se inició un inmenso proceso de mestizaje biológico y cultural, que dio lugar a un Mundo Nuevo.

El imperio del demonio

Los primeros españoles, que muchas veces quedaron fascinados por la bondad de los indios, al ver en América los horrores que ellos mismos describen, no veían tanto a los indios como malos, sino como pobres endemoniados, que había que liberar, exorcizándoles con la cruz de Cristo. El soldado Cieza de León, viendo aquellos tablados de los indios de Arma, con aquellos cuerpos muertos, colgados y comidos, comenta: «Muy grande es el dominio y señorío que el demonio, enemigo de natura humana, por los pecados de aquesta gente, sobre ellos tuvo, permitiéndolo Dios». Esta era la reflexión más común, de ahí la urgencia de llevar a esos hombres que vivían en las tinieblas a luz verdadera de la fe.

Cuando hablamos de los Apóstoles de América, no nos referimos exclusivamente a los religiosos, sino también a los laicos: almirantes, autoridades, escribanos, soldados, etc. quienes también colaboraron e hicieron posible la implantación del evangelio en estas tierras.

Evangelización

Cuando hablamos de los Apóstoles de América, no nos referimos exclusivamente a los religiosos, sino también a los laicos: almirantes, autoridades, escribanos, soldados, etc. quienes también colaboraron e hicieron posible la implantación del evangelio en estas tierras. Como escribe Bernal Díaz del Castillo, cronista en las Indias: «Mas si bien se quiere notar, después de Dios, a nosotros, los verdaderos conquistadores que los descubrimos y conquistamos, y desde el principio les quitamos sus ídolos y les dimos a entender la santa doctrina, se nos debe el premio y galardón de todo ello, primero que a otras personas, aunque sean religiosos».

Por eso es injusto, solo hablar de los misioneros religiosos y no de estos laicos quienes fueron los primeros evangelizadores. Tampoco se puede dejar de mencionar que en esa época, siglo XVI, en España florecieron numerosos santos como Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, San Ignacio de Loyola y tantos otros que tuvieron influencia directa o indirecta en la espiritualidad de los misioneros que luego se embarcarían para llevar a cabo la evangelización de América.

Indios apóstoles de los indios

NOTA DE TAPA Portada 3 - Los apóstoles de AméricaDesde el primer viaje de Colón se pensó en que los indios habían de ser los apóstoles de los indios. Y así algunos naturales tomados por el Almirante fueron instruídos y bautizados en España, teniendo como padrinos a los Reyes Católicos, y de uno al menos, llamado Diego, se sabe que vuelto a Cuba, de donde era originario, explicaba la misa a sus hermanos indígenas. Con cierta frecuencia los intérpretes venían a hacerse verdaderos colaboradores de los frailes misioneros.

Indio mártir: Beato Cristóbal (+1527)

Fue hijo de uno de los nobles principales de Tlaxcala (actual México). Su padre seguía adorando los ídolos y practicando la poligamia, y él, como ya era bautizado y muy practicante en la fe cristiana, cada vez que podía destruía los ídolos de la casa de su padre, lo cual molestaba mucho a los de su casa. Hasta que un día, su padre, persuadido por sus familiares, decide matarlo a golpes; a pesar de los golpes no muere, entonces lo hecha al fuego. Antes de morir Cristóbal dijo a su padre: «Padre, no pienses que estoy enojado, porque yo estoy muy alegre, y sábete que me has hecho más honra que no vale tu señorío». Es el primer indio mártir del cual se tiene noticia. El papa Juan Pablo II beatificó al niño Cristóbal el 6 de mayo de 1990.

Santo Toribio de Mogrovejo, patrono del episcopado iberoamericano

Nació en Castilla en 1538. Fue el segundo arzobispo de Lima, Perú. Su apasionado amor pastoral le llevaba a una entrega tan total que excluía todo descanso. La Providencia divina le hizo superar muchos peligros graves. Atravesaba ríos en crecida, cabalgaba por caminos sinuosos, no deteniéndose ante el peligro, pues su celo por las almas era grande. Confirmó más de ochocientas mil almas, bautizó a medio millón. Anduvo 40.000 kilómetros…
A veces la cantidad es tan enormeque se trasforma en calidad, en dato cualitativo. Santo Toribio de Mogrovejo fue canonizado en 1726, y en la santa Iglesia Catedral de Lima reposan sus restos.

Los misioneros del Río de la Plata

Los comienzos de la evangelización del Plata fueron arduos y difíciles, a parte de la diversidad de pueblos hostiles entre sí, la tierra carecía de riquezas mineras. Los españoles que llegaban habían de dedicarse a la agricultura y la ganadería, con la ayuda, muchas veces difícil, de los indígenas. Entonces, decidieron aliarse principalmente con los guaraníes y con los guaycurúes, sobre todo con los primeros, en un mestizaje de guerra y también de sangre, del que nacieron los llamados en las antiguas crónicas «mancebos de la tierra». Y los misioneros pronto se dieron cuenta de que los guaraníes del Paraguay, así como sus parientes los carijó y los tape del Brasil meridional, también de habla guaraní, eran con bastante diferencia los indios que mejor recibían la acción evangelizadora y civilizadora.

Fray Luis de Bolaños (1539-1629)

El historiador jesuita Antonio de Egaña afirma que «en el continente hispanosudamericano ha de considerarse como fundador del método reduccional al franciscano Luis de Bolaños». Sin ser aún sacerdote, llegó Bolaños en 1575 a las misiones del Paraguay.

Partiendo de Asunción, hacia el norte, junto con otros compañeros, lograron en 1580 fundar Los Altos, una misión que reunía unos 300 indios. A veces no fundaban, sino que cristianizaban un poblado indio ya existente. Con Los Altos, las primeras reducciones fueron San Francisco de Atyrá, San Pedro de Ypané, San Blas de Itá, San Buenaventura de Yaguarón. En fin, fueron catorce las reducciones que se formaron entre 1580 y 1615, y otros diez pueblos fueron cristianizados. Muchos de estos núcleos de población subsisten hasta el día de hoy.

El gran misionero fray Luis de Bolaños, nacido en 1539, a los 79 años, agotado y casi ciego, se retiró a Buenos Aires, en donde murió en 1629. A él y a sus colaboradores se debió la composición de un catecismo, una gramática y un diccionario en guaraní, lengua que hoy felizmente sigue viva, en buena parte gracias a ellos. La presencia misionera franciscana en el Paraguay siguió siendo importante en los años siguientes: en 1680 había 150 religiosos en 11 conventos, y en 1700, 153 en 19.

San Roque González de Santa Cruz

Nació en Asunción en 1576. Fue misionero jesuita, criollo de la Asunción, escribiría más tarde en una carta: «Creo que en ninguna parte de la Compañía hubo mayor entusiasmo, mejor voluntad y más empeño». La misión entre los guaraníes, en el Paraná, encomendada a los padres Lorenzana y San Martín, a los que pronto se unió Roque González, tuvo buen éxito, y nació en 1610 la primera reducción, la de San Ignacio Guazú (grande), y en seguida Itapúa, Santa Ana, Yaguapá y Yuti. Los jesuitas visitaron al venerable franciscano Bolaños, que se hallaba entonces por aquella zona, y se ayudaron con su experiencia.

El padre Roque González, fundó nuevas reducciones entre los ríos Paraná y Uruguay, como la de Concepción, en 1619, con unas 500 familias, que fue el primer centro misional de la región uruguaya. Posteriormente fundó más reducciones, entre ellas la de santos mártires del Japón de Caaró, en donde recibió su bautismo de sangre, es decir, el martirio.

Frutos de santidad en América Hispana

Muy pronto fructificó la semilla del evangelio y los nuevos cristianos pasaron a integrar la lista de los santos de la Iglesia: los niños mexicanos tlaxcaltecas, Beatos Cristóbal, Juan y Antonio (+1527-1529), el mexicano Beato Juan Diego (+1548), el franciscano mexicano San Felipe de Jesús (+1597), la terciaria dominica peruana Santa Rosa de Lima (+1617), el jesuita paraguayo San Roque González de Santacruz (+1628), y el dominico peruano San Martín de Porres (+1639).

Iglesia fecunda

Como vimos la Iglesia hispanoamericana fue una madre capaz de engendrar con Cristo esposo más de veinte naciones cristianas. Y todos tuvieron su parte en esa gran obra: reyes y virreyes, escribanos y soldados, encomenderos, frailes y padres de familia, indios catequistas, etc., quienes a pesar de sus pecados, fueron sujetos reales de la acción apostólica de la Iglesia y gracias a ellos, hoy la mitad de los católicos del mundo son  hispanoamericanos.

Bibliografía
• Extraído de internet http://w2.vatican. va/content/john-paul-ii/es/ apost_exhortations/documents/hf_jpii_
exh_22011999_ecclesia-in-america. html#14

Iraburu, J. M. Hechos de los Apóstoles de América, Fundación Gratis Date, Pamplona, 2003.

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