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Vías para conquistar la paciencia

«La paciencia es la más heroica de las virtudes, precisamente porque carece de toda apariencia de heroísmo» (Giacomo Leopardi ). La paciencia es una forma de enfrentar al mundo desde la esperanza de la vida eterna, es una de las formas más elevadas de darle su lugar al prójimo y confiar en Dios.
Vias para alcanzar la paciencia

Por Padre Ed Broom, OMV 

Paciencia significa tener autodominio cuando no puede controlar la manera de actuar de una persona o cuando las cosas no salen como se quiere. Ser paciente es ser sereno y tolerante frente a las dificultades. La paciencia, además de ser un valor, es una forma de vida en donde prima la serenidad y el autocontrol. Es fortaleza para aceptar con calma el dolor y las pruebas que la vida nos pone para el continuo crecimiento interno.

Ninguno de nosotros podría decir que domina perfectamente la virtud de la paciencia. Cuando pensamos que hemos conquistado una victoria mayúscula en la adquisición de paciencia de pronto, tomados por sorpresa, volvemos a explotar y nuestra ilusión se convierte en humo.

La paciencia es importante para la salvación de nuestras almas, y siempre está poniéndose a prueba, incluso con Dios mismo, que nos aparece distante, que no escucha nuestras oraciones o se nos hace que es indiferente a nuestras súplicas.

Por ello, ofrezco cinco vías concretas para que podamos alcanzar la paciencia en nuestra vida de fe:

1. REZAR

San Ignacio insiste en que debemos pedir la gracia. San Agustín, humildemente, nos recuerda que todos somos mendigos ante Dios. Dios está dispuesto a dar si perseveramos en pedir. Recordemos a la viuda que derrotó al frío corazón del juez por el simple hecho de mantenerse pidiéndole su ayuda. Como en Mateo (7:7), hay que tener presente que si pedimos recibiremos; si buscamos, encontraremos y si tocamos a la puerta, se nos abrirá.

2. LA VIDA DE JESUS

Él es el camino, la verdad y la vida y nadie va al Padre si no es a través de Él. Hay un refrán muy popular que señala lo siguiente: «Dime con quién andas y te diré quién eres». Si ocupamos tiempo meditando sobre el Evangelio, las palabras, los gestos y las acciones de Jesús, será como encender una luz en nosotros. Vamos a empezar a imitar más y más a Jesús, sobre todo en la virtud de la paciencia.

3. LA PASION DE CRISTO

Muchos santos han tenido un magnetismo particular en la Pasión, llevando a sus corazones la meditación sobre la más grande historia de amor del mundo. «No hay amor más grande que aquel de quien da la vida por sus amigos». Una meditación constante de la Pasión, el sufrimiento, la crucifixión y la muerte de Jesús, puede llegar a ser una fuente infinita de bendiciones y la clave para abrir la puerta de la paciencia a los corazones más endurecidos.

4. JUICIOS Y OPORTUNIDADES

Cuando los juicios descienden sobre nosotros como un torrencial diluvio, llevemos a la mente algún elemento de la Pasión de Cristo, ya sea de los Evangelios o de obras como las de Anne Catherine Emmerick. El juicio, entonces, será visto en una más universal y supra natural prospectiva. El juicio sobre mí es doloroso, pero comparado a Jesucristo es algo insignificante. También es que sufro por mis pecados y por mi pasado pecaminoso, pero Jesús sufrió siendo la epítome de la inocencia.

5. MARIA, NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES

El filme de Mel Gibson pone a María a lo largo de todo el curso de la Pasión de Cristo. Solamente detrás del sufrimiento de su hijo está el de su madre. Lo acompañó al Calvario y estuvo de pie ante la cruz, haciendo de la paciencia una virtud heroica. De hecho, practicó la paciencia toda su vida: en la huida a Egipto, buscando tres días a su hijo, perdiendo a su bien amado esposo, al pie de la cruz de su Hijo… Cuando nuestra paciencia sea puesta a prueba, volvamos los ojos, la mente y el corazón a Nuestra Señora, y ella nos hará conquistar la virtud heroica que necesitamos.

María, nuestra Madre, es la mujer de la paciencia. Siempre supo esperar a que el designio de Dios se cumpliera, sin agobiarse, sin gritar, sin reclamar… La paciencia es amiga del silencio y de la fe. ¡Es la paciencia la que nos llevará al cielo!

Ciertamente, como alguna vez dijo Giacomo Leopardi (1798-1837), «La paciencia es la más heroica de las virtudes, precisamente porque carece de toda apariencia de heroísmo». Y de eso se trata el seguimiento a Jesús: de ir a contracorriente de la apariencia.

Los Santos hablan sobre la grandeza de la paciencia

San Alfonso: “En este valle de lágrimas no puede tener paz interior sino quien recibe y abraza con amor los sufrimientos, teniendo en cuenta agradar a Dios”. Según él, “esa es la condición a la que estamos reducidos como consecuencia de la corrupción del pecado”.

San Juan Crisóstomo: “Es mejor sufrir que hacer milagros, ya que aquel que hace milagros se vuelve deudor de Dios, pero en el sufrimiento Dios se vuelve deudor del hombre”.

San Agustín de Hipona: “Cuando se ama no se sufre, y si se sufre, se ama el sufrimiento”. “El martirio no depende de la pena, sino de la causa o fin por el cual se muere. Podemos tener la gloria del martirio sin derramar nuestra sangre, con la simple aceptación heroica de la voluntad de Dios”.

San Francisco de Sales: “Las cruces que nos encontramos por la calle son excelentes, pero aún son mejores las de nuestra casa”.

Santa Teresa de Ávila: “Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda; la paciencia todo lo alcanza; quien a Dios tiene nada le falta: Sólo Dios basta”.  

El Padre Federico Lombardi nos habla de la Paciencia en estos términos

La paciencia es una virtud de la vida cotidiana. Sin ella, las relaciones entre parejas, familias y trabajo se vuelven cada vez más tensas antes o después, marcadas por colisiones o conflictos, quizás incluso imposibles de vivir al final. Es necesario crecer en una escuela de aceptación y acogida mutua que, aunque si es hermosa, también tiene sus aspectos de desgaste. Pero la forma de pensar común de hoy no nos ayuda a tomar este esfuerzo como el precio de algo grande. De hecho, a menudo alimenta la intolerancia y la crítica de los defectos y limitaciones de los demás y propone romper con facilidad y rapidez como la única solución a los problemas. ¿Pero es eso correcto?

El «Himno a la caridad» que San Pablo plantea en su primera carta a los corintios (c.13, 1-13), no debe considerarse como un texto poético sublime, sino como un «espejo» en el que podemos verificar si nuestra caridad sigue siendo una palabra vana o puede traducirse en actitudes cotidianas concretas. San Pablo enumera 15 de estas actitudes. La primera es: «la caridad es paciente»; la última es: «la caridad soporta todo». Y también otras varias entre las enumeradas tienen mucho que ver con la «caridad paciente». Así, la caridad «es benigna … no se enoja … no toma en cuenta el mal recibido…».

Pero la paciencia no es solo una cualidad necesaria del amor diario por nuestros seres queridos y todos los demás con quienes tenemos que vivir. También es una dimensión de nuestra fe y nuestra esperanza a través de todos los eventos de la vida y la historia. Santiago nos invita a mirar al granjero, como el que sabe que se debe esperar: «Tengan paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor. Miren al granjero: espera pacientemente el precioso fruto de la tierra hasta que recibe las lluvias de otoño y las de primavera. Sed pacientes también ustedes, fortalezcan sus corazones» (Santiago 5, 7-8).

Para los primeros cristianos, la paciencia está estrechamente vinculada a la perseverancia en la fe durante las persecuciones y dificultades a las que estaban expuestos como una comunidad pequeña y frágil en los acontecimientos de la historia. Por lo tanto, hablar de paciencia también es siempre hablar de prueba, de sufrimiento a través del cual estamos llamados a pasar en nuestro camino. San Pablo nos involucra en una dinámica que nos toma y nos lleva lejos. En esta dinámica, la paciencia es un pasaje inevitable: «La tribulación produce paciencia, la paciencia una virtud probada y la virtud probada esperanza. La esperanza entonces no decepciona, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones a través del Espíritu Santo que nos ha sido dado» (Rom 5: 3-5).

¿Podremos superar el nerviosismo, el cansancio y el cierre en nosotros mismos para refrescar nuestros corazones con probada virtud y esperanza? La Carta a los Hebreos (c.12) nos invita a mantener nuestra mirada fija en Jesús como un ejemplo de paciencia y perseverancia en la prueba. Y Jesús, al final de su discurso sobre las tribulaciones por las que tendrán que pasar sus discípulos, pero en las que no les abandonará, nos dice una palabra preciosa para acompañarnos siempre, incluso hoy: “¡En vuestra paciencia ganareis vuestras vidas!” (Lc 21,19).

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1 comentario en “Vías para conquistar la paciencia”

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