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Oraciones que Nuestro Señor dictó a Santa Brígida

Por mucho tiempo, Santa Brígida deseaba saber cuántos latigazos recibió Nuestro Señor en Su Pasión. Cierto día se le apareció Jesucristo, diciéndole la cantidad exacta de latigazos que recibió de sus verdugos y le dijo que si de verdad ella quería honrarlo debía rezar ciertas oraciones y que así al terminar de un año lograría "venerar cada una de sus Llagas".

Santa Brígida de Suecia, cuya memoria litúrgica es el 23 de julio, es la fundadora de la Orden del Santísimo Salvador, Patrona de Suecia y Proclamada por Juan Pablo II:  Patrona de Europa.

Cuando era niña, tuvo una visión del “Hombre de los dolores”, una imagen de Cristo con sus heridas del Viernes Santo tal como se muestra en Isaías 53. Cuando le preguntó a Jesús que lo había lastimado, él respondió: “Los que me desprecian y rechazan mi amor por ellos”. A lo largo de su vida, Santa Brígida continuó teniendo una relación profunda con Dios y varias visiones.

Uno de los aspectos más conocidos en la vida de Santa Brígida, es el de las múltiples visiones con que la favoreció el Señor, especialmente las que se refieren a los sufrimientos de la Pasión y a ciertos acontecimientos de su época. Por orden del Concilio de Basilea, el Juan de Torquemada, quien fue más tarde cardenal, examinó el libro de las revelaciones de la santa y declaró que podía ser muy útil para la instrucción de los fieles; pero tal aprobación encontró muchos opositores.

Santa Brígida, con gran sencillez de corazón, sometió siempre sus revelaciones a las autoridades eclesiásticas y, lejos de gloriarse por gozar de gracias tan extraordinarias, las aprovechó como una ocasión para manifestar su obediencia y crecer en amor y humildad. Si sus revelaciones la han hecho famosa, ello se debe en gran parte a su virtud heroica, consagrada por el juicio de la Iglesia. El libro de sus revelaciones fue publicado por primera vez en 1492.

En la Basílica de San Pablo Extramuros en Roma todavía se puede contemplar, en la capilla del Santísimo Sacramento, el Crucifijo Milagroso ante el cual estuvo arrodillada Santa Brígida cuando recibió estas 15 Oraciones de Nuestro Señor. Allí hay una inscripción conmemorando este evento, en latín: “Pendentis. Pendente Dei verba a accepit aure accipit et verbum corde Brigitta Deum. Anno Jubilei MCCCL” (Aprobadas por El Papa Pío IX).

Por mucho tiempo, Santa Brígida había deseado saber cuántos latigazos recibió Nuestro Señor en Su Pasión. Cierto día se le apareció Jesucristo, diciéndole: “Recibí en Mi Cuerpo cinco mil, cuatrocientos ochenta latigazos; son 5.480 azotes. Si queréis honrarlos en verdad, con alguna veneración, decid 15 veces el Padre Nuestro; también 15 veces el Ave María, con las siguientes oraciones, durante un año completo. Al terminar el año, habréis venerado cada una de Mis Llagas”. 

Nuestro Señor dictó varias Oraciones a Santa Brígida y prometió conceder muchas gracias a las almas que reciten estas oraciones:


1-Las 15 Oraciones

Se hacen por un año completo, para obtener las Gracias prometidas, si por alguna razón fallas en hacerlas puedes recuperarte al día siguiente. Parece fácil, mas no lo es. Aparta un momento fijo en tu día, de preferencia al levantarte, y así tendrás la holgura del resto del día si se te presenta algún inconveniente.

Las Promesas

. Libraré del Purgatorio a 15 almas de su parentela o linaje
· 15 almas de su parentela o linaje serán preservadas y confirmadas en la gracia
· 15 pecadores de su linaje serán convertidos
· El que rezare estas Oraciones, alcanzará el primer grado de la perfección
· 15 días antes de su muerte, le daré el alimento de Mi Sagrado Cuerpo, para que se escape del hambre eterno; y le daré de beber de Mi Preciosísima Sangre, para que no padezca de sed eternamente.
· 15 días antes de su muerte, sentirá contrición profunda por todos sus pecados; y tendrá conocimiento perfecto de todas sus culpas.
· Yo pondré el Signo de Mi Victoriosa Cruz delante de él, para que sea su amparo y defensa contra las asechanzas de sus enemigos.
· Antes de su muerte, vendré a él con Mi Carísima y Bien Amada Madre.
· Benignamente recibiré su alma; y le conduciré a las delicias eternas.
· Y habiendo conducido a esta alma hasta las Mansiones Eternas, allí le daré de beber del Manantial de Mi Divinidad; cosa que no haré con los que no hayan recitado Mis Oraciones.
· Haz saber que el que haya vivido en estado de pecado mortal aun por 30 años, si rezare devotamente estas Oraciones, o si hubiese propuesto rezarlas, el Señor le perdonará todos sus pecados.
· Yo le defenderé contra graves tentaciones
· Preservaré y guardaré sus 5 sentidos.
· Le preservaré de una muerte repentina.
· Su alma será librada de la muerte eterna.
· Esta alma obtendrá todo cuanto le pidiere a Dios y a la Santísima Virgen
· Si ha vivido haciendo su propia voluntad durante toda su vida y si debiera morir al día siguiente, Yo le prolongaré su existencia para que se confiese bien.
· Cada vez que un alma rezare estas oraciones, ganará 100 días más de indulgencia.
· Se le asegura que será colocado junto al Supremo Coro de los Santos Ángeles.
· Al que enseñare estas Oraciones a otra persona, se le asegura gozo continuo; y el mérito perdurable por toda la eternidad.
· Dondequiera que se rezaren estas Oraciones, o si se rezan en algún tiempo futuro, allí estará Dios presente con Su Gracia

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Nuestro Señor mismo le dictó las Oraciones a la Santa y prometió conceder muchas gracias a las almas que reciten estas oraciones. 

Primera Oración
Padre Nuestro – Ave María

O Jesucristo! Sois la Eterna Dulzura de todos los que Os aman: la Alegría que sobrepasa todo Gozo y deseo; La Salvación, y Esperanza de todos los pecadores. Habéis manifestado no tener mayor deseo que el de permanecer en medio de los hombres, en la tierra. Los amáis hasta el punto de asumir la naturaleza humana, en la plenitud de los tiempos, por amor a ellos. Acordaos de todos los sufrimientos que habéis soportado desde el instante de Vuestra Concepción; y especialmente durante Vuestra Sagrada Pasión; así como fue decretado y ordenado desde toda la eternidad; según el Plan Divino.

Acordaos, O Señor, que durante la Última Cena con Vuestros Discípulos les habéis lavado los pies; y después, les disteis Vuestro Sacratísimo Cuerpo y Vuestra Sangre Preciosísima. Luego, confortándolos con dulzura, les anunciasteis Vuestra próxima Pasión.

Acordaos de la tristeza y amargura que habéis experimentado en Vuestra Alma, como Vos mismo lo afirmasteis, diciendo: “Mi alma está triste hasta la muerte.”

Acordaos de todos los temores, las angustias y los dolores que habéis soportado, en Vuestro Sagrado Cuerpo, antes del suplicio de la Crucifixión. Después de haber orado tres veces, todo bañado de sudor sangriento, fuisteis traicionado por Vuestro discípulo, Judas; apresado por los habitantes de una nación que habíais escogido y enaltecido. Fuisteis acusado por falsos testigos, e injustamente juzgado por tres jueces; todo lo cual sucedió en la flor de Vuestra Madurez; y en la Solemne Estación Pascual.

Acordaos que fuisteis despojado de Vuestra propia vestidura, y revestido con manto de irrisión. Os cubrieron los Ojos y la Cara inflingiendo bofetadas. Después, coronándoos de espinas, pusieron en Vuestras manos una caña. Finalmente, fuisteis atado a la columna; desgarrado con azotes; y agobiado de oprobios y ultrajes.

En memoria de todas estas penas y dolores que habéis soportado antes de Vuestra Pasión en la Cruz, concededme antes de morir, una contrición verdadera, una confesión sincera y completa; adecuada satisfacción; y la remisión de todos mis pecados. Amén.

 

Segunda Oración
Padre Nuestro – Ave María

¡O Jesús, la Verdadera Libertad de los Ángeles y Paraíso de Delicias! Acordaos del horror y la tristeza con que fuisteis oprimido cuando Vuestros enemigos, como leones furiosos, Os rodearon con miles de injurias, salivazos, bofetadas, laceraciones, arañazos y otros suplicios inauditos. Os atormentaron a su antojo. En consideración a estos tormentos, y a las palabras injuriosas, Os suplico, ¡O mi Salvador y Redentor! que me libréis de todos mis enemigos visibles e invisibles y que, bajo Vuestra protección, hagáis que yo alcance la perfección de la Salvación Eterna. Amén.

 

Tercera Oración
Padre Nuestro – Ave María

¡O Jesús, Creador del Cielo y de la Tierra, al que nada puede contener ni limitar! Vos abarcáis todo y todo es sostenido bajo Vuestra Amorosa Potestad. Acordaos del dolor muy amargo que sufristeis cuando los judíos, con gruesos clavos cuadrados, golpe a golpe, clavaron Vuestras Sagradas Manos y Pies a la Cruz. Y no viéndoos en un estado suficientemente lamentable para satisfacer su furor, agrandaron Vuestras Llagas, agregando dolor sobre dolor. Con indescriptible crueldad, extendieron Vuestro Cuerpo en la Cruz. Y con jalones y estirones violentos, en toda dirección, dislocaron Vuestros Huesos.

 

Cuarta Oración
Padre Nuestro – Ave María

¡O Jesús, Médico Celestial, elevado en la Cruz para curar nuestras llagas con las Vuestras! Acordaos de las contusiones y desfallecimientos que habéis sufrido en todo Vuestros Miembros; y que fueron distendidos a tal grado, que no ha habido dolor semejante al Vuestro. Desde la cima de la cabeza hasta la planta de los pies. Ninguna parte de Vuestro Cuerpo estaba exenta de tormentos. Sin embargo, olvidando todos Vuestros Sufrimientos, no dejasteis de pedir por Vuestros enemigos, a Vuestro Padre Celestial, diciéndole: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.”

Por esta inmensa Misericordia, y en memoria de estos sufrimientos, Os hago esta súplica: Conceded que el recuerdo de Vuestra muy amarga Pasión nos alcance una perfecta contrición, y la remisión de todos nuestros pecados, Amén.

 

Quinta Oración
Padre Nuestro – Ave María

¡O Jesús, Espejo de Resplendor Eterno! Acordaos de la tristeza aguda que habéis sentido al contemplar con anticipación, las almas que habían de condenarse. A la luz de Vuestra Divinidad, habéis vislumbrado la predestinación de aquellos que se salvarían, mediante los méritos de Vuestra Sagrada Pasión. Simultáneamente, habéis contemplado tristemente la inmensa multitud de réprobos que serían condenados por sus pecados; y Os habéis quejado amargamente de esos desesperados, perdidos y desgraciados pecadores.

Por ese abismo de compasión y piedad; y principalmente por la bondad que demostrasteis hacia el buen ladrón, diciéndole: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso.”, hago esta súplica, Dulce Jesús. Os pido que a la hora de mi muerte tengáis misericordia de mí. Amén.

 

Sexta Oración
Padre Nuestro – Ave María

¡O Jesús, Rey infinitamente amado y deseado! Acordaos del dolor que habéis sufrido cuando, desnudo y como un criminal común y corriente, fuisteis clavado y elevado en la Cruz. También fuisteis abandonado de todos Vuestros parientes y amigos, con la excepción de Vuestra muy amada Madre. En Vuestra Agonía, Ella permaneció fiel junto a Vos; luego, la encomendasteis a Vuestro fiel discípulo, Juan, diciendo a María: “¡Mujer, he aquí a tu hijo!” Y a Juan: “¡He aquí a tu Madre!”

Os suplico, O mi Salvador, por la espada de dolor que entonces traspasó el alma de Vuestra Santísima Madre, que tengáis compasión de mí. Y en todas mis aflicciones y tribulaciones, tanto corporales como espirituales, ten piedad de mí. Asistidme en todas mis pruebas, y especialmente en la hora de mi muerte, Amén.

 

Séptima Oración
Padre Nuestro – Ave María

¡O Jesús, Inagotable Fuente de Compasión, ten compasión de mí! En un profundo gesto de amor, habéis exclamado en la Cruz: “¡Tengo sed!” Era sed por la salvación del género humano. ¡O mi Salvador! Os ruego que inflaméis nuestros corazones con el deseo de dirigirnos hacia la perfección, en todas nuestras obras. Extinguid en nosotros la concupiscencia carnal, y el ardor de los apetitos mundanos. Amén.

 

Octava Oración
Padre Nuestro – Ave María

¡O Jesús, Dulzura de los corazones y Deleite del espíritu! Por el vinagre y la hiel amarga que habéis probado en la Cruz, por amor a nosotros, oíd nuestros ruegos. Concedednos la gracia de recibir dignamente Vuestro Sacratísimo Cuerpo y Sangre Preciosísima, durante nuestra vida; y también a la hora de la muerte; para servir de remedio y consuelo a nuestras almas. Amén.

 

Novena Oración
Padre Nuestro – Ave María

¡O Jesús, Virtud Real y Gozo del alma! Acordaos del dolor que habéis sentido, sumergido en un océano de amargura, al acercarse la muerte. Insultado y ultrajado por los judíos, clamasteis en alta voz que habíais sido abandonado por Vuestro Padre Celestial, diciéndole: “Dios Mío, Dios Mío, ¿por qué me has abandonado?”

Por esta angustia, Os suplico, O mi Salvador, que no me abandonéis en los terrores y dolores de mi muerte. Amén.

 

Décima Oración
Padre Nuestro – Ave María

¡O Jesús, Principio y Fin de todas las cosas, Sois la Vida y la Virtud plena! Acordaos que por causa nuestra fuisteis sumergido en un abismo de penas; sufriendo dolor desde la planta de los Pies hasta la cima de la Cabeza. En consideración a la enormidad de Vuestras Llagas, enseñadme a guardar, por puro amor a Vos, todos Vuestros Mandamientos; cuyo camino de Vuestra Ley Divina es amplio y agradable para aquellos que os aman. Amén

 

Undécima Oración
Padre Nuestro – Ave María

¡O Jesús! ¡Abismo muy profundo de Misericordia! En memoria de las Llagas que penetraron hasta la médula de Vuestros Huesos y Entrañas, para atraerme hacia Vos, presento esta súplica. Yo, miserable pecador, profundamente sumergido en mis ofensas, pido que me apartéis del pecado. Ocultadme en los huecos de Vuestras Llagas; hasta que Vuestra cólera y justísima indignación hayan cesado. Amén.

 

Duodécima Oración
Padre Nuestro – Ave María

¡O Jesús, Espejo de la Verdad, Sello de la Unidad, y Vínculo de la Caridad! Acordaos de la multitud de Llagas con que fuisteis herido, desde la Cabeza hasta los Pies. Esas Llagas fueron laceradas y enrojecidas. O, dulce Jesús, por la efusión de Vuestra Adorable Sangre. ¡O, qué dolor tan grande y repleto habéis sufrido por amor a nosotros, en Vuestra Carne Virginal! ¡Dulcísimo Jesús! ¿Qué hubo de hacer pos nosotros que no habéis hecho? Nada falta. ¡Todo lo habéis cumplido! ¡O Amable y Adorable Jesús! Por el fiel recuerdo de Vuestra Pasión, que el Fruto meritorio de Vuestros Sufrimientos sea renovado en mi alma. Y que en mi corazón Vuestro Amor aumente cada día; hasta que llegue a contemplaros en la Eternidad. ¡O amabilísimo Jesús! Vos Sois el Tesoro de toda alegría y dicha verdadera, que Os pido concederme en el Cielo. Amén.

 

Décimo tercera Oración
Padre Nuestro – Ave María

¡O Jesús, Fuerte León, Rey Inmortal e Invencible! Acordaos del inmenso dolor que habéis sufrido cuando, agotadas todas Vuestras Fuerzas, tanto moral como física, inclinasteis la Cabeza y dijisteis: “Todo está consumado.”

Por esta angustia y dolor, Os suplico, Señor Jesús, que tengáis piedad de mí en la hora de mi muerte; cuando mi mente estará tremendamente perturbada y mi alma sumergida en angustia. Amén.

 

Décimo cuarta Oración
Padre Nuestro – Ave María

¡O Jesús, Único Hijo del Padre Celestial, Esplendor y Semejanza de Su Esencia! Acordaos de la sencilla y humilde recomendación que hicisteis de Vuestra Alma, a Vuestro Padre Eterno, diciéndole: “¡Padre, en Tus Manos encomiendo Mi Espíritu!” Desangrado Vuestro Cuerpo, destrozado Vuestro Corazón, y abiertas las Entrañas de Vuestra Misericordia para redimirnos, habéis expirado. Por Vuestra Preciosa Muerte, Os suplico, O Rey de los Santos, confortadme, Socorredme, para resistir al demonio, la carne y al mundo. A fin de que, estando muerto al mundo, viva yo solamente para Vos. Y a la hora de mi muerte, recibid mi alma peregrina y desterrada que regresa a Vos. Amén.

 

Décimo quinta oración
Padre Nuestro – Ave María

¡O Jesús, Verdadera y Fecunda Vid! Acordaos de la abundante efusión de Sangre que tan generosamente habéis derramado de Vuestro Sagrado Cuerpo. Vuestra Preciosa Sangre fue derramada como el jugo de la uva bajo el lagar.

De Vuestro costado perforado por un soldado, con la lanza, ha brotado Sangre y Agua, hasta no quedar en Vuestro Cuerpo gota alguna. Finalmente, como un haz de mirra, elevado a lo alto de la Cruz, la muy fina y delicada Carne Vuestra fue destrozada; la Substancia de Vuestro Cuerpo fue marchitada y disecada la Médula de Vuestros Huesos.

Por esta amarga Pasión, y por la efusión de Vuestra Preciosa Sangre, Os suplico, O Dulcísimo Jesús, que recibáis mi alma cuando yo esté sufriendo, en la agonía de mi muerte. Amén.

 Conclusión

¡Oh Dulce Jesús! Herid mi corazón, a fin de que mis lágrimas de amor y penitencia me sirvan de pan, día y noche. Convertidme enteramente O Mi Señor, a Vos. Haced que mi corazón sea Vuestra Habitación Perpetua, Y que mi conversación Os sea agradable. Que el fin de mi vida Os sea de tal suerte loable, que después de mi muerte pueda merecer Vuestro Paraíso; y alabaros para siempre en el Cielo, con todos Vuestros Santos. Amén

***

2-Oraciones de los 12 Años

Santa Brigida 2 - Oraciones que Nuestro Señor dictó a Santa Brígida

Para obtener las gracias prometidas, deberás hacerlas por doce años ininterrumpidamente.

-Promesas que le hizo Nuestro Señor Jesucristo sobre esta oración: «Debes hacer saber que Yo garantizaré las siguientes gracias a aquellas personas que honren mi más preciosa sangre durante doce años, con las siguientes oraciones seguidas por siete padrenuestros, siete avemarías y siete glorias».

1) El alma que las rece no será enviada al purgatorio.
2) Será considerado un mártir como si hubiera derramado su sangre por la fe.
3) Mantendré a tres almas entre sus familiares, de su elección, en un estado de gracia santificadora.
4) Las almas de sus familiares, hasta la cuarta generación, evitarán ser enviadas al infierno.
5) Conocerá la llegada de su muerte con un mes de antelación.

Las siguientes oraciones deben recitarse todos los días durante doce años consecutivos. Si por una razón grave, un día particular, tuvieran que saltarse, al día siguiente se rezarán doblemente. Aquel que fallezca antes de cumplimentar las oraciones durante esos doce años será considerado por mí como orante válido, tal y como si las hubiese podido completar. Por último, es totalmente necesario rezarlas con atención profunda y deben ser recitadas con devoción y meditación, pensando en las palabras que se pronuncian en ellas.

LA ORACIÓN

Oh, Señor, ven en mi ayuda
Oh, Señor, date prisa en socorrerme
Gloria
Credo

Oración inicial: «Oh, Jesús, deseo rezar ahora estas siete oraciones uniéndolas al amor con el que Tú santificaste esta oración en Tu corazón. Tómalas de mis labios y llévalas hasta Tu Sagrado corazón, mejóralas y complétalas para que brinden honor y felicidad a la Trinidad en la tierra como Tú deseas. Que se derramen sobre Tu santa humanidad para la glorificación de Tus dolorosas heridas y Tu preciosísima Sangre».

1) La circuncisión: «Padre Eterno, a través de las manos inmaculadas de la Virgen María y del Sagrado Corazón de Jesús, te ofrezco las primeras heridas, los primeros dolores y las primeras gotas de sangre derramadas por Jesús siendo niño durante la circuncisión, como expiación de los pecados de mi infancia y de toda la humanidad, y como protección contra los pecados mortales, especialmente contra aquellos que puedan cometer mis familiares.»

Padrenuestro, avemaría y gloria.

2) Agonía de Jesús en el Huerto de los Olivos: «Padre Eterno, a través de las manos inmaculadas de la Virgen María y del Sagrado Corazón de Jesús, te ofrezco el intenso sufrimiento que el Corazón de Jesús experimentó en el Huerto de los Olivos, y cada gota de su sudor de sangre como expiación de mis pecados de corazón y los de toda la humanidad, como protección contra tales pecados y para que se extienda el amor divino y fraterno.»

Padrenuestro, avemaría y gloria.

3) La flagelación: «Padre Eterno, a través de las manos inmaculadas de la Virgen María y del Sagrado Corazón de Jesús, te ofrezco las muchas miles de heridas, los terribles dolores y la preciosísima sangre derramada durante la flagelación de Jesús, como expiación de mis pecados de la carne y los de toda la humanidad y como protección contra tales pecados. Que sirvan para ayudarme a conservar mi pureza e inocencia, al igual que la de mis familiares.

Padrenuestro, avemaría y gloria.

4) La coronación de espinas: «Padre Eterno, a través de las manos inmaculadas de la Virgen María y del Sagrado Corazón de Jesús, te ofrezco las heridas, los dolores y la preciosísima sangre de la sagrada cabeza de Jesús que se derramó durante y, después de la coronación de espinas, como expiación de mis pecados del espíritu y los de toda la humanidad, como protección contra tales pecados y para que se extienda el reino de Cristo aquí en la tierra.»

Padrenuestro, avemaría y gloria.

5) Cargando con la cruz: Padre Eterno, a través de las manos inmaculadas de la Virgen María y del Sagrado Corazón de Jesús, te ofrezco los sufrimientos en el camino de la Cruz, especialmente la santa herida en su hombro y su preciosísima sangre, como expiación de mi negación de la cruz y la de toda la humanidad, todas mis protestas contra tus planes divinos y todos los demás pecados de la lengua. Como protección contra este tipo de pecados, y para amar verdaderamente a la cruz.»

Padrenuestro, avemaría y gloria.

6) La crucifixión de Jesús: «Padre Eterno, a través de las manos inmaculadas de la Virgen María y del Sagrado Corazón de Jesús, te ofrezco a tu Hijo subido y clavado en la cruz; el extremo dolor de su cuerpo y de su alma; su extrema pobreza y su perfecta obediencia; las heridas de sus manos y sus pies y los tres hilos de su preciosísima sangre, esa que derramó allí por nosotros. Las extremas torturas del cuerpo y del alma, su muerte preciosa y su renovación no sangrienta en todas las misas que se celebran hoy aquí en la tierra, como expiación de todas las heridas contra los votos y normas en las órdenes religiosas; como reparación de mis pecados y los del mundo entero; por los enfermos y los moribundos (aquí se puede nombrar a todas aquellas personas amadas y que están enfermas o cerca de la muerte), por todos nuestros sacerdotes y laicos, por las intenciones del papa, por la restauración de las familias cristianas, por el fortalecimiento de la fe, por nuestro país y sus dirigentes, por la unión de todas las na­ciones en Cristo, su Iglesia y por la diáspora de los judíos.»

Padrenuestro, avemaría y gloria.

7) La llaga del sagrado costado: «Padre Eterno, acepta como dignas, por las necesidades de la Santa Iglesia y como expiación de los pecados de toda la humanidad, la preciosísima sangre y el agua que brotaron de la herida del Sagrado Corazón de Jesús. Sé misericordioso para con nosotros. ¡Sangre del costado de Cristo, lávame de todas mis culpas de pecado y lava las de todos los hombres! ¡Agua del costado de Cristo, lávame de las penitencias y castigos del pecado y extingue las llamas del purgatorio para mí y para todas las almas de los pobres difuntos que moran en el Purgatorio!»

Padrenuestro, avemaría y gloria.

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1 comentario en “Oraciones que Nuestro Señor dictó a Santa Brígida”

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