Salven a los leones, ¡maten a los bebés!

Ellos producen «El rey León», pero, por lo visto, no aprendieron nada: sepa cómo es posible que Disney, al mismo tiempo que defiende la preservación de los leones africanos, esté en una guerra feroz por el «aborto legal» en Estados Unidos. 


Disney lanzó hace un tiempo la tan esperada versión live action del clásico infantil «El Rey León». Para aprovechar la emoción (o exageración) de la gente, el estudio realizó recientemente una campaña para proteger a los leones africanos, en vista de la caída en el número de estos felinos. Según los informes, hoy hay alrededor de 20.000 leones salvajes en el mundo, la mitad de lo que existía cuando la historia de Simba, Timon y Pumba se vio por primera vez en los cines hace 25 años. Con la campaña Protect the Pride (Proteja a los leones), Disney pretende revertir ese cuadro y hacer que las personas sean más conscientes de preservar el medio ambiente.

Nada en contra. El cuidado de los animales es una causa noble y merece nuestra atención, especialmente cuando algunas especies están en riesgo. La creación no es – atención – cualquier objeto sobre el cual el hombre pueda ejercer un dominio arbitrario e irresponsable. Como una «obra buena de Dios» (Gn 1, 4), el medio ambiente debe ser entendido como un regalo, pues de él los hombres se alimentan, trabajan y construyen su «casa común».

La variedad de especies, la belleza de los biomas y la vida que brota de estos lugares reflejan la omnipotencia divina, que se propuso libremente crear todo esto. De ahí que San Agustín señaló a la creación como una de las pruebas de la existencia de Dios: «Estas bellezas están sujetas al cambio, ¿quién las creó sino el Bello, quien no está sujeto al cambio?»

La reflexión de la Iglesia, por eso, dedica todo un capítulo de la doctrina social al cuidado del medio ambiente. Basado en el testimonio de las Escrituras, el Magisterio afirma que «la naturaleza, la obra de la creación divina, no es una peligrosa competencia» o una amenaza para el ser humano, como postulan algunas ideologías modernas. En vez de eso, la Divina Providencia creó «todo por medida, cantidad y peso» (Sab 11:20), de modo que cada organismo desempeña su papel de acuerdo con su propia naturaleza dentro del cosmos.

Y en medio de este cosmos, Dios deseó especialmente al hombre, a quien lo creó «a su propia imagen y semejanza» para gobernar todas las cosas sabiamente, como un verdadero rey (Gn 1, 26-27). La dignidad del hombre sobre la naturaleza, por lo tanto, no se basa en una ideología especista, sino que corresponde a la ley natural, que gobierna las cosas de este mundo. Siendo una criatura «semejante a Dios», el hombre debe actuar sabiamente, usar su inteligencia y voluntad para bien, para la realización del proyecto divino. De esto depende en gran medida la armonía de la Creación.

 

Un verdadero rey debe reinar sabiamente, preservando el orden de las cosas, que son parte de un «delicado equilibrio»

 

La película «El Rey León» defiende lo mismo a través de la metáfora. Durante una gira por el reino, el padre de Simba le enseña que un rey, en el ejercicio de su tarea, nunca debe simplemente hacer lo que quiere, nunca puede hacer «lo que le dá la gana». Por el contrario, un verdadero rey debe reinar sabiamente, preservando el orden de las cosas, que son parte de un «delicado equilibrio». Esto significa que todos estamos vinculados al «ciclo de la vida».

Pero hay un rey, y él debe ejercer este reinado precisamente para mantener el equilibrio del mundo. «El Rey León» deja muy claro que cuando un rey no ejerce su vocación, no asume su dignidad con el pretexto de una vida mansa y hippie, olvidando así su propia identidad, todo está perdido, todo se corrompe, todo se convierte en anarquía.

Sin lugar a dudas, la iniciativa de Disney tiene su mérito. Pero hay un problema, un gran problema. Es lo que el estudio cinematográfico que formó la mente de millones de niños y ahora está luchando por la preservación de los leones africanos, está al mismo tiempo en una guerra feroz por el «aborto legal» en los Estados Unidos.

Sí, es así mismo. Walt Disney Pictures, cuyo público son en su mayoría niños, decidió abogar por el pseudo derecho a matar bebés en los vientres de sus madres después de que el gobernador de Georgia firmó la llamada «ley de los latidos del corazón», que prohíbe los abortos cuando se reconocen signos vitales del feto. En una entrevista, el CEO de Disney, Bob Iger, amenazó con dejar de filmar en ese estado mientras la ley esté vigente.

 

¿No es ridículo? ¿No es escandaloso? ¿No es eso un absurdo?

Disney, Netflix, Warner y muchas otras compañías que se han embarcado en esta «barca agrietada» plagada de abortos solo están sirviendo, incluso inconscientemente, a un proyecto macabro de deconstrucción de la naturaleza humana. Después de ceder ante el lobby de las ONG y otras organizaciones, estos estudios ahora deben moldear la mentalidad de su audiencia para el ecocentrismo, según el cual la vida de un león en la selva es más valiosa que la de un bebé en el vientre de su madre. Después de todo, como dicen algunos teólogos, el hombre sería una «célula cancerosa», de la cual la «Madre Tierra» necesariamente debe deshacerse.

Desde una perspectiva ecológica saludable, el útero materno es el ecosistema más indefenso y, por lo tanto, el que más necesita protección. En el feto hay esperanza para las generaciones futuras, un hermano pequeño de nuestra sociedad. Pero los ecoideólogos nivelan la naturaleza humana por debajo como si no hubiera una dignidad singular en ella por su «imagen y semejanza» con Dios. Para los defensores de esta idea, además, el Dios cristiano es simplemente una invención medieval que debe ser superada por un nuevo tipo de religión naturalista, que no reconoce la dignidad humana. No habría Dios sobre los cielos, ni un hombre a su «imagen y semejanza» en la tierra. En cambio, deberíamos recogerlos de la «Madre Tierra», espíritus del bosque y otras entidades paganas.

El Magisterio de la Iglesia ha rechazado este tipo de ecología porque, de hecho, lo que propone es «eliminar la diferencia ontológica y axiológica entre el hombre y otros seres vivos, considerando la biosfera como una unidad biótica de valor indiferenciado», donde incluso llega a «eliminar la responsabilidad superior del hombre por una consideración igualitaria de la «dignidad» de todos los seres vivos».

Lo que Disney y las otras fundaciones no se dan cuenta es que la violación de la naturaleza humana con el propósito de controlar la población, que apunta a construir una «nueva era», una «nueva religión» y de una sociedad donde los hombres vivan simbióticamente con el planeta; no contribuye en nada para la preservación de  leones, ballenas y otras especies en peligro de extinción.

Si no podemos cerrar nuestros oídos al lenguaje del medio ambiente, existe, por otro lado, «una ecología del hombre», y él también «tiene una naturaleza que debe respetar y no puede manipular a su antojo». Porque si el hombre se ve privado de su inminente dignidad, y si esto es desde la concepción, así es como su acción en el mundo perderá sentido, perderá el respeto por el «delicado equilibrio» de la naturaleza. El rey debe reinar.

 

Solo cuando Simba regresa y recupera su dignidad real, toda la naturaleza recupera el equilibrio.

 

Parece increíble que Disney desprecie las lecciones de la película en sí. En «El Rey León», el villano Scar no solo asesina a su hermano el Rey Mufasa, sino que también planea la muerte de su sobrino Simba. Luego, usurpa la Piedra del Reino con la promesa de una «nueva era» donde los leones y las hienas estarían juntos en un «gran y glorioso futuro». Scar descarta el consejo del «sacerdote» Rafki, rompe con la naturaleza y la tradición, estableciendo una nueva ideología igualitaria y progresista.

Pero Scar es tan falso como su propia ideología. Y el resultado de su gobierno es el desequilibrio total, de modo que todas las especies sufren: los rebaños se retiran a otras sabanas, las fuentes y los ríos se secan, los leones y las hienas carecen de alimento. Es el caos.

Solo cuando Simba regresa y recupera su dignidad real, toda la naturaleza recupera el equilibrio. Y el despertar de Simba vino de la intervención de Rafki, que lo golpeó en la frente, recordándole lo que había aprendido de su padre. Él era el verdadero rey y debería asumir esta dignidad para que las otras criaturas también tuvieran su redención.

Al militar a favor del aborto y de la política de control de la población, al defender esta «nueva era» de una política igualitaria y una religión naturalista, Disney defiende a Scar y sus seguidores, es decir, a los falsos líderes de la historia humana, desde el rey de Egipto hasta Herodes, Nerón y los dictadores del siglo pasado, todos sedientos de sangre que no respetaron la ley natural de las cosas, imponiendo dioses falsos y matando a los primogénitos, ya sea en las aguas del Nilo o en los campos de concentración, ya sea en las clínicas de Planned Parenthood.

Detrás de todo este ecologismo, este igualitarismo, este neopaganismo, hay un desprecio diabólico hacia Dios y el hombre. En el fondo, existe un deseo de poder, de dominación irresponsable e incrédula que debe destronar al Dios verdadero para ponerse en su lugar, como hizo Scar en la película «El Rey León». Y debe matar a los herederos, y matarlos en el útero. Por cierto, la escena en la que Scar planea el asesinato de Mufasa y Simba se inspiró en las marchas nazifascistas. Quería la «nueva era».

Pero el verdadero rey debe regresar. Y aquí está el papel profético de los católicos, de todos los cristianos. Nosotros, como el «sacerdote» Rafki, debemos despertar las conciencias de los hombres, devolviéndoles la dignidad de los bautizados, los hijos de Dios, y al mismo tiempo denunciando todo este engaño contra la vida, toda esta cultura de la muerte, que obstaculiza la existencia humana desde su base. «Oh cristiano, reconoce tu dignidad», dijo San León Magno. Solo así se puede salvar verdaderamente el «delicado equilibrio» de la naturaleza, y solo así los leones africanos tendrán su hábitat protegido.

Solo cuando el hombre, el hijo de Dios, asuma su vocación y respete la dignidad de todos sus hermanos, desde el feto hasta el anciano, habrá una verdadera ecología.

 

 

Extraído de padrepauloricardo.org
Traducido y editado por Formación Católica

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