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Orar en todo tiempo

Dios quiere para nuestro propio bien, que le pidamos cada día las gracias que necesitamos para cumplir, aquí y ahora, lo que nos corresponde. Esto implica, en la práctica, que debemos rezar todos los días, porque todos los días hay algo que Dios nos pide para avanzar por el camino de la santidad.
Orar en todo tiempo

Acción y contemplación se alternaban y unían armoniosamente en la vida de Jesús. Sin embargo, en nuestros tiempos se valoriza más la acción sobre la contemplación, para darnos cuenta de ello, bastaría con preguntarnos: ¿Cuánto tiempo dedicamos a la oración? Trátase de una tarea no menos importante en la vida espiritual, sin la cual no hay progreso ni santidad.

En la vida de Cristo, la acción y contemplación se alternaban y unían armoniosamente. «Enseñaba durante el día en el templo, y por la noche salía para pasarla en el monte llamado de los Olivos» (Lc 21,37). Exhortaba a sus discípulos a que hicieran lo mismo: «Es preciso orar en todo tiempo y no desfallecer» (Lc 18,1).

Orar sin desfallecer

Orar sin desfallecer es una invitación del Señor a no abandonar jamás los momentos fuertes de oración, bajo ninguna circunstancia o pretexto. Y es que para la oración perseverante encontraremos muchos obstáculos que nos desalientan o se convierten en «buena excusa» para abandonarla, primero un día, luego dos, luego definitivamente. Orar sin desfallecer implica no dejarse vencer por falsas auto-justificaciones como pueden ser: «no tengo tiempo para rezar porque tengo tantas cosas que hacer», «no siento nada», «estoy cansado», «Dios no me escucha», «rezo al final del día», etc., etc. Ninguna excusa es válida para relegar el encuentro cotidiano con el Señor.

Oración diaria

La oración diaria es, en efecto, «pan de cada día» que se menciona en el Padre Nuestro. Su importancia para la vida del espíritu es tan importante como comer y beber son para la vida del cuerpo. Sin ella, nuestra alma languidece como un cuerpo desnutrido, sin energía para el amor y sin progresar en la virtud y la santidad.

La vida espiritual sólo funciona si se alimenta día tras día

Dios quiere para nuestro propio bien, que le pidamos cada día las gracias que necesitamos para cumplir, aquí y ahora, lo que nos corresponde. Esto implica, en la práctica, que debemos rezar todos los días, porque todos los días hay algo que Dios nos pide para avanzar por el camino de la santidad.

image 21 - Orar en todo tiempo

La vida espiritual sólo funciona si se alimenta día tras día. De nada sirve hacer un hermoso retiro mensual para después, una vez de vuelta a la rutina, abandonar la oración y los propósitos hechos. Quien actuara de esa manera, tratando la vida cristiana como algo puntual y casi extraordinario, se comportaría como el hijo pródigo de la parábola. En vez de depender del padre diariamente, pidiéndole con confianza lo necesario para cada momento, aquel hijo insensato quiso matarlo antes del tiempo, pidiendo la parte que le correspondía de la herencia. El resultado de esto es conocido de todos: él dio la espalda a su padre, malgastó lo que había recibido y, al final acabó sin nada, envidiando las bellotas que se les daba de comer a los cerdos.

Muchos, desgraciadamente, asumen esa postura perezosa (en el fondo, de soberbia autosuficiencia) y, como no podría ser de otra manera, terminan o perdiendo la esperanza de una vida santa y conforme a los mandamientos o creyendo que Dios, visto por ellos como un «injusto», los abandonó. No les pasa por la cabeza que la culpa por sus caídas, debilidades y fracasos reside en ellos mismos, en su pretensión de creer que, sin pedir todos los días las gracias que necesitan, todo estaría mágicamente resuelto.

Una vida cristiana, para ser seria y profunda, tiene que ser una vida de oración, y oración diaria, conforme el tiempo de que cada uno disponga. Sin eso, podremos hasta parecer «bellos» a los ojos de muchos, pero jamás alcanzaremos, auxiliados por la gracia que a Dios debemos pedir cotidianamente, aquella perfección de la caridad sin la cual nuestro paso en esta tierra se convierte en un proyecto frustrado y sin sentido.

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Oración vocal y mental

Ahora bien, una vez que nos hemos decidido a hacer oración, ¿cómo hacerla?¿repitiendo fórmulas o expresando espontáneamente lo que sentimos?  Distingamos los tipos de oración: vocal y mental o de meditación.

-Vocal: consiste en la recitación de fórmulas oracionales ya compuestas como salmos, Padre nuestro, Ave maría, Credo, Horas litúrgicas, etc. Es el modo de orar más humilde, más fácil de enseñar y de aprender, más universalmente practicado en la historia de la Iglesia, y más válido en todas las edades espirituales. El cristiano, rezando las oraciones vocales de la Iglesia, procedentes de la Biblia, de la liturgia de la tradición piadosa, abre su corazón al influjo del Espíritu Santo, que le configura así a Cristo orante. Se hace como niño, y se deja enseñar a orar. Algunos piensan que solo los principiantes rezan vocalmente, sin embargo, Santa Teresa decía «No penséis que se saca poca ganancia de rezar vocalmente con perfección. Os digo que es muy posible que estando rezando el Padre nuestro os ponga el Señor en contemplación perfectas, o rezando otra oración vocal».

La oración vocal se hace mal con frecuencia, para hacerla bien, he aquí algunas normas:

  1. Atención a Quien se habla, que es al mismo tiempo Quien ora en nosotros.
  2. Atención a lo que se dice.
  3. Orar despacio, frenar toda prisa.
  4. Elegir bien las oraciones.
  5. Repetición cadenciada. Cristo en Getsemaní oraba con una sola frase, a la que volvía una y otra vez (Mc 14, 36-39). Lo mismo se aplica al rosario.

-Mental o de meditación: El orante al meditar, trata amistosamente con Dios, y piensa con amor en él, en sus palabras y en sus obras. En el principiante la gracia del Espíritu actúa todavía al modo humano, y por eso una pauta para el ejercicio meditativo de su mente suele ser una ayuda que evita la divagación previsible de una mente que vagabundea sin camino. Son numerosos los métodos de meditación, citamos algunos:

  1. Meditar oraciones vocales, palabra por palabra, rumiar-como los monjes- primero frases de la Escritura.
  2. Lectio divina: ponerse en la presencia de Dios, leer, meditar lo leído, hablar con el Señor sobre ello.
  3. Orar leyendo un libro: «Es gran remedio tomar un buen libro, aun para recogeros para rezar vocalmente, y poquito a poquito ir acostumbrando el alma a tratar con Dios» (Santa Teresa).  
  4. Orar escribiendo: es cosa que ayuda a algunos a recoger la mente en Dios.
  5. Ejercitar la fe, esperanza y caridad, por orden, sobre un tema, ante el Señor.
  6. Considerar un tema 1°, contemplándolo en Dios; 2°, viéndolo en uno mismo, en los propios criterios, actitudes y costumbres; 3°, meditándolo en relación al mundo de los hombres, en lo que piensan y hacen al respecto.

Conviene que el objeto de la meditación sea sobre la vida de Cristo o su Pasión, que tanto provecho han sacado de ello los cristianos de todos los tiempos.

Preparación para la oración

Tanto para la oración vocal como para la mental, no se debe olvidar que la oración es un encuentro de dos: Dios y el alma. Para ello, es necesario prepararse para ese encuentro. En el ajetreo del día, muchas veces, el alma se agita continuamente y el recogimiento se hace difícil. Por eso, antes de la oración, conviene hacer actos de fe para que el alma se recoja. Estos pueden consistir en hacer un acto de contrición o pedir ayuda al Espíritu Santo, a la Virgen María y a los santos que siempre están para interceder por nosotros.

Crecer en la vida de oración es crecer en el amor


Oración continua

Orar siempre implica asimismo rezar sin interrupción, es decir, no dejar de rezar en ningún momento. Esto es posible si logramos hacer de nuestras mismas actividades una oración continua. ¿Cómo puede la acción convertirse en oración? ¿No se oponen acaso oración y acción? Pues no. La oración y la acción están llamadas a integrarse y fecundarse mutuamente en un dinamismo mediante el cual la oración nutre la vida y la acción mientras que la acción y la vida cotidiana se hacen oración: «Todo lo que el justo hace o dice en conformidad con el Señor, debe considerarse como oración», decía San Beda. Toda actividad se convierte en oración cuando con ella buscamos cumplir el Plan de Dios, cuando buscamos hacer todas nuestras actividades —desde las más sencillas y ordinarias hasta las más exigentes y delicadas— para el Señor y por el Señor. Si hacemos eso, estaremos rezando siempre.

Por último, tener en cuenta que «crecer en la vida de oración es crecer en el amor», si perseveramos en la oración, nuestro amor a Dios crecerá a tal punto que ya no desearemos otra cosa que no sea Él mismo, el único que puede saciar los anhelos de nuestro corazón.

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Fuentes:

-Rivera, J. e Iraburu J., Síntesis de espiritualidad católica, Pamplona, Gratis Date, 2008.
-https://padrepauloricardo.org/episodios/por-que-rezar-todos-os-dias
-http://mvcweb.org/dies-domini/domingo-xxix-ordinario-es-preciso-orar-siempre-sin-desfallecer/

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