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Los mártires Manuel y Adílio: el testimonio de dos almas valientes

Dos cruces se yerguen en varias iglesias circundadas por la topografía accidentada de las serranías gaúchas, como testimonios elocuentes de una auténtica catolicidad. Dos figuras que alcanzaron la palma del martirio, y tras de sí una florecida devoción.
Los mártires Manuel y Adílio: el testimonio de dos almas valientes

Hna. Myrian Elizabeth Sanabria, CMJ


Cada 21 de mayo, desde el 2007, se celebra la memoria litúrgica de los Beatos Manuel y Adílio, Patronos de la Diócesis de Frederico Westphalen – Rio Grande do Sul – Brasil.

Semblanzas

Adilio Daronch: Nació el 25 de octubre de 1908 en Doña Francisca-RS, Brasil. De familia trabajadora y estimada, era el tercero de ocho hermanos. Desde temprana edad manifestó una predilección por las cosas de la iglesia, y se diferencio por su colaboración en las misas y celebraciones litúrgicas.  Alcanzó la gracia de ser un mártir de la fe a la edad de 15 años.

Manuel González, nació el 29 de mayo de 1877 en San José de Ribarteme, provincia de Pontevedra en Galicia – España. De cuna modesta, cuyos padres se dedicaban al cultivo de la tierra. Se ordenó sacerdote el 24 de mayo de 1902 faltando pocos días para cumplir 25 años. Antes de actuar como párroco de Nonoai, su última parroquia, fue coadjutor de la Parroquia de la Nieves – España, pasándose al año siguiente a ser párroco de la parroquia Nuestra Señora de los Extremos de la arquidiócesis de Braga. Para entonces por la persecución religiosa tuvo que buscar refugio en Brasil. «Verbo vita et sanguine docuit» (Enseñó con la palabra, con la vida y con la sangre), muriendo a los 47 años.

Crónicas de Nonoai

Cuando el Padre Manuel asume como párroco de Nonoai, se encuentra con un ambiente religioso frío para la evangelización y una feligresía  golpeada por la revolución federalista de 1923. Esto conmovió sus fibras de pastor y se sintió impelido a asistir a su rebaño, en vistas de una renovación espiritual.

Su temple misionero se esboza en una carta dirigida a su ordinario Miguel de Lima Valverde, el 11 de Enero de 1916 «Actualmente pocos son practicantes, pero para el futuro creo ver, que se recogerá buenos frutos espirituales…Muchas dificultades salen al paso, pero todas serán superadas con la ayuda de Dios».

Todo un sacerdote según el corazón de Cristo. 

Con celo apostólico y dotado de una cosmovisión este varón de Dios, tan abandonado a la providencia divina, allí donde otros declinaban, él apostaba al único recurso que tenía: el organismo sobrenatural de una vida interior que le hacía mirar el porvenir con entereza. Todo un sacerdote según el corazón de Cristo

En estas dos vidas condensadas de celo apostólico, y la generosidad devotada de un súbdito a su superior, la evangelización encontró su medio de propagación. Adilio quien llevaba su misión de monaguillo muy en serio, acompañaba al Padre Manuel troteando con su burrito para asistir a las comunidades alejadas.

Arrecia la persecución

La revolución que eclosionó en la zona de Río Grande do Sul, había visto mucha violencia y derramamiento de sangre por las disputas entre chimangos y maragatos. Delante de una población dividida y con miedo, la comuna encontró consuelo en su pastor que no se arredró y en sus  sermones apelaba al respeto y a la comprensión. Hubieron entre los que escuchaban sus sermones, los que se  identificaban más a una masa amorfa que a católicos íntegros. Éstos hicieron llegar a su cabecilla las locuciones del cura, el cual enfurecido marcó a muerte al Padre. Otro motivo  que jugó en contra del Padre Manuel fue el haber enterrado los muertos de la revolución que como escarmiento eran dejados a la intemperie; para ciertas conciencias deformadas  esto era visto como una afrenta.

Vitral del Santuario de la Divina Misericordia en Frederico Westphalen - Los mártires Manuel y Adílio: el testimonio de dos almas valientes

Crónicas del martirio

Luego de culminar las celebraciones de semana santa en Nonoai, el padre Manuel junto a su monaguillo Adílio, se prepararon para asistir a la parroquia de Palmeiras, de la cual era párroco-administrador. Sabiendo que estaban siendo aguardados para el 21 de Mayo por colonos para la administración del sacramento del bautismo en Tres Pasos. Recorrieron 300 km montados en dos burritos, fueron a la colonia militar, pasaron por Portela, cruzaron en balsa el Uruguay, hasta ponerse en camino a Tres Pasos.

Pararon para las averiguaciones correspondientes en un establecimiento, en la cual se hallaban sus verdugos. Éstos se ofrecieron a servirles de guía. Llegando a un monte, tomaron violentamente al padre y a Adílio, los ataron a dos árboles y descargaron sus armas en ambas humanidades. El padre con heridas visibles en la frente y en el pecho; Adilio fue fusilado con dos tiros, tuvo una agonía más larga. Ésto se verificó por el tiro recibido en la rodilla, que le hizo exprimirse de dolor, cavando un hoyo en el suelo con su calzado. Este suceso acaeció en la zona de «Feijao miudo», el miércoles 21 de Mayo de 1924 a 3km del lugar donde era aguardado por sus fieles.

 

La palma del martirio

Alcanzar el martirio es una gracia, que equivale a configurarse con el sacrificio redentor de Cristo en la cruz.

Testigos contemporáneos del hecho declararon: «Mataron al Padre Manuel, porque él sufría viendo a los muertos de revolución y los sepultaba»
Ondina Dos Santos-19.08.1996 (proceso)

Emery Aires dos Santos una niña de diez años, escribió estos versos contando el hecho:

«Era sacerdote celoso
realizando su itinerario
encuentra unos despojos
haciendo un esfuerzo sumario
a todos ha enterrado
nuestro salutar vicario»

 

Misa de beatificación

El 21 de octubre de 2007, Fueron beatificados en Frederico Westphalen. La ceremonia fue presidida por el cardenal José Saraiva Martins, Quién destacó: «Un santo es aquél que está tan fascinado por la belleza de Dios y por su verdad perfecta que gradualmente se transforma por ellos». Eso es lo que hicieron los dos nuevos beatos, dijo el cardenal. «Por la belleza y la verdad de Cristo y su Evangelio, los dos nuevos beatos han renunciado a todo, también a ellos mismos, también a su propia vida, que es el mayor tesoro que Dios nos ha dado». Alrededor de 40,000 fieles estuvieron presentes en la ceremonia.

Hoy, la Iglesia reconoce la victoria del padre Manuel y el monaguillo Adílio, rindiéndoles el homenaje de la gloria y reconociendo su poderosa intercesión.

Bibliografía: http://comissaodeacolitos.blogspot.com/2011/05/especial-beato-adilio-daronch.html


NOTA: La autora de este artículo, la Hna. Myrian Elizabeth Sanabria Giménez de la Comunidad Misionera de Jesús, es actualmente misionera en la Diócesis de Frederico Westphalen – Rio Grande do Sul – Brasil, localidad donde fueron martirizados los Beatos Manuel y Adílio.

 

 

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