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¿Qué es el Triduo Pascual?: Tres días con el amor hasta el extremo

Hacia el final de la Cuaresma todos se preparan para el «Triduo Pascual». Esta palabra quizá algo extraña no significa otra cosa que los tres días en que se celebran los eventos de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. 
¿Qué es el Triduo Pascual?: Tres días con el amor hasta el extremo

Hacia el final de la Cuaresma todos se preparan para el «Triduo Pascual». Esta palabra quizá algo extraña no significa otra cosa que los tres días en que se celebran los eventos de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. 

La palabra Triduo quiere decir tres días, son los tres días en que hacemos memoria de la Institución de la Eucaristía, de la Pasión de Nuestro Señor, de su muerte en la Cruz y de su gloriosa resurrección. A algunos les parecerá extraño que hablando de que triduo o tres días, se incluya al jueves, porque contando desde el jueves hasta el domingo, según la disposición moderna de las horas, serían cuatro días. Pero, respecto a esto hay que entender que en la cultura judía, el día empieza no a medianoche, sino con la caída del sol. Es decir que la Última Cena en el cenáculo y la Muerte de Cristo en el calvario, sucedieron en el mismo día.

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Jueves Santo

El Triduo Pascual se inicia entonces, con la celebración de la Cena del Señor, la liturgia de este día está cargada de muchísima solemnidad, porque es el día en que Jesucristo dijo por primera vez las palabras de la consagración, que luego a lo largo de los siglos, miles de sacerdotes repetirán todos los días, para convertir el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor, como alimento de vida eterna, de salvación.

En esta Misa, también se lleva un sencillo pero significativo rito; el lavado de los pies. El sacerdote lava los pies de doce varones, mientras se canta un canto apropiado, recordándonos cómo Jesucristo, no solo se hizo hombre, rebajándose así a nuestra condición humana, sino que quiso con su pasión y muerte, rebajarse a la condición de esclavo, como lo dice San Pablo a los Filipenses, siendo obediente hasta la muerte y muerte de cruz, limpiándonos de las inmundicias de nuestros pecados, pues es labor de un esclavo lavar los pies de sus amos. Dios nos amó tanto, nos amó hasta el extremo.

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La celebración de la Cena del Señor tiene también otra peculiaridad. Al final de la comunión de los fieles, se reserva la Eucaristía no en el sagrario, sino en un monumento preparado en un lugar digno, generalmente fuera del templo mayor, donde permanece hasta la celebración del viernes, día en que no se celebra la misa, ese día solo se distribuyen las formas consagradas el jueves. La Misa del jueves queda entonces como inconclusa, porque no se da la bendición final, pues la última cena tampoco concluyó, teniendo en cuenta que Jesús, no bebió la última de las cuatro copas que los judíos bebían en la cena pascual. El sagrario queda desde entonces vacío, los manteles del altar son retirados las imágenes cubiertas, el órgano deja de sonar y un aire de tristeza cubre las iglesias en todo el mundo, pues se acerca el momento de la muerte de Nuestro Redentor.

Viernes Santo

El viernes santo no es el segundo día del Triduo Pascual, sino el primero. El primero que se inició con la celebración de la cena del Señor. El viernes no hay Misa, sino la celebración de la Pasión de Nuestro Señor, el sacerdote ingresa en silencio y no hace la señal de la cruz, como tampoco hizo al final de la Misa de Jueves Santo, muestra que es la continuación de la esta última.

El viernes santo es el día en que Cristo es abandonado por sus discípulos, vendido a precio de esclavo, juzgado por hombres, condenado a muerte, flagelado de forma cruel, obligado a cargar su pesada cruz, despojado de todas sus vestiduras, clavado en una cruz, burlado por los judíos, muerto de la manera más infame. Este día hacemos memoria, en el sentido verdadero de la palabra, como solo la Iglesia puede hacerlo, del mayor acto de amor de Dios por nosotros, la entrega de su propio hijo en sacrificio por nuestra redención. Dios muere para salvarnos, Dios nos ama para que lo amemos. Porque el Dios que tiene poder para crear todo el universo, no puede obligarnos a que le amemos; por eso nos muestra su amor; un amor que le costó la sacrosanta sangre de su propio Hijo. De un hijo que fue obediente hasta la muerte.

La liturgia de este día es fúnebre, los cantos no tienen acompañamiento, se llora el alto precio de nuestra redención. Al final de la celebración, los fieles adoran a la cruz, besándola con piedad y devoción, porque en esa cruz, yace clavado, el cuerpo ya inerte del Salvador.

Sábado Santo

El sábado santo, que para la Iglesia empieza con la puesta del sol del viernes y termina con la puesta del sol del sábado, es un día alitúrgico, no se celebra absolutamente nada en este lapso de tiempo; solo se reciben los sacramentos de la confesión y la unción de los enfermos.

La Iglesia en aquel día en que Cristo yacía en el sepulcro, fue como reducida a su mínima expresión; de los doce discípulos, uno había entregado a Jesús, otro lo había negado en tres ocasiones, el resto había huido. Solo una mujer se mantuvo en la fe, solo una mujer esperaba la resurrección de Cristo, solo una mujer recordaba y entendía las palabras de Cristo, cuando anunciaba su muerte y resurrección. Esta mujer es la Santísima Virgen María, aquella que estuvo a los pies de la cruz, asintiendo el sacrificio redentor; aquella que recibió en sus brazos el cuerpo flagelado de su hijo. Ella era la Iglesia, la viva imagen de la Iglesia que espera con confianza la resurrección de Cristo como lo había anunciado. Por eso el sábado es dedicado a la Virgen María, porque fue ella la que sostuvo a la Iglesia naciente y sigue sosteniendo en los tiempos en que Cristo yace inerte en el sepulcro.

Vigilia Pascual

La Pascua empieza con la celebración de la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo; después de la caída del sol del sábado, cuando para la Iglesia ya es domingo. La Misa empieza en el atrio de la Iglesia la Misa más trascendental del Triduo Pascual. Donde una gran fogata es encendida, el fuego es bendecido, se enciende el Cirio Pascual, y con ese mismo fuego cada bautizado enciende su vela, simbolizando la luz de su bautismo, ingresando con ella, detrás de los ministros al templo iluminando ese recinto que yacía hasta entonces a oscuras. La Iglesia entonces queda iluminada por el cirio y por las velas. El pueblo es rociado con agua bendita, recordando aquel glorioso día en que fueron incluidos entre los hijos de Dios. La Iglesia canta en ese momento el Pregón Pascual, más conocido como “Exsultet”, que canta la alegría de la resurrección, la alegría del cristiano que desde ahora tiene la esperanza de la resurrección, la esperanza del cielo, porque su Redentor que se hizo hombre, venció a la muerte para siempre. Después de esto, mientras vuelve a sonar con ímpetu y sacralidad el Gloria in excelsis Deo, se encienden las luces del templo y el altar es vuelto a adornar con manteles, flores y reliquias.

Las siete lecturas del Antiguo testamento nos cuentan la historia de nuestra salvación, sumando a esto la epístola, y el Evangelio, tenemos en total nueve lecturas, como los nueves meses de gestación, porque estas nueve lecturas son como la gestación de nuestra fe, que llega a su cumbre en Cristo Resucitado.

En esta sublime liturgia también se renuevan las promesas bautismales, se rezan las letanías de los santos, se alaba a Jesucristo resucitado en la Eucaristía. Esta es la más bendita de las noches, la victoria de Cristo sobre la muerte, la derrota de la muerte, la alegría de los cristianos porque el Salvador se dio todo por nosotros, la alegría de que Jesucristo no quedó inerte en el sepulcro, sino que la luz de la resurrección, de ese paso de la muerte a la vida, inundó de alegría el mundo entero.

El Triduo Pascual explicado por Benedicto XVI y por el Papa Francisco

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