Buscar

Sin la mediación de la Santísima Virgen, no hay salvación

«Santa María Mediadora de todas las Gracias», con este título se reconoce a la Madre de Dios en  documentos oficiales de la Iglesia y ha sido acogido en la liturgia, introducida por el Papa Benedicto XV en el año l921. Su fiesta es el 7 de noviembre.
Sin la mediación de la Santísima Virgen, no hay salvación

«Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos siempre de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita».

¿Qué significa que la Santísima Virgen María es «Medianera de Todas las Gracias»? Quiere decir que no hay ninguna gracia, de ningún tipo, pequeña o grande, que no pase por María. Quiere decir que absolutamente todas las Gracias que la humanidad necesita para su salvación, son administradas y distribuidas por la Madre de Dios. Quiere decir que todos los hombres, de todos los tiempos, para salvarse, deben recurrir a la Virgen -si quieren salvarse- y que nadie puede obtener la salvación si no es por mediación de María. Quiere decir que, así como es cierta la frase: «fuera de la Iglesia no hay salvación», también se puede decir, en este sentido, que: «sin la mediación de María Virgen, no hay salvación»

Y de tal manera es el Inmaculado Corazón de María una puerta que deja pasar el impetuoso e inagotable flujo de gracias que surgen de la Santísima Trinidad, que todo aquel que se acerca a este Corazón Inmaculado, no dejará nunca de recibir todo tipo de gracias y dones celestiales. En otras palabras, quien se acerca al Inmaculado Corazón de María, así como un hijo se acerca a su madre en busca de amor materno, no dejará nunca de recibir gracia tras gracia y don tras don. Pero también es cierto lo inverso: quien no se acerca al Corazón Inmaculado de María, no recibe el Amor de Dios, dosificado en forma de Gracia, porque Dios Trino ha establecido que sólo a través del Corazón de María sean dadas las gracias a los hombres.

Por esto, es imperioso llamar a todos los hombres -a todos, sin que falte ninguno-, para que se consagren al Corazón de María, para que todos reciban el Amor Divino, mediado por María, en forma de Gracia.

«Santa María Mediadora de todas las Gracias», con este título se reconoce a la Madre de Dios en  documentos oficiales de la Iglesia y ha sido acogido en la liturgia, introducida por el Papa Benedicto XV en el año l921. Su fiesta es el 7 de noviembre.

La Virgen es el medio para profundizar en el misterio de Cristo, de progresar en la fe, la esperanza y la caridad. «Asociada por un vínculo estrecho e indisoluble a los misterios de la Encarnación y de la Redención … ; creemos que la Santísima Madre de Dios, nueva Eva, Madre de la Iglesia, continúa en el cielo su misión maternal para con los miembros de Cristo, cooperando al nacimiento y al desarrollo de la vida divina en las almas de los redimidos». (Credo de Pablo VI, n. 15)

Después de la Asunción de María a los cielos las Gracias se conceden a los hombres por medio de su intercesión.

Desde el cielo participa en la difusión de las gracias con su intercesión maternal. Esta intercesión es inferior a la de Cristo, pero superior a la de todos los otros santos. Los últimos Papas han enseñado la doctrina ya antigua de que todas las Gracias se conceden por medio de la Santísima Virgen. «Por este motivo, la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora» (Lumen Gentium).

Es esta una doctrina cierta, Ella como Madre, se interesa por la salvación de todos nosotros, sus hijos, ruega por nosotros y nos consigue las Gracias que recibimos. Con estas afirmaciones, la Constitución Lumen Gentium pone de relieve, como se merece, el hecho de que la Virgen estuvo asociada íntimamente a la Obra redentora de Cristo, haciéndose la compañera del Salvador más generosa de todas.

¡Que alegría saber que no estamos solos y que tenemos la poderosa intercesión de María Santísima!

Pues no existe nada que un hijo pueda negarse a su madre aquí en la tierra, del mismo modo, no existe nada que nuestro Señor Jesucristo le niegue a su Madre en el cielo.

«Como el océano recibe todas las aguas, así María recibe todas las Gracias. Como todos los ríos se precipitan en el mar, así las Gracias que tuvieron los ángeles, los patriarcas, los profetas, los apóstoles, los mártires, los confesores y las vírgenes se reunieron en María», nos enseña San Buenaventura sobre la Santísima Virgen María y nos deja esta profunda reflexión: «Si alguna Gracia queremos alcanzar, a María debemos invocar».

Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!,
que jamás se ha oído decir que ninguno
de los que han acudido a vuestra protección,
implorando vuestra asistencia y reclamando
vuestro socorro, haya sido desamparado.

Animado por esta confianza, a Vos también acudo,
¡oh Madre, Virgen de las vírgenes!,
y gimiendo bajo el peso de mis pecados
me atrevo a comparecer ante vuestra presencia soberana.

¡Oh Madre de Dios!, no desechéis mis súplicas,
antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.

Acuérdate, Virgen Madre de Dios, cuando estés delante del Señor,
de decirle cosas buenas de mí.

Un texto de San Luis Grignion de Montfort expresa admirablemente esta verdad: «Solo María encontró la gracia ante Dios (Lucas 1:30) sin la ayuda de ninguna otra criatura. Y después de ella, todos los que encontraron la gracia ante Dios solo la encontraron a través de ella. María estaba llena de gracia cuando el Arcángel Gabriel la saludó ( Lucas 1:28) y se llenó de gracia cuando el Espíritu Santo la ocultó tan misteriosamente (Lucas 1:35).

De día en día, de momento en momento, aumentó tanto esta doble plenitud que alcanzó un grado de gracia inmenso e inconcebible. Tanto que el Todopoderoso hizo de ella la única custodia de Sus tesoros y la única dispensadora de todas Sus gracias, para que ella pueda ennoblecer, exaltar y enriquecer todo lo que elija. Puede guiarlos por el camino estrecho al Cielo y encaminarlos a través de la puerta estrecha hacia la vida».

Algunos padres conciliares sobre el término «Mediadora», afirmando que María «es nuestra madre en el orden de la gracia

image 59 - Sin la mediación de la Santísima Virgen, no hay salvación

María Mediadora, Catequesis de Juan Pablo II

1. Entre los títulos atribuidos a María en el culto de la Iglesia, el capítulo VIII de la Lumen gentium recuerda el de «Mediadora». Aunque algunos padres conciliares no compartían plenamente esa elección (cf. Acta Synodalia III, 8, 163-164), este apelativo fue incluido en la constitución dogmática sobre la Iglesia, confirmando el valor de la verdad que expresa. Ahora bien, se tuvo cuidado de no vincularlo a ninguna teología de la mediación, sino sólo de enumerarlo entre los demás títulos que se le reconocían a María.

Por lo demás, el texto conciliar ya refiere el contenido del título de «Mediadora» cuando afirma que María «continúa procurándonos con su múltiple intercesión los dones de la salvación eterna» (Lumen gentium, 62).

Como recuerdo en la encíclica Redemptoris Mater, «la mediación de María está íntimamente unida a su maternidad y posee un carácter específicamente materno que la distingue del de las demás criaturas» (n. 38).

Desde este punto de vista, es única en su género y singularmente eficaz.

2. El mismo Concilio quiso responder a las dificultades manifestadas por algunos padres conciliares sobre el término «Mediadora», afirmando que María «es nuestra madre en el orden de la gracia» (Lumen gentium, 61). Recordemos que la mediación de María es cualificada fundamentalmente por su maternidad divina. Además, el reconocimiento de su función de mediadora está implícito en la expresión «Madre nuestra», que propone la doctrina de la mediación mariana, poniendo el énfasis en la maternidad. Por último, el título «Madre en el orden de la gracia» aclara que la Virgen coopera con Cristo en el renacimiento espiritual de la humanidad.

3. La mediación materna de María no hace sombra a la única y perfecta mediación de Cristo. En efecto, el Concilio, después de haberse referido a María «mediadora», precisa a renglón seguido: «Lo cual, sin embargo, se entiende de tal manera que no quite ni añada nada a la dignidad y a la eficacia de Cristo, único Mediador» (ib., 62). Y cita, a este respecto, el conocido texto de la primera carta a Timoteo: «Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también, que se entregó a sí mismo como rescate por todos» (1 Tm 2,5-6).

El Concilio afirma, además, que «la misión maternal de María para con los hombres de ninguna manera disminuye o hace sombra a la única mediación de Cristo, sino que manifiesta su eficacia» (Lumen gentium, 60).

Así pues, lejos de ser un obstáculo al ejercicio de la única mediación de Cristo, María pone de relieve su fecundidad y su eficacia. «En efecto, todo el influjo de la santísima Virgen en la salvación de los hombres no tiene su origen en ninguna necesidad objetiva, sino en que Dios lo quiso así. Brota de la sobreabundancia de los méritos de Cristo, se apoya en su mediación, depende totalmente de ella y de ella saca toda su eficacia» (ib.).

4. De Cristo deriva el valor de la mediación de María, y, por consiguiente, el influjo saludable de la santísima Virgen «favorece, y de ninguna manera impide, la unión inmediata de los creyentes con Cristo» (ib.).

La intrínseca orientación hacia Cristo de la acción de la «Mediadora» impulsa al Concilio a recomendar a los fieles que acudan a María «para que, apoyados en su protección maternal, se unan más íntimamente al Mediador y Salvador» (ib., 62).

Al proclamar a Cristo único Mediador (cf. 1 Tm 2,5-6), el texto de la carta de san Pablo a Timoteo excluye cualquier otra mediación paralela, pero no una mediación subordinada. En efecto, antes de subrayar la única y exclusiva mediación de Cristo, el autor recomienda «que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres» (1 Tm 2,1). ¿No son, acaso, las oraciones una forma de mediación? Más aún, según san Pablo, la única mediación de Cristo está destinada a promover otras mediaciones dependientes y ministeriales. Proclamando la unicidad de la de Cristo, el Apóstol tiende a excluir sólo cualquier mediación autónoma o en competencia, pero no otras formas compatibles con el valor infinito de la obra del Salvador.

5. Es posible participar en la mediación de Cristo en varios ámbitos de la obra de la salvación. La Lumen gentium, después de afirmar que «ninguna criatura puede ser puesta nunca en el mismo orden con el Verbo encarnado y Redentor», explica que las criaturas pueden ejercer algunas formas de mediación en dependencia de Cristo. En efecto, asegura: «Así como en el sacerdocio de Cristo participan de diversa manera tanto los ministros como el pueblo creyente, y así como la única bondad de Dios se difunde realmente en las criaturas de distintas maneras, así también la única mediación del Redentor no excluye sino que suscita en las criaturas una colaboración diversa que participa de la única fuente» (n. 62).

En esta voluntad de suscitar participaciones en la única mediación de Cristo se manifiesta el amor gratuito de Dios que quiere compartir lo que posee.

6. ¿Qué es, en verdad, la mediación materna de María sino un don del Padre a la humanidad? Por eso, el Concilio concluye: «La Iglesia no duda en atribuir a María esta misión subordinada, la experimenta sin cesar y la recomienda al corazón de sus fieles» (ib.).

María realiza su acción materna en continua dependencia de la mediación de Cristo y de él recibe todo lo que su corazón quiere dar a los hombres.

La Iglesia, en su peregrinación terrena, experimenta «continuamente» la eficacia de la acción de la «Madre en el orden de la gracia».

«Los cristianos invocan a María como “Auxiliadora”, reconociendo su amor materno, que ve las necesidades de sus hijos y está dispuesto a intervenir en su ayuda, sobre todo cuando está en juego la salvación eterna. La convicción de que María está cerca de cuantos sufren o se hallan en situaciones de peligro grave, ha llevado a los fieles a invocarla como “Socorro”. La misma confiada certeza se expresa en la más antigua oración mariana con las palabras: “Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos siempre de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita”. Como Mediadora maternal, María presenta a Cristo nuestros deseos, nuestras súplicas, y nos transmite los dones divinos, intercediendo continuamente en nuestro favor».

Facebook
Twitter
WhatsApp
Telegram
Email

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Carrito de compra

¡No dejes al padre hablando sólo!

Homilía diaria.
Podcast.
Artículos de formación.
Cursos y aulas en vivo.

En tu Whatsapp, todos los días.

×