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¿Qué están leyendo nuestros chicos?

Que nuestros niños lean, pero no cualquier cosa, sino buenos y grandes libros, que atiendan, como recomienda el Apóstol, a «todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, a todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio» en estos libros, y que aparten a un rincón oscuro la nueva literatura deprimente y corrosiva que hoy se les ofrece. ¡Ayúdenles ustedes queridos Padres!
¿Qué están leyendo nuestros chicos?

Miguel Sanmartín Fenollera, autor del blog delibrospadresehijos.blogspot.com, pone de manifiesto en uno de sus artículos una interesante pregunta que debe alertar a los padres a la hora de educar a sus hijos en el campo del estudio y la lectura: ¿Qué están leyendo nuestros chicos?

Al inicio de su blog manifiesta que no va a recomendar libros, al contrario, desaconseja la lectura de algunos (quizá bastantes) de ellos.

Sanmartín consideraba que existe actualmente una problemática que plantea la nueva literatura juvenil, la cual, se asienta sobre dos grandes temáticas y tiene como «telón de fondo los fundamentos mismos de una modernidad esquizofrénica, que por un lado proclama el materialismo como única explicación de la realidad, pero por otro se refugia en un espiritualismo emotivo y relativista que niega la materialidad de la que parecía partir».

Según nuestro autor, estas dos temas son, de un lado, la moral sexual y todas sus derivadas (las grandes cuestiones personales, como son la familia, el matrimonio y la educación de los hijos y que afecta finalmente al concepto mismo de hombre), y de otro, el sentido de la vida, el sentir religioso y la respuesta a las grandes preguntas: ¿qué es el hombre? ¿qué sentido tiene la existencia? ¿qué podemos esperar de ella? ¿qué actitud debemos adoptar frente a ella?

«Si acudimos a cualquier librería de cualesquiera ciudad observaremos una misma oferta editorial en todas ellas, con una nutrida batería de libros de los cuales muy probablemente ninguno sea siquiera implícitamente cristiano y en la que destacará la casi total ausencia de clásicos», manifiesta.

Si seguimos mirando – sigue diciendo –, apreciaremos que la mayoría de los títulos se dirigen a las chicas (las mayores lectoras con diferencia) y tocan temas en apariencia románticos. Sin embargo, si uno comienza a hojear los libros se encontrará con un concepto del sexo materialista y deshumanizado, privado de su sentido natural y sobrenatural, y con una odiosa insistencia en promover su práctica desinhibida y promiscua fuera del ámbito matrimonial. Esta tendencia, que comenzó con Judy Blume y su Forever (1975), puede verse hoy en muchas novelas juveniles accesibles a los adolescentes, como la serie After (2014) de Anna Todd, Gossip girl (2002-2009) de Cecily von Ziegesar, algunos libros de Blue Jeans o los libros de John Green.

En otros estantes podemos encontrar obras que tratan problemas escolares o de relación familiar en situaciones «especiales», supuestos de abusos y malos tratos, con protagonistas desgarrados, mal integrados, llenos de inseguridades, miedos o disfunciones, y, por supuesto, con diferencias que es preciso integrar. Se trata de una ficción narcisista que parece encaminada principalmente a crear reflejos de una sociedad enferma en lugar de plantear preguntas críticas sobre ella. Cito algunos ejemplos: sobre abusos, Palabras envenenadas (2010), de Maite Carranza y La valla (2000), de Ricardo Chávez Castañeda; sobre el uso de las drogas, Campos de fresas (1997), de Jordi Sierra i Fabra; sobre la depresión y el suicidio, Corazón de mariposa (2014), de Andrea Tomé y Por trece razones (2011), de Jay Asher y sobre la violencia, la serie Divergente (2011), de Verónica Roth o Valkiria: Game Over (2016), de David Lozano Garbala.

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Algo que enfatizamos con Miguel Sanmartín es que «las biografías de grandes personajes, hagiografías de santos o relatos de hazañas de exploradores y deportistas, hace años que desaparecieron del mercado editorial, el feminismo militante ha propiciado una vuelta a este tipo de literatura con la presentación de biografías de mujeres ––sean o no merecedoras de tal distinción, sea o no ejemplar o meritoria su vida––, la mayor parte de ellas falseadas y manipuladas en pro de la causa, con la intención de aleccionar las mentes infantiles y adolescentes. Un buen ejemplo es el pequeño best seller Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes (2017), una buena idea que se extravía por su carga ideológica y su búsqueda incesante de un feminismo incluso allí donde no lo hay. En sus páginas hay demasiadas activistas, revolucionarias y antisistema presentadas como heroicas y emulables, en mezcla desconsiderada con mujeres verdaderamente admirables».

En lo que atañe a la fantasía, el autor destaca que un gran número de libros tratan de temas esotéricos y de terror, especialmente de vampiros y otras criaturas monstruosas y demoníacas con claros tintes sexuales y materialistas (un buen ejemplo es la conocida saga Crepúsculo (2005-2008), de Stephenie Meyer, o la de Cazadores de sombras (2007-2019), de Cassandra Clare). De las historias de fantasía tradicionales solo se mantienen, con gran vigor, Tolkien y Lewis, aunque a su vera pululan varios sucedáneos.

Las excusas no se hacen esperar. Los que defienden esta cultura adulterada, preñada de una adultez prematura metida con calzador, sostienen que se trata de libros que describen de alguna manera la “vida real”. Y por supuesto… ¿cómo se va a alejar a los chicos de la “vida real”? Ocurre que esa “vida real” es en gran medida el oscuro agujero de un desagüe. Y por supuesto, ¿quién en su sano juicio quiere que sus hijos desaparezcan por el agujero de un desagüe?

También se arguye que si queremos preparar a nuestros hijos para enfrentar esas cuestiones de modo adecuado habrá que mostrárselas, y que algunos de esos libros (no muchos, ciertamente), tratan de incorporar una moraleja. Incluso alguien tan poco sospechoso de moralista como Rousseau señalaba que si prestamos atención a aquello que los niños aprenden en los cuentos, comprobaremos “que cuando están en condiciones de aplicar las lecciones enseñadas, casi siempre lo hacen de una manera opuesta a la intención del autor”. Además, ¿creen ustedes que exponer a los chicos a situaciones de alta intensidad emocional y crudeza les ayudará en algo o más bien les acercará a conductas o costumbres de las que, por el momento, no tendrían porque tener noticia, al menos, tan detallada? Yo soy de esta segunda opinión.

La promiscuidad sexual es uno de ellos, al igual que la violencia, el abuso, las familias rotas o el adoctrinamiento de género, que pretende acostumbrar a las mentes de los jóvenes a la “normalidad” de un nuevo y subversivo modo de vida.

La falta de lectura

Por último, otros argumentan que cita nuestro autor (de hecho, muchos lo hacen hoy), es que el supuesto contenido inadecuado de estos libros es secundario y casi irrelevante, y que el grave problema es la falta de lectura. «Por ejemplo, sostienen que los libros para adolescentes siguen la regla de Sturgeon del 90% (ya saben, que el 90% de lo que se hace es basura de baja o bajísima calidad) y aunque reconocen que “muchos de estos libros son una perezosa papilla o un popurrí de letras desalentador, centrado en falsos problemas, en soluciones falsas, en romance idealizado, en fantasía de segunda clase, en distopías cansadas”, para ellos no es un problema porque “lo que es fácil de leer es fácil de olvidar” (Anthony McGowan). Con todo el respeto, no creo que esto sea así. Por muy mala que sea la calidad literaria (lo que es un argumento, y no de poco peso, para su descarte), hay temas que una vez vistos no se olvidan, sino que dejan huella. La promiscuidad sexual es uno de ellos, al igual que la violencia, el abuso, las familias rotas o el adoctrinamiento de géneroque pretende acostumbrar a las mentes de los jóvenes a la “normalidad” de un nuevo y subversivo modo de vida».

Nuestros chicos – dice Miguel Sanmartín – deben leer las historias de Odiseo o Eneas, admirar a Frodo o a Aragorn, al Rey Arturo y al Cid campeador, deben sufrir con Robinson Crusoe o con Oliver Twist, deben deleitarse con las hermanas March o con las hermanas Bennet,

El autor del blog de libros, padres e hijos pide estar «muy atentos y vigilantes ante esta marea cultural que se abalanza sobre nuestros hijos y pretende venderles libros apelando a lo peor de su naturaleza: al resentimiento, a la autocompasión, al narcisismo, a la ira, a la falta de esperanza o a la desazón, olvidando realizar una llamada, presente en otras obras, a su amor por algo mejor, más grande y más heroico».

Nuestros chicos – dice Miguel Sanmartín – deben leer las historias de Odiseo o Eneas, admirar a Frodo o a Aragorn, al Rey Arturo y al Cid campeador, deben sufrir con Robinson Crusoe o con Oliver Twist, deben deleitarse con las hermanas March o con las hermanas Bennet, deben seguir con tensión las peripecias de Phileas Fogg o de Jim Hawkins, deben entretenerse con los hermanos Bastable o con los hermanos Pevensie, divertirse con las travesuras de Guillermo Brown, de Celia o de Tom Sawyer, deben siguir con atención los misterios de Holmes o de los chicos de Blyton, que admiren las vidas de Edith Stein, Isabel la Católica o Hildegarda de Bingen en lugar de las de Frida Khalo, Margaret Mead o Simone de Bouvoir; deben sorprenderse con San Francisco, Don Juan de Austria o el rey Luis IX de Francia y no con Bill Gates, Charles Darwin o Sigmund Freud.

«Pues esos libros son, como dice Cervantes en su maravilloso Don Quijote, un lugar donde ellos pueden encontrarse con “las astucias de Ulises, la piedad de Eneas, la valentía de Aquiles, las desgracias de Héctor, las traiciones de Sinón, la amistad de Eurialio, la liberalidad de Alejandro, el valor de César, la clemencia y verdad de Trajano, la fidelidad de Zópiro, la prudencia de Catón, y, finalmente, todas aquellas acciones que pueden hacer perfecto a un varón ilustre, ahora poniéndolas en uno solo, ahora dividiéndolas en muchos; y siendo esto hecho con apacibilidad de estilo y con ingeniosa invención, que tire lo más que fuere posible a la verdad, sin duda compondrá una tela de varios y hermosos lazos tejida, que, después de acabada, tal perfección y hermosura muestre, que consiga el fin mejor que se pretende en los escritos, que es enseñar y deleitar juntamente, como ya tengo dicho”».

El blog finaliza con esta gran exhortación: En suma, que lean, pero no cualquier cosa, sino buenos y grandes libros, que atiendan, como recomienda el Apóstol, a «todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, a todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio» en estos libros, y que aparten a un rincón oscuro esa nueva literatura deprimente y corrosiva que hoy se les ofrece; ayúdenles ustedes queridos Padres a que esto sea así. Se lo agradecerán algún día, estoy seguro.

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